Imaginación frente a absurdo
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Esta semana hemos podido presenciar dos espectáculos prácticamente antagónicos: «Dido y Aeneas» en el Teatro Real y «La forza del destino» en el Covent Garden, ofrecida ésta en más de mil cines a lo largo de todo el mundo. Purcell vino de la mano de la coreógrafa Sasha Waltz, la Akademie für Alte Musik Berlin y el Vocalconsort Berlin con un espectáculo imaginativo, de gran belleza plástica y muy trabajado. Más ballet que ópera propiamente dicha y con mayor potencia escénica que vocal. Ciertamente no gustó a todo el mundo y así un conocido compositor y gestor que tenía a mi lado abandonó la representación antes de su mitad. Muy probablemente sobró la escena de mimos sin música y quizá también otros añadidos, pero tuvo la virtud de saber llevar a la ópera barroca el concepto actual de los musicales. No había ni grandes cantantes ni grandes bailarines, aunque todo funcionó muy engrasado. El público pudo sorprenderse en su inicio, pero mayoritariamente fue entrando en el concepto. En el Covent Garden se dio lo contrario: grandes voces y penosa producción escénica. Anna Netrebko estuvo formidable, aunque no pudiese emular a la Caballé de sus grandes tiempos. Jonas Kaufmann, ya compitiendo en quilos con Plácido Domingo, cantó con muchos matices, a pesar de que la proyección vocal no sea la de antaño. Ludovic Tézier lució voz, Verónica Simeoni bailó mejor que cantó, Alessandro Corbelli aportó su buen hacer cómico y Ferruccio Furlanetto su clase de gran artista. Formidable Antonio Pappano en el foso. Pero lo de Christof Loy en la escena fue penoso. Un Verdi tan oscuro que apenas se distinguía a los artistas. Una sola estancia, la de la familia Calatrava, para toda la ópera que resultaba agobiante y claustrofóbica, además de incoherente con el texto. Cierto es que la ópera –y en especial ésta– presenta frecuentemente muchos absurdos, pero no es cuestión de acentuarlos, porque desahucian de intensidad dramática al dramón del Duque de Rivas. Pero, claro, entre el Covent Garden y el Real hay mucho trecho. En uno se puede ver juntos en una misma ópera a Netrebko, Kaufmann, Tézier y Furlanetto a 322 euros y en el otro ni se les huele a 390 euros.