Las dos caras de Rossini
Críticas de ópera / Festival de Pésaro. «Il turco in Italia», de Rossini. Voces: Olga Peretyatko, Erwin Schrott, René Barbera, Nicola Alaimo, Pietro Spagnoli... Dir. musical: Speranza Capucci. Dir. escénica: Davide Livermore. «Ciro in Babilonia», de Rossini. Voces: Ewa Podles, Pretty Yende, Antonino Siragusa, Oleg Tsybulko, Isabella Gaudí... Coro y Orquesta del T. Comunale de Bolonia. Dir. musical: Jader Bignamini. Dir. escénica:D. Livermore. Teatro Rossini, 15 y 16-VIII-2016.
En su nueva producción de «Il Turco in Italia», Davide Livermore ha vuelto a hacer un homenaje al cine, en este caso a Fellini, poblando la escena de esas mujeres tremendas que tanto gustaban al filmógrafo italiano. La idea es buena, y en teoría sirve para esta comedia en que el poeta Prosdocimo va tejiendo los hilos de la trama a medida que esta historia de un triángulo amoroso con esposa maltratada y fascinada por el extranjero toma cuerpo. Pero otra cosa es la realización, que, si bien es bastante acertada en la dirección de los actores principales, es más genérica en el coro y en unos figurantes que provocan situaciones de dudoso gusto. ¡Qué diferencia con la propuesta de Lluis Pasqual para la Zarzuela!
Lo más grave de la propuesta de Livermore es que, si la de Madrid nos hacía pensar en que la obra era mejor de lo que era, ésta consigue lo contrario. Y es que el «Turco» tiene sus virtudes.
Hay que decir, claramente, que han sido las mujeres quienes han «salvado» la función. Empezando por la directora musical Speranza Capucci, que desde el foso propuso una lectura animada y atenta tanto a mantener el ritmo del compositor como a cuidar las voces, encargándose ella misma de los imaginativos recitativos al fortepiano. No ha podido tener mejor tarjeta de presentación en el certamen pesarés.
La soprano Olga Peretyatko dio vida a Fiorilla, impartiendo una lección de canto rossiniano en su difícil aria final «Pallida veste», recuperada hace unos años –por lo que no figura en la grabación de Maria Callas, que hizo una verdadera creación del papel– y mostrando una gran desenvolura escénica, caracterizada como una joven y guapa Claudia Cardinale. Estupenda también Cecilia Molinari en Zaida, convertida en una atractiva mujer barbuda (el ambiente del circo está presente, como homenaje a «La Strada»), la esposa turca despechada y rival de la anterior: una prometedora mezzo muy a tener en cuenta.
A menor nivel el equipo masculino (a excepción del solvente Pietro Spagnoli en el «pirandelliano» Poeta, el verdadero «factótum» de la ópera). Nicola Alaimo, que ha reducido su volumen (físico y vocal) salvó al marido, Don Geronio, gracias a su fuerza escénica y su dominio del «canto sillabato». Otro debutante en este coso, el bajo Erwin Schrott, no rayó a la altura esperada, ya que apenas pudo lucir sus dotes histriónicas en un papel como el de Selim, el viajero otomano que da nombre a la obra, y que pone muy a prueba unos medios vocales nada espectaculares. El tenor René Barbera mostró facilidad en el agudo y claridad en la emisión, pero escamoteó agilidades en la ingrata parte de Narciso, otro pretendiente de Fiorilla que viene a complicar más las cosas.
Ha sido deliciosa, en cambio, la recuperación del «Ciro in Babilonia» de 2012. La primera ópera seria de un Rossini veinteañero es un memorial sobre el cine mudo, con sus gestos exagerados y su exotismo de guardarropía, que sigue funcionando a las mil maravillas. Cuenta con una compañía muy potente, empezando por Ewa Podles que, cuatro años después, sigue imponiendo en una escritura que parece haber sido pensada para la contralto polaca, en el papel travestido del destronado rey. Como su esposa Amira, la soprano surafricana Pretty Yende cautivó en su primera actuación en el festival por su holgura, su limpieza en las agilidades y su frescura. Y en el usurpador Baldasarre, el experimentado Antonino Siragusa llevó el personaje inteligentemente a su terreno evitando comparaciones con «baritenores» más rotundos que lo han abordado últimamente. Una española, Isabella Gaudí, defendió la aria de Argene, la confidente de la reina, sobre una única nota, que era la que tenía su primera intérprete. Al frente de los cuerpos estables del Teatro Comunale de Bolonia, el maestro Jader Bignamini, quien se estrenaba en estos pagos, redondeó una de las páginas más gloriosas de la reciente historia del Rossini Opera Festival.