Leiva, kárate para encontrar la paz
El músico publica «Monstruos», crónica afectiva y de superación de la ansiedad del artista, álbum con el que piensa haber cerrado una trilogía
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El músico publica «Monstruos», crónica afectiva y de superación de la ansiedad del artista, álbum con el que piensa haber cerrado una trilogía
Nadie podrá reprocharle a Leiva que no se exponga en cada canción. Lo hizo en el largo invierno sentimental de «Diciembre», en las punzadas que da el oficio en «Pólvora», y en su nuevo disco en solitario, «Monstruos», que se publica ahora como cierre de una trilogía de la segunda vida del ex componente de Pereza. «Creo que he terminado con los títulos de una sola palabra», bromea, «pero es una acrobacia que siempre me ha gustado y que en este caso ha salido de forma natural, porque la palabra del título aparecía en tres canciones». Si hubieran sido temas de Pereza, seguro que en al menos uno de ellos el significado habría sido el del tipo que es un campeón, pero ahora «me alegro de saber que las cosas han cambiado y que tienen otra profundidad. No me importa asumir que mi vida está llena de vulnerabilidades y tengo que aprender a vivir con ellas», dice el madrileño, que arranca una gira de presentación por Granada (28 de octubre), Córdoba (29), Valencia (4 de noviembre), Murcia (5), Santander (11) y Bilbao 12)... que termina en Barcelona (2 de diciembre) y Madrid (30 de diciembre, Barclaycard Center).
De esos monstruos privados habla el disco. «De cómo las contradicciones arman tu personalidad. De las relaciones humanas, pero de la confianza y la lealtad, no del amor. Creo que es el disco que menos habla de eso en mi carrera. Habla de la compañía, las relaciones humanas y la pérdida de confianza», comienza el músico. De los monstruos como sinónimo del miedo. «Un día llegué a casa y me encontré una foto mía, cuando tenía nueve años, haciendo kárate. Y me di cuenta de que estaba representando lo que quería contar. Puse un papelito encima con la palabra monstruos y supe que iba a ser la portada del disco». Pero estamos hablando de unos enemigos a los que no hay «mae geri» que pueda derrotar con un «ippon» definitivo. «(Ríe) No, ninguna kata puede. Uno se tiene que aliar con esos enemigos, ése es el camino. En un momento dado me encontré con un bicho que se llama ansiedad y que yo no conocía. Ignoraba por completo que eso pudiera ocurrirme a mí. Y llevo un par de años conviviendo con ese monstruo al lado y tratando de hacerme amigo de él, porque si no...». Si no... ¿es imposible salir victorioso del «tatami»? «No, pero es el primer paso. He pedido ayuda, por supuesto. Llevo un tiempo en terapia y escucho consejos, pero a cada uno la ansiedad le viene por muchos lugares diferentes. Y se trata de no asustarse, ésa es la clave», apunta el rockero, que, quién lo diría, es todo actitud en una sofocante mañana veraniega. Sombrero, botines y camisa hawaiana.
En su carrera anterior, con Pereza, es como si los miedos no existieran. Como si de haber enemigos, fueran tipos más feos y paletos que caminan por ahí. «Soy una persona muy vital, pero desde hace unos años sé que yo soy mi propio enemigo y que no debo buscar fuera porque estoy lleno de miedos y contradicciones. Pero este disco no incluye una cuchilla para cortarse las venas, hay una canción que termina cada verso diciendo que esto ‘‘no es para tanto’’. Necesitaba ponerle humor a todo esto porque no estoy en disposición de quejarme. Hago canciones para espantar fantasmas pero no hay un sufrimiento detrás de cada tema», explica.
- Modo taoísta
Se toma con humor la pérdida del anonimato («a algunos les sienta bien, pero a mí me hizo un raro en la cabeza al principio») y acepta igual las expectativas del oficio: «He empezado a cuestionarme mis mecanismos y la manera en que afronto cómo salgo al escenario. Hay que tomárselo con sentido del humor porque somos más vulnerables de lo que pensamos. No hay que sentirse importantes». La despedida de Pereza fue ante 16.000 personas en el Palacio de los Deportes y su debut en solitario, ante 225 en Burgos. «He dejado de esperar cosas y de creer que tengo un puesto en la música porque no es así», razona en modo taoísta. «Me lo tengo que ganar. Hacer para cuadrar los números y poder llevarme a la banda de gira, pero ya no me importa si no vuelvo a llenar el Palacio de los Deportes». Lo hizo con Pereza, lo hizo en solitario, y lo volverá a intentar de nuevo a final de este año. «Pero si no sale, no sale». ¿Y cuál es el truco de «sensei» para defenderse de las críticas? «No leo absolutamente nada. No tengo redes sociales en el móvil y si veo un vídeo en YouTube, jamás bajo con el dedito para no ver el primer comentario. Hay una cosa que te quiero enseñar, de un libro que expresa exactamente cómo me siento». Pide su teléfono y lee un párrafo de «Instrumental», de James Rhodes (Blackie Books): «Las críticas afectan sobre todo a los que en el fondo nos sentimos grandes estafadores y nunca nos creemos los comentarios amables, al tiempo que sabemos a la perfección que los negativos son ciertos». «Así es exactamente como me siento. A veces desde Sony me mandan cinco críticas muy bonitas, pero alguien me pasa una mala y es con la que me quedo. He aprendido a vivir sin querer saber lo que la gente piensa de mí». Así se puede llegar a cinturón negro.
Desde pequeño
«A estas alturas me he especializado en el oficio de hacer canciones sin militar en un estilo», dice Leiva cuando se le pide que haga un pequeño balance. «Desde que soy pequeño –puede que tanto como en la foto del álbum– es a lo que me he dedicado y con este disco me he acercado a mis mejores canciones. Creo que por textos y músicas es de lo mejor que he hecho», explica Leiva, legendariamente perfeccionista. «Tengo un punto de tranquilidad esta vez, porque le he dado la producción completa a Carlos Raya y he trabajado menos obsesionado y he disfrutado más. Y esto ha contribuido a que las cosas salgan mejor». El madrileño parece imbuido de una completa cura de humildad. «Es que el tío que piensa que está ahí porque se lo ha ganado... no se está enterando de nada. Yo sé, en cambio, que muchas cosas son sólo un golpe de suerte».