Lejos de la angustia
«Requiem». De Verdi. Voces: Maija Kovalevska, Ildiko Komlosi, Dmytro Popov, Nikolay Didenko. Orfeón Pamplonés. Director: Igor Ijurra. Orquesta Filarmónica de Londres. Director: Vladimir Jurowski. Auditorio Nacional, Madrid. 30-I-2015.
La «Misa de difuntos» de Verdi es una magna obra, teatral, operística en el mejor de los sentidos, heterogénea y desigual. No es nada fácil de interpretar. Jurowski es capaz de dotar de unidad al conjunto gracias a una fidedigna observancia de la partitura, a la que concede exquisitos claroscuros, alternancias acentuales y fraseológicas, sin perder el norte rítmico. Controló bien el difícil comienzo, en el que no hay que recrearse demasiado en el pianísimo, pero hay que crecer. Bien clarificado y potente el «Dies irae», perfectamente dibujado, sin las estridencias habituales, el «Sanctus», irisadas las texturas en el «Agnus Dei» y estupendamente diseñado el poderoso «fugato» del «Libera me». Versión medida y comedida, coloreada y elegante. Faltó probablemente una mayor elocuencia, un verbo italiano y por tanto verdiano más reconocible.
El elástico y variado gesto del director supo encauzar y modelar las intervenciones corales. El Orfeón Pamplonés mostró una redondez sonora, un empaste y una afinación general dignos de encomio. Hubo momentos espléndidos: la sonoridad global del «Dies irae», las ondulaciones dinámicas del «Rex tremendae», los unísonos en pianísimo del «Agnus», la transparencia de las líneas contrapuntísticas del «Libera me»... La formación posee una musicalidad innegable y revela ensayos y cuidado. Su espectro está, eso sí, algo falto de penetración, de brillo fulgurante. Una cosa por la otra.
La London Philharmonic sigue siendo una agrupación compacta, equilibrada, con unos metales soberbios, que tocaron magníficamente en el «Tuba mirum». Se hubiera pedido una mayor igualdad de los chelos en la entrada del «Ofertorio». Los solistas vocales compusieron un cuarteto desigual. La más sólida la mezzo Komlosi, aunque con graves destimbrados y abiertos y un trémolo notable. La soprano Kovalevska posee un instrumento lírico nada despreciable, pero no templa, se descuadra y no redondea los agudos. Extraña que el pulcro Jurowski no la hiciera cantar más piano, por ejemplo en el sublime si bemol 4 del «Libera me». Popov es un tenor con fácil zona alta y no dice mal, pero su timbre es desagradablemente gangoso. Vulgar y un tanto voceras Didenko, que desaparece en la franja superior.