Los dioses se quedaron estáticos
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De Richard Wagner. Voces: W.Koch, M.Eiche, D.Power, N.Ernst, J.Lundgren, W.Ablinger Sperrhacke, A.Taymbalyuk, A.Anger, E.Gubanova, G.Schultz, O.von der Damerau, H.E. Müller, R. Wilson, J. Johnston. Coro y Orquesta de la Bayerische Staatsoper. Dirección musical: Kirill Petrenko. Dirección de escena: Andreas Kriegenburg. Bayerische Staatsoper. Múnich, 20-VII-2018.
El Festival de Múnich tiene muchos atractivos y sin duda uno de ellos era la «Tetralogía» wagneriana en manos de Kirill Petrenko, en la producción dirigida escénicamente por Andreas Kriegenburg. Sin embargo, se ha cumplido aquello de «el hombre propone y Dios dispone» y la primera jornada del «Anillo» no ha alcanzado la excepcionalidad esperada. Ha resultado una buena representación de un buen teatro. La producción es minimalista, realmente casi únicamente una caja escénica similar a la que se coloca para los conciertos y que ayuda a proyectar las voces, a la que apenas se añaden elementos móviles, si se exceptúa la caja acorazada del tesoro. Casi un centenar de figurantes se encargan de dar vida a la acción. Aparecen en el escenario antes de empezar la ópera, se desnudan, se pintan de azul y «escenifican» las turbulencias del río en el que las tres ondinas guardan el secreto wagneriano. Serán también quienes eleven a Erda en su aparición, como si fuesen raíces, o simularán el pobrísimo ascenso al Valhalla que no acompaña en nada a la grandiosa música de la partitura en una escena en la que los dioses permanecen estáticos. En el reparto sobresale con mucho la poderosa voz de John Lundgren, ovacionadísimo al final, en un Alberich contundente, justo lo que le fue faltando cada vez más a lo largo de la representación a Wolfgang Koch, muy cansado como Wotan al llegar el final. Estupendo el tenor Norbert Ernst como Loge, quizá el más ajustado a su papel y muy correcto el Mime de Wolfgang Ablinger Sperrhacke. Al mismo nivel todos los personajes femeninos. Pero el punto fuerte era Petrenko, aunque desde la prolongada nota inicial en mi bemol, que tanta literatura ha inspirado, surgió la sospecha de que no iba a ser un día para el recuerdo. Sonó bien la orquesta, pero no como otras veces bajo su mando y faltó un punto de tensión. Así, por poner un ejemplo, en el clímax creciente que ha de crearse en el martilleo de los nibelungos. Al próximo titular de la Filarmónica de Berlín le gustan los tempos vivos y su lectura de apenas 2 horas y 20 minutos, es la más rápida que se ha escuchado en tiempos. Veremos qué sucede en la segunda jornada del «Anillo» y si nos vuelve a entusiasmar como con «Tannhauser» o «Parsifal», por citar dos de sus cimas wagnerianas.