Pussy Riot, subversión cantada
El grupo ruso, más popular por sus acciones reivindicativas, presenta su espectáculo en tres ciudades, con mucho de performance y algunos buenos momentos musicales.
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El grupo ruso, más popular por sus acciones reivindicativas, presenta su espectáculo en tres ciudades, con mucho de performance y algunos buenos momentos musicales.
Desde que, en 2016, irrumpieran en una iglesia con una «performance» llamada «Santa María llévate a Putin» y la respuesta del régimen ruso fuera enviar a la cárcel a las tres protagonistas, todo lo que concierne a las integrantes de Pussy Riot ha sido objeto de atención mediática. Con el tiempo se han convertido en un colectivo mixto, multidisciplinar y contestatario que ha protagonizado múltiples ataques contra el corrupto «establishment» de su país y también a favor de cualquier causa noble y perdida por los derechos humanos, y por ello ha sufrido las consecuencias de enfrentarse al poder establecido. Sin embargo, los y las Pussy Riot siempre han combinado acción y creación, dotando a sus misiones reivindicativas de una estética y a su arte de un mensaje subversivo. Pero en origen Pussy Riot aparecieron como un grupo de música, una banda punk rock que fue evolucionando en combo mutante de estéticas diversas. En España, sus apariciones han sido contadas, pero ahora plantean una intensa gira que les llevará a Bilbao (6 de febrero), Madrid (7), Valencia (8) y Barcelona (9) con su gira «Riot Days», en la que compartirán escenario con el proyecto de Amparo Llanos (Dover), New Day.
Respeto por las religiones
En primer lugar, conviene recordar que, frente a los artistas millonarios que hacen de las consignas sus caretas en el escenario, los Pussy Riot han pagado una alta factura por su actividad y su lucha desde, como decíamos, el primer día. Aquellos 40 segundos de «performance» le costaron a cada una de las participantes dos años de prisión. Y ustedes no quieren imaginarse cómo es una cárcel rusa. La justicia de su país fue inclemente con las jóvenes, que se disculparon en el juicio y mostraron arrepentimiento. En cautiverio, Nadya Tolokonnikova escribió un libro contando su experiencia. Luchó por su supervivencia, se volvió más fuerte y nunca quiso renunciar a la alegría. En el libro recordaba que fue educada en la libertad y el respeto a las religiones. De familia atea, su padre la llevaba a ver templos y a conocer el culto. «Visitábamos iglesias y sinagogas. Creo que hay que entenderlo todo y pienso que mi formación ha sido fundamental para mi arte», decía en la presentación del volumen («De la alegría subversiva a la acción directa», Roca Editorial) que tuvo lugar en Madrid.
El grupo iba a actuar el 16 de septiembre de 2018 en San Sebastián, pero cancelaron el concierto debido al envenenamiento de Peter Verzilov, uno de los miembros del colectivo y pareja sentimental de Veronika Nikúlshina, que fue uno de los activistas que saltaron al campo del estadio Luzhnikí durante la final del Mundial de Fútbol del año pasado. Verzílov, que es editor de una web periodística crítica con Putin, fue ingresado en estado crítico. En el caso de las Pussy Riot, arte y política son la misma cosa. «Son inseparables. Lo que imporata es la pulsión, la energía», señalaba Tolokonnikova en su conferencia en Madrid. Su nuevo espectáculo, titulado «Riot Days», es una performance punk basada en el libro que María Aliokhina escribió durante su encarcelamiento y ha sido censurado en Rusia: «Cuando lo logramos estrenar en Moscú, fue en un lugar underground que, misteriosamente, cerró dos semanas después nuestro show. Después de nuestra gira por EE UU volvimos a intentarlo, pero recibíamos la misma respuesta siempre: ''El propietario del edificio no nos autoriza a hacerlo''», dice María Aloykhina en un texto de presentación del show. «Al fin y al cabo, la censura que está viviendo la cultura es producto del miedo que nos tienen los gobiernos». También son críticas con los enemigos de Putin: «En Chechenia, las mujeres pueden ser apedreadas hasta la muerte por llevar una falda corta, por querer divorciarse o por otro tipo de justificaciones absurdas. En una de cada cuatro familias hay violencia doméstica, pero es que en Chechenia además está despenalizada. Es terrible».