Entrevista

Rubén Blades: «¿Yo intelectual? ¿de qué?»

El cantante panameño inicia una gira por España y recibirá el Premio La Mar de Músicas en Cartagena

El cantante panameño Rubén Blades
El cantante panameño Rubén BladesOmar Charcousse

Se asoma a la pantalla del zoom con un gorro en el que se lee, cruzando su frente, Panamá. Rubén Blades (1948) está detrás de un ordenador en Nueva York convertido en un mito viviente de la música en español. Blades venció el impulso de la retirada que le asaltó hace cinco años y vuelve de gira por España (Pirineos Sur, Noches del Botánico, Cruïlla, Starlite, entre otros) y para recoger el Premio La Mar de Músicas de Cartagena. «Yo me retiré pero tuve que rectificar –dice–. Lo que pasa es que cuando tienes más pasado que futuro te replanteas las cosas. Pero me di cuenta de que mientras pueda debo hacerlo, porque la salsa es como la Cenicienta y el material que tenemos es demasiado especial: bolero, big band, Fania All Stars, Willie Colón, cha cha chá... si no lo hago yo, ¿quién lo va a hacer?», se pregunta retóricamente.

El repertorio de Rubén Blades tiene casi un enciclopédico afán de repasar lo más interesante de la música de baile panamericana. Y de hacerlo llegando tanto a las caderas y los pies como a la cabeza de sus oyentes. «Aunque sin pretensiones... porque siempre me dicen eso de que soy (engola la voz) ‘‘el intelectual de la salsa’’. Y yo me pregunto: ¿yo intelectual? ¿de qué? Mira, simplemente hablo. Pero porque no diga todo el tiempo eso de ‘‘vente, mamá, vamos a gozar’’, ya me llaman intelectual», dice con una mueca burlona.

Comunista y de la CIA

Sin embargo, bromas aparte, reconoce su sello característico, el de las historias. Y el de mantener la conciencia aunque se esté sacando brillo a la pista de baile: «Sí, porque me importa que la gente sepa que, pese a que estén en un festival para supuestamente divertirse, también están en un acto de solidaridad para entender que la realidad de uno afecta a la de otro. Y que no son tan distintas entre sí. Eso es importante y más en los tiempos en los que la sinrazón asume el control de las cosas. Hay que seguir haciendo el trabajo de avisar para que, por favor, no se cometan los errores del pasado. Con la experiencia de haberlo vivido, porque yo ya he pasado por prohibiciones, ‘‘tabúses’’ y dictaduras».

Y es que Blades se ha enfrentado a las críticas de un extremo y del otro: «Me sacaron de la radio en Estados Unidos durante quince años por comunista. Y me han dicho de todo. Me prohibieron en Cuba también. Porque yo dije que ‘‘entre un Fidel y un Somoza, no se arregla la cosa’’. Y me llamaron agente de la CIA y me han prohibido en Venezuela y en Panamá también. Uno nunca sabe por dónde llegan estos tipos», dice Blades, que no empezó en la música para hacerse famoso. «Al principio hice un grupo de rock porque no nos invitaban a fiestas y veíamos menos a las chicas que al cometa Halley. Pero luego, más tarde, yo quería describir escenas, no ir de guapito cantando canciones románticas... Y me di cuenta de que, si lo que se dice viene con un tambor, no suena comunistoide, porque los comunistas no saben tocar tambores, gracias a Dios. Menos más que a los comunistas no les dio por la música, porque estaríamos jodidísimos...», bromea Blades.

La política le concierne, como siempre. «Decimos que es una mierda porque se la dejamos a los que son corruptos y no tienen imaginación o intención de servicio público. Ellos la arruinan porque lo permitimos. Yo dejé mi trabajo de músico y de actor por cinco años para ir a trabajar a Panamá. Cinco años de mi vida para un servicio. No te diré que fui el mejor funcionario de todos los tiempos, pero te aseguro una cosa: nadie se robó un real conmigo allí. Hicimos lo que teníamos que hacer. Y la política en sí –añade– no tiene que ser un proceso corrupto. Tenemos que participar y limpiarla. Pero, claro, algunos quieren que les despierten cuando todo esté arreglado. Y así, no».