Villazón, a medio gas

La vuelta de Rolando Villazón al Liceo nuevamente como Nemorino no fue todo lo satisfactoria que se esperaba. Los numerosos fans del tenor mexicano sí pudieron disfrutar de un gran artista, con una exagerada y excelente capacidad actoral y que posee, además, enorme empatía con el público, pero con una voz, en la actualidad, muy por debajo de su rendimiento de antaño. Acusamos una importante pérdida de color y de proyección, especialmente en unos agudos demasiado apretados y con alguna rotura en las notas, como se vio en su aplaudidísima «Una furtiva lagrima».

La Norina de Aleksandra Kurzak brilló con cuidada musicalidad, expresividad y buena «Meza di voce» en la primera parte y no tanto en la segunda, con algún pequeño desajuste en la coloratura y en la limpieza de los agudos, lo que no impidió crear en escena una pareja con muchísima química. Ambrogio Maestri fue el gran triunfador de la velada como un Dulcamara a plena voz, excelente dicción y estilo, dentro de una simpatiquísima actuación que fue ovacionada por el público.

Solvente Callegari

A Joan Martín-Royo le faltó madurez y aplomo para redondear una muy correcta actuación como Belcore y más que correcta Cristina Obregón como Anina. Estupenda la labor del Coro del Liceo y muy notable la Orquesta con una dirección musical de verdadero temperamento y lucimiento a cargo del muy solvente Daniele Callegari. Nuevamente un importante éxito de esta divertida e inteligente producción dirigida por Mario Gas, con trasfondo urbano y época fascista.