Virtuosismo frente a rutina en la OCNE
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Obras de López López, Prokofiev y Falla. Violín: A. Steinbacher. Orquesta Nacional de España. Director: M. Romea. Auditorio Nacional. Madrid, 20-I-2018.
Comenzó con mal pie, mejor dicho, mal hombro el concierto semanal de la OCNE. María José Montiel hubo de cancelar su intervención en la «Shéhérazade» de Ravel a causa de una operación más de aquellas a las que viene sometiéndose tras caerse en el escenario del Euskalduna durante un «Rigoletto». Esta última operación también le impedirá acudir a Miami con Ramón Tebar. ¿Cómo es posible que ABAO se encuentre al margen de todo ello? Se prefirió prescindir de Ravel y sustituirlo por el interludio y danza de «La vida breve». Se inició en concierto con «Herbe de dune», de José Manuel López López, un encargo de la OCNE de 2007, pero no estrenado hasta ahora. Combina el autor, como él mismo expresa, «música pura y música basada en principios externos como poesía, pintura, naturaleza, ciencia, emociones y conflictos». En definitiva, sonidos de nuestro tiempo, que precisan de un contraste, de un mimo y de un trabajo de los que Romea fue incapaz. Así se cumplirá el expediente, pero no se hace un favor, sino todo lo contrario, a la creación española. Me pregunto cuál fue la razón para que uno de mis colegas críticos de un periódico nacional abandonase el Auditorio tras esta obra y, en consecuencia, no vaya a escribir la crítica expresa del concierto. Siguió el segundo y dificilísimo concierto para violín de Prokofiev, en el que Arabella Steinbacher volvió a mostrarnos su alto virtuosismo, como lo hizo también en el solo de sonata del mismo autor concedido como propina. Fue acompañada anodinamente por Miguel Romea, pero con lo positivo de dejar oír todas las notas del violín. Tocar Falla es para la Nacional lo mismo que tocar valses de Strauss a la Filarmónica de Viena, que les sobra el director y le da igual que sea el Welser-Möst quien les dirija un Año Nuevo. Tanto las páginas de «La vida breve» como las de «El sombrero de tres picos» fueron correctamente tocadas, con mucho mezzoforte y forte a gusto del gran público, pero sin la arquitectura de tensiones que tantas veces hemos escuchado cuando al frente de ellos estaba un Frühbeck de Burgos u otros muchos. ¿Por qué Romea es, junto a Antonio Méndez, el único director español no directamente vinculado presente en las tres últimas temporadas de la OCNE? No lo justifica el peso de las agrupaciones con las que colabora, ha cosechado críticas no positivas en «La canción de la tierra» hace dos años... Pregunto y se me contesta que la orquesta lo solicita, pero que los trabajadores de una empresa pidan algo no es razón suficiente para concedérselo y, me dicen también que es quien menos cobra de todos los que figuran en la programación, pero se me niega la cifra de su coste. Misterios tiene la vida.