Najwa Nimri, una diva en el karaoke
La actriz protagoniza «Quién te cantará», la nueva y esperada película de Carlos Vermut, director de la exitosa «Magical Girl», una historia dramática sobre una estrella de la música que pierde la memoria en un accidente justo antes de regresar a los escenarios.
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La actriz protagoniza «Quién te cantará», la nueva y esperada película de Carlos Vermut, director de la exitosa «Magical Girl», una historia dramática sobre una estrella de la música que pierde la memoria en un accidente justo antes de regresar a los escenarios.
El reto creativo para tipos tan brillantes como Carlos Vermut (sí, lo es, guste más o menos su cine) es saber organizar el caos de referencias, estímulos e intereses en el que se mueven. Con «Magical Girl» maridó extremos opuestos como el manga y Manolo Caracol para ofrecer una película que ametrallaba el cerebelo. En justicia, ganó la Concha de Oro. De eso hace cuatro años, que son muchos para generar expectativas. La vuelta del madrileño a la competición del Festival de San Sebastián es inevitable aunque injustamente un «tour de force» consigo mismo y la imagen (o etiqueta) de prodigio. Todos hemos venido aquí secretamente a pedirle que no nos defraude. «Lo que sucede es que la percepción que tenéis de “Magical Girl” no es lo que yo viví en ese momento, como de película incontestable; yo veía críticas malísimas todo el rato. Luego sí está claro que ganó en el festival, pero ya está, y es cierto que en un entorno muy pequeño sentí que me conocían más, pero no lo viví como paralizante en el sentido de esto es insuperable y no voy a poder hacer otra película».
–¿No teme las comparaciones con «Magical Girl»?
–Yo me proyecto en el futuro, esta es la tercera película de varias, espero –la primera fue la minoritaria «Diamond Flash»–. No quiero hacer películas mejores que la anterior, si no sencillamente hacer buenas películas. A algunos le gustará más unas que otras por diferentes aspectos, pero no creo que compitan entre ellas.
En ese caso, vamos a «Quién te cantará» (título extraído de una canción de Mocedades), guión que le ocupó dos años y cuya trama surgió a medias entre el melodrama, la historia de fantasmas, la fama, el divismo... y otras mil cosas que pululaban por la cabeza de Vermut no ya desde 2015 sino antes. Resumiendo, se trata de la historia de Lila Cassen (Najwa Nimri), una cantante de los 90 que, poco antes de su esperado regreso a los escenarios, pierde la memoria en un accidente; casualidades de la vida, su representante conoce a Violeta (una Eva Llorach de premio), una mujer de unos 40 años con una hija problemática y una vida gris que se desquita cada noche cantando en un karaoke las canciones de Lila con pasmoso parecido. La imitadora aceptará un reto descabellado: enseñar a la diva amnésica a ser ella misma, o a ser la que fue.
–¿Qué le atrae de las divas?
–En ellas hay algo trágico y místico. La diva acarrea un drama, y algo que asociamos con el sacrificio, con Andrómeda, con las mujeres sacrificadas a los monstruos marinos. Las sacrificamos ante los dioses, ante la Fama, y nos proyectamos en ellas aunque en realidad lo pasen fatal. El documental sobre Amy Winehouse me impactó mucho para esta historia, en ese sentido. Las divas no nos importan realmente, queremos que estén ahí, pero cuando mueren es como que esperamos que tengan ese final, lo convertimos en un relato privándolas de su humanidad.
Lila es una diva en proceso de reconversión, en busca de identidad, de autor incluso. Violeta, que ha vivido en el espejo invertido de su «glamour», pasa a ser su referente en un juego de dualidades, de vampirismo «soft», de despersonalización y apropiación. Hay bastante de «Vértigo» y de «Pippermint Frappé», confiesa Vermut.
–¿Y de Almodóvar, con lo que se ha mencionado su influencia?
–No puedo evitar que si alguien ve una película en España de mujeres, melodramática, en la que se hacen confesiones, la comparen con Almodóvar. Conscientemente, prohibí los rojos para que no aparecieran en la paleta de colores. Su influencia es consciente pero no para esta película sino porque lo admiro, está en mí, en mi formación cinematográfica.
De todos modos, ¿qué es Almodóvar? ¿Y qué o quién es Vermut? ¿Qué los distingue? ¿Qué es original?Son las preguntas medulares de una película que habla de dos personas y sus identidades confundidas, y que sin querer o queriendo habla de la cultura posmoderna, de la contaminación del todo por el todo en estos tiempos.
–¿Qué es genuino hoy en día?
–No le he dado tantas vueltas al tema de la imitación, pero es verdad que ahora estamos expuestos a muchas cosas. Los directores de antes veían una película en el cine. Ahora tenemos la posibilidad de verla siempre, pararla, mirarla al detalle... Estamos en esa cultura del «collage». Pero, en el momento en que todo sea un «collage», ¿qué vamos a recortar? Vivimos con muchas referencias, y ¿dónde queda lo genuino? Esto tiene que ver con internet, estamos expuestos a imágenes de todos lados, y muchas del pasado. Antes tenías que recordar «Casablanca», ahora la puedes ver en el móvil.
«El arte nunca nace de cero», explica a la vez que habla de una exposición sobre el dadaísmo que ha visto. «No creo que haya nada original, todo se va transformando». Y todo vuelve, todo lo vintage es actual, como la Lila de los 90 en plenos 2000: «Estamos viviendo todo el tiempo en la reproducción de lo antiguo o en cómo interpretamos lo antiguo. Todo tiene que ver con que no hay nada original. En ese resquicio en el que lo que estamos copiando cambia, ahí es donde está lo original».
–Para cerrar más a la ligera, ¿es usted muy de karaoke?
–Sí, mucho.
–¿Qué canta?
–Raphael, Coque Malla, Los Ronaldos, Marisol, Alaska... Cosas fáciles. Y alguna vez me he atrevido con Mónica Naranjo, pero lo he pasado mal. En los karaokes es donde está la originalidad, todo nace de los karaokes, la gente más genuina está ahí.