Natos y Waor: La calle sin industria
Su disco «Cicatrices» no apareció entre lo mejor de 2018 pero fue el álbum de rap más crudo y real de cuantos se publicaron en España el año pasado. El dúo de Aluche (Madrid), que suma millones de reproducciones, no tiene techo
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Su disco «Cicatrices» no apareció entre lo mejor de 2018 pero fue el álbum de rap más crudo y real de cuantos se publicaron en España el año pasado. El dúo de Aluche (Madrid), que suma millones de reproducciones, no tiene techo.
En el pirmer corte de «Cicatrices», el tercer disco de estudio de Natos & Waor, un dúo de rap de Aluche, Fernando (Waor) canta: «Mi patria son mis hermanos, mi parque mi acera». Esta declaración de intenciones es solo una de las muchas que marcan las coordenadas ideológicas y culturales de una forma de hacer hip-hop que puede poner en común a quienes descubrieron el rap de Violadores del Verso hace un par de décadas con los que hoy estrenan la veintena. Gonzalo (Natos) y Fer, ya llenaron consecutivamente la Plaza de Vistalegre en Madrid y el Sant Jordi Club en Barcelona el abril del año pasado, y con su trabajo han encabezado algunos de los festivales menos «hipsters» de la península. Sus rimas, crudas y reales, destilan una forma de ser de barrio, de cualquiera imaginable en el Estado español, y sus maneras, quizá demasiado callejeras para el oyente medio, representan una forma de entender el rap underground con potencial masivo que, sin ir más lejos, les lleva a compartir cartel con Mando Diao en Fitur es Música, un festival que tendrá lugar el 25 y 26 de enero, en Ifema (Madrid). No comparen a los aseados suecos con Natos y Waor: puro enaltecimiento de la calle.
El parque y la acera
«Esa frase del parque y la acera es de Fer, pero yo me siento totalmente representado. No nos sentimos identificados con una bandera u otros símbolos que pierden significado al lado de lo que toco y veo todos los días», dice Natos, quien, sin embargo, no nació en las calles de las que habla, sino en Buenos Aires (Argentina) aunque a los diez años vino a vivir con su familia a Torrelodones, en el norte de Madrid. Pero como prueba de que cree en lo que dice, hace un par de años, cuando ya tenía dinero para pagarse una casa a tocateja, la compró en Aluche «para que podamos estar todos juntos». ¿Por qué no en un barrio mejor? Algo ofendido, contesta: «Que nadie te diga otra cosa, Aluche es un barrio de puta madre, que no te engañen las habladurías. Vive gente humilde y trabajadora, que es lo que somos nosotros. Aquí se está agustísimo». La infancia de Natos fue normal, aunque nunca encajó en el sistema educativo. «Siempre he sido muy curioso y con ansias de aprendizaje, pero si te enseñara mi legajo académico dirías que soy un fracasado escolar. Y es cierto, es lo que soy. Por otro lado, trato de formarme y aprender, porque creo que el conocimiento es el arma más poderosa que puede tener una persona. Por eso leo y me intereso siempre por todo».
Sus rimas, que contaban el presente continuo de un joven en Madrid, nunca encajaron en el sistema. «No sé si fue culpa mía o de cómo está planteado, pero no me supe adaptar. Yo lo veo como un lugar monótono donde te meten para que tus padres puedan irse a trabajar desde que tienen 5 años hasta los 16, pero en el que no cabe la diferencia ni el estímulo. El tiempo no se aprovecha y todo se basa en la repetición. Por eso hay gente que tiene cosas que aportar al mundo que se pierde por el camino. Para mí, un título no sirve para nada. A día de hoy, le damos trabajo a mucha gente y jamás le pedimos a nadie uno: le pedimos que demuestre que vale y que tiene pasión por el trabajo. Pienso –continúa– que la universidad te da un sello que dice que eres un miembro útil para la sociedad, que has escupido en un examen un temario y que ya estás preparado para la fábrica que nutre al sistema. Algo así como que se necesitan tantos médicos, tantos ingenieros y abogados. En el fondo, es pasar a cuchillo a la masa para que todos estén en el molde, que nadie moleste y seamos borregos», señala el rapero.
Les va grande lo de artista
En los parques, en las calles, «en la escuela de dar vueltas como un planeta», Natos y Waor hacían «freestyle». Rimaban sin tema, improvisando, sin más público que ellos mismos y sin más patrón que los micros abiertos de los clubes o el banco del parque antes de cenar, porque el mercado laboral les cerró las puertas. «A mí el rap me salvó la vida. No sé qué sería de mí hoy porque, sin título, lo tenía muy crudo. Pero escribir mis frustraciones y mi rabia resulta que sirvió para algo», dice Natos. Después de tres discos y miles de fans en todo el mundo no cambia su percepción de sí mismo: «Me va grande lo de artistas, mi vida es ''freestyle''», canta. «Mira, hemos estado en Roma y Florencia este fin de año y, para mí, alguien que haya visto eso y que diga que un rapero es un artista me lo tiene que explicar muy bien». Hombre, en el mundo nadie puede presumir de repartir carnets de artista. Esa es una declaración de humildad. «¡No, coño! De realidad; no es humildad. Yo tengo ojos y criterio propio y sé qué valor tiene una cosa y otra. Y que conste que estoy encantado de que a la gente le pueda interesar lo que hacemos. Pero ni soy artista ni músico, porque no tengo ni idea, ni mucho menos cantante... ¿me has oído cantar?... Hago lo que puedo de la manera más decente. Nunca diré de mí que soy un artista, ese triple no me lo voy a tirar».
En sus letras, defienden a sus iguales y prefieren «robar en el Carrefour que en el chino». Pero su formación política no encaja en doctrinas: «Es algo muy personal de cada uno y que está en permanente cambio, a menos que seas un cenutrio y que no te importe nada de lo que sucede. Cuanto más lees, mejor capacitado estás para tener opinión y cambiarla. A mí nadie me ha dicho lo que tengo que pensar y creo que hay muchas opiniones interesantes dentro del espectro político y que hay que nutrirse de todas para sacar tus conclusiones. Pero no hay que precipitarse, es un tema delicado». En sus letras, el vicio mueve los hilos. Las apuestas y el alcohol, por ejemplo, las familias rotas de los barrios humildes por esa combinación perniciosa. «Yo no pienso que nadie te ponga una pistola en la cabeza para que apuestes o te piques heroína. Creo que cada uno debe tener criterio y madurez para saber qué hacer con su vida. Si abren casas de apuestas en los barrios será porque la gente piensa que hay esperanza en eso, pero yo creo que es malo porque el exceso y el vicio te pueden llevar a un agujero del que no salgas», señala. Pero el vicio, sin duda, mueve el mundo de su lírica. «Yo pienso que sí, y que hasta tiene sus cosas buenas. La comida o el sexo pueden ser vicios pero la clave es saber gestionarlos». Las drogas, claro, también juegan un papel. «Las seguimos consumiendo, aunque menos, pero es que el alcohol es una droga de las peores y de las que más familias destroza. Es peligrosísimo y casi toda la población lo consume. Antes hablábamos más de drogas porque estaban en nuestro estilo de vida, pero ahora... Yo he sido muy curioso desde pequeño –añade– y siempre he querido probarlo todo y saber lo máximo y no quedarme con las ganas de ''¿cómo será eso...?''. Pero, por suerte, lo he probado desde edad temprana y sé qué es lo que quiero y lo que no y lo que me funciona y en qué cantidad. Conocerse a uno mismo es importante, pero perdona, que me pongo a hablar y me olvido de la pregunta...». Que cómo manejan las drogas. «Pues con cuidado. No le voy a decir a nadie que se drogue ni que no lo haga. Cada uno, con su cabeza. Y que no le haga daño a otras personas».
Mal ejemplo
Quizá por todo lo anterior riman que sus vidas no son ejemplares. «En algunos aspectos sí que lo son. En luchar por tus sueños y perseguir un objetivo creo que somos un ejemplo a seguir. En cuanto a que hacemos que la economía funcione y damos trabajo a mucha gente. Directamente a diez o doce personas. Y en un concierto a unas doscientas. Aunque se nos tilda de mala influencia, si vieras la cantidad de mensajes que nos llegan de gente que dice que le hemos salvado del suicidio o de una depresión y que han salido de un agujero que flipas gracias a nuestra música... eso no tiene palabras. No lo vamos pregonando, aunque te lo diga en esta entrevista y eso sea contradictorio, pero en algunos aspectos podemos ser un modelo a seguir. Aunque, claro, si te quedas con la parte en la que digo que estoy consumiendo esto o lo otro, sí te diría que no soy el espejo en el que mirarse».
Criterio propio
¿Piensan que las letras incitan a un tipo de comportamiento o que son pura ficción? «Mira, antes hablábamos de que el rap me salvó la vida. Yo he vivido eso. Estar muy jodido y que una canción te ayude a seguir. Que te pongas los cascos y te olvides de los problemas... Eso no lo hace ni la droga. Yo sé que, siendo realistas, hay cierto nivel de influencia cuando tú admiras a alguien. Pero no soy el encargado de educar a nadie y si hay algo que odio es el adoctrinamiento. Tanto en el mal sentido como en lo que tú crees que es buenísimo y que todo el mundo debe pensar como tú», dice Gonzalo y añade que «yo creo en el criterio personal. Uno saca sus conclusiones y comete sus errores y se hace responsable de las consecuencias de sus actos. Para educar, en primera instancia están los progenitores. Y en segunda, los profesores y maestros. No creo que las figuras en las que se deba delegar la educación de los chavales sean los cantantes y raperos, que ya sabemos que no somos las hermanitas de la caridad. Pero entiendo que la gente joven es influenciable y lo que escuchan en un artista que admira –aunque me quede grande eso de artista–, muchas veces les lleva a modificar su conducta. Eso es así, no me hace gracia, pero vivo con ello». No temen la censura después de los sucedido con otros raperos como Valtónyc: «Si eso pasa, nos haremos cargo y lo pelearemos lo mejor que podamos con las armas que tengamos. A ver si salimos de estos tiempos de Torquemada».
También hay un presencia del sexo en las letras de Natos y Waor, pero ni asomo de machismo. «Hay mucha sensibilidad al respecto y existe más moralisno de la cuenta. Yo condeno una letra machista el cien por cien de las veces, pero hay mucha gente que piensa que el sexo es machismo y eso es un gran error. Es solo una parte más de mi vida, como cualquier otro aspecto. Ver el sexo como algo machista es de un puritanismo retrógrado. No voy a poner ejemplos, pero tenemos el criterio para discernir qué es machismo de un tema con carga sexual».