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Nuria Barrios: «Nuestra sociedad ha olvidado qué es convivir con el dolor»

Nuria Barrios / Escritora. Ha publicado «Ocho centímetros», un conjunto de relatos en los que reflexiona sobre el sufrimiento
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Nuria Barrios ha escrito un libro sobre la muerte y el dolor, que hoy en día son los invitados más incómodos en cualquiera conversación. En una sociedad del ocio, el sufrimiento es una abstracción, una estadística, un argumento cinematográfico, pero poco más. Son contadas las ocasiones en que se acepta como una realidad inmediata, certera, ineludible. La escritora ha descendido a las periferias urbanas, a los distritos maleados por la delincuencia, para hablar de aquello que todos eluden, quizá, porque el objetivo de la literatura es hablar de lo que nadie desea sacar a la luz, lo que se esconde debajo de las alfombras. Con ese propósito ha guiado su imaginación en «Ocho centímetros» (Páginas de espuma), un círculo de historias con acento realista pero que evitan los lugares comunes del pesimismo.
–¿Por qué ocho centímetros y no siete?
–Es la distancia que en el primer relato establece un pastor gitano evangélico para delimitar un milagro, que una niña coja logre igualar sus dos piernas. Esa distancia se convierte en la metáfora del libro de que la distancia entre el dolor y la felicidad es tan pequeña como ocho centímetros, pero, a veces, resulta un milagro eliminarla.
–Usted hablar del dolor, pero nadie quiere hablar de él hoy en día.
–Porque vivimos en una sociedad en la que el dolor tiende a ser sofocado. Se oculta y aparta, pero con esas acciones no se consigue eliminarlo. El dolor continúa ahí. Al continuar reprimiéndolo se enturbia la vida, las emociones, vuelve inútil las propias experiencias y las trivializa. Estoy en contra de todo eso.
–¿Una sociedad sin dolor sería...?
–«El mundo feliz» de Aldous Huxley con todos los ciudadanos tomando esas drogas milagrosas. Esa novela preveía el Prozac. La consecuencia sería la frivolización de la existencia.
–¿Estamos en una sociedad que pretende vivir dormida?
–Estamos en una sociedad en la cual, en cierta forma, se la ha obligado a olvidar qué es afrontar el dolor, convivir con él de una manera sana; que ya no recuerda que hay que asumirlo, que forma parte de la vida igual que la alegría. Creo que las consultas de los terapeutas están llenas. Eso significa que hay algo que no funciona en nuestra sociedad actual. Eso ocurre porque estamos inmersos en una supresión de todas las emociones, de todo lo que es intenso, de las grandes satisfacciones y penas.
–Sus relatos están imbricados: ¿Por qué?
­–Tienen un nexo, un hilo de unión, argumental, una atmósfera emocional. A mí me gusta la unidad en un libro de relatos: me da un marco para trabajar. Es como si afilara mi perspectiva: me potencia la mirada y la voz narrativa.
–Aquí aparece la muerte, la enfermedad... ¿son los fantasmas de la sociedad actual?
–Más que fantasmas son los sucesos con los que convivimos a diario. Todos estamos abocados a ellos. Lo que hemos olvidado es cómo afrontarlos con naturalidad, con sabiduría vital, cómo hacerlos partícipes de nuestra existencia.
–¿El dolor es un tabú?
–Los acontecimientos no son un tabú; lo que es un tabú es vivirlos; es vivir el dolor, la desaparición de la persona querida, el dolor la soledad, hacer duelo... eso sí es un tabú.
–¿Y la felicidad es un mito?
–Es imposible alcanzar la felicidad si se pasa por alto el dolor, porque el dolor y la felicidad van de la mano y trivializar las emociones, vaciarlas de contenido, te convierte en un minusválido emocional. Te impide gozar la vida.
–En su obra aparecen la droga y la religión. ¿Ambas pueden ser adictivas?
–La religión católica ha tenido una relación muy estrecha con el dolor. Siempre ha considerado que es una manera de redención. Considera que hay que sufrir como Jesucristo. Se supone que hay una recompensa final. Pero yo, en ningún momento pienso que el dolor suponga ninguna redención. ¡En absoluto! Es parte de la existencia. Hay que asumirlo. Y para nada hay que pensar que tenemos que cultivarlo. Asumirlo y vivirlo no es cultivarlo. Es lo que ha tendido a hacer la religión.
–¿Cuál es la peor droga actual?
–La ignorancia cultivada por una cultura del entretenimiento y de información masiva que atonta en lugar de iluminar.
–¿Necesitamos más realidad y menos televisión?
–Necesitamos abrir los ojos y mirar alrededor y escucharnos a nosotros mismos.
–Existe cierta soledad y desamparo en sus relatos. ¿Así ve nuestro mundo?
–Todos los seres humanos somos vulnerables y construimos fortalezas alrededor de nosotros para que la vida sea previsible. No queremos el caos, pero no existe fortaleza que resista la verdad, y dentro de esa vulnerabilidad está el desamparo, el miedo.
–¿Cuál es el papel de la literatura para superar el dolor?
–La literatura permite al lector escapar de la realidad, cuando ésta se ve concebida como una jaula. Nos abre la posibilidad de huir de las estructuras que levantamos cerca de nosotros para caminar sin sobresaltos. La literatura tiene que permitir al lector vislumbrar el abismo, y el abismo no significa la perdición, sino las potencialidad que uno lleva por dentro. A mí, la literatura que me gusta es la que late.
–¿Y los libros, los prefiere leer en digital, en un e-reader, o en papel?
–La literatura tiene que tener suficiente influencia y poder para imponerse a la discusión del formato. No puede estar supeditada al papel o la pantalla. La literatura juega con la potencialidad, la inspiración, la sugerencia, y cualquier formato que venga en el futuro, cualquier soporte, es una anécdota.
–Hay una considerable distancia entre el mundo de mantas sucias y jeringuillas que describe en su libro y el digital, cada vez más habitual en nuestras vidas.
–Para mí, lo digital resulta más extraño. Uso las redes, pero intento mantener un control para que no se conviertan en una adicción. Para mí, todo eso supone un mundo porque no he crecido con lo digital a mi alrededor. Me ha llegado mucho más tarde. En este momento existe un salto, un cambio de paradigma, que es el que impone en estos momentos internet, pero todavía no sé exactamente cuál va a ser el resultado y la sociedad que va a salir de ahí. Todavía convive lo analógico con lo protodigital, aunque existe una progresión hacia la omnipresencia digital. Es un momento donde todo convive. Pero todavía no sé cuál va a ser el futuro.

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