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Objetivo: que Twitter no arruine Cannes

Lo nuevo de Jim Jarmusch inaugura una edición enconada con la Prensa, con pocas mujeres y muchos directores consagrados, entre ellos, Almodóvar y Tarantino.
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Lo nuevo de Jim Jarmusch inaugura una edición enconada con la Prensa, con pocas mujeres y muchos directores consagrados, entre ellos, Almodóvar y Tarantino.
¿Se imaginan una Sección Oficial con «El mago de Oz» y «Union Pacific», de Cecil B. DeMille, con Gary Cooper y Norma Shearer paseando por entre los hoteles de la Croisette? Hace 80 años pudo haber sucedido. La deriva hacia el filo-fascismo del Festival de Venecia, que en el 1938 había optado por premiar a Leni Riefensthal en lugar de Jean Renoir, hizo concebir al Gobierno francés la creación de un certamen que hiciera de contapeso. Pensaron en Biarritz, pero se optó por Cannes, donde veían con buenos ojos un evento que contribuyera a alargar la temporada turística. El primer Festival de Cannes debió celebrarse del 1 al 20 de septiembre de 1939, pero exactamente el día de la inauguración los nazis entraron en Polonia y la organización decidió disolver el evento. Dos días después Francia entró en guerra. El telón no volvería a levantarse hasta 1946.
Es este desajuste histórico el que hace que Cannes, que se inauguró anoche, cumpla 80 años pero celebre solo 72 ediciones. Y hay quien dice (en concreto, Alejandro González-Iñárritu, presidente del jurado de la Sección Oficial) que el mundo de 1939 no dista tanto del de hoy, que afrontamos los mismos peligros, que no hemos aprendido nada, a pesar de todo el cine que ha llovido.
El propio certamen, como en un continuo día de la marmota, regresa con los mismos frentes abiertos: el trato con la Prensa, la cuestión feminista y el factor Netflix. En el primero de estos apartados, que podría sonar a pataleta corporativista pero afecta a los numerosísimos profesionales desplazados al mayor certamen de cine del mundo y al modo en que se canaliza la información, Thierry Frémaux, director del Festival, ha vuelto a tomar partido por la «protección» de los creadores. Cannes no quiere que Twitter arruine la alfombra roja, de modo que, si antes la Prensa podía ver por la mañana la película que luego se presentaba oficialmente por la noche, ahora los horarios quedan unificados. Esto supone que no se vayan a publicar en redes o webs opiniones que podrían dejar en mal lugar a una determinada película. Se acabaron las caras largas a la entrada de los teatros, pero, por contra, Fremáux penaliza el trabajo periodístico, especialmente, el de los diarios de papel.
Solo un 26% de mujeres
El asunto de la paridad, que está muy lejos de alcanzarse este año (solo 4 de 21 mujeres directoras en la Sección Oficial y un 26% en el total de las competiciones), vuelve a demostrar que la apuesta a veces exagerada de Cannes por el «feminismo» es más cosmética que real. El propio Frémaux asumió ayer que no se puede enfocar una selección en base a la paridad, aunque insistió en que los jurados y comités de selección sí lo son. No obstante, el famoso documento 5050x2020 suscrito en 2018, en el que se prevé la paridad total para dicho año, suena a reacción acalorada al #MeToo, que el año pasado exhibió músculo en el certamen. El director del Festival reconoció lo Obvio: «Nunca ha habido más directoras en la sección a competición porque nunca ha habido más mujeres en la industria». Ni siquiera la recientemente fallecida Agnès Varda, que protagoniza el cartel de esta edición, querría que se primara a una mujer a costa de la calidad, defendió Frémaux.
¿Y qué pasa con Netflix? Aparentemente, nada. Este año no ha habido grandes proclamas, por ahora, en defensa de las salas de cine, abjurando vivamente del cine en casa, de la tablet, del smartphone... Sencillamente, se ha mantenido el «statu quo». Netflix sigue fuera de la Sección Oficial, que, en sintonía con la legislación francesa, hace necesario como requisito para participar una ventana de exihibición de 36 semanas en cine. Eso sí, como gesto de acercamiento, tendrá una cinta en «Un certain regard». A Cannes parece importarle poco la lección de «Roma» en Venecia (y su eco en taquilla y en los Oscar) el año pasado. Y que «El irlandés» de Scorsese acabe en la Mostra este año tampoco parece quitarle el sueño a un certamen orgulloso de su pasado poderío y su tradicional «chauvinismo».
«A ningún otro festival se le exige tanto como a Cannes», dice con el morro arrugado Frémaux. Es cierto que nunca llueve a gusto de todos, ni siquiera este año en la Sección Oficial. Para algunos la presencia de tanto cineasta consagrado (varios con la Palma de Oro) demuestra hasta qué punto está anclado, o preso, en su tradición. La edición que inauguró ayer Jim Jarmusch con «Los muertos no mueren», una de zombis pero a la manera del norteamericano, cuenta con clásicos del certamen como Ken Loach, los hermanos Dardenne, Terrence Malick, Marco Bellochio, Xavier Dolan, Adellatif Kechiche... Mención aparte merecen dos directores: Almodóvar y Tarantino.
Bardem, presentador
El español regresa a por la Palma de Oro que nunca ha logrado con «Dolor y gloria» en su sexta participación. Esperemos que la presencia de un español en la gala inaugural de anoche (Javier Bardem, que la presentó con Charlotte Gainsgbourg) sea un buen augurio. En el caso de Tarantino, se trata del plato fuerte, anunciado «in extremis», de la programación. Justo 25 años después de lograr el gran premio con «Pulp Fiction», aclamada y abucheada a partes iguales por los críticos en su día, trae a La Croisette «Once Upon a Time in Hollywood», con Leonardo DiCaprio y Brad Pitt. Habrá algo más que empujones para ver lo nuevo de un cineasta de época.
Será el mexicano Alejandro González-Iñárritu quien en 10 días lea el palmarés de una competición en la que, según defiende Frémaux contra las críticas de inmovilismo, casi la mitad de los seleccionados son realizadores nuevos. Bien sabe el director de Cannes que, en esta semana larga, las noticias saltarán por donde menos se espera, como corresponde a un evento de tal magnitud: «Muchas veces terminamos hablando, no ya de cine, sino de cuestiones sociales y políticas como por ejemplo la postura o las acciones del festival respecto al cambio climático». Esperemos que el año que viene algunos de los frentes se hayan cerrado. O que, al menos, el buen cine solape todos los problemas.