Pedro Tabernero: "Soy el último mohicano de la edición"
El Instituto Cervantes de Chicago le dedica a partir del jueves una exposición que celebra los cincuenta años de su trabajo y reúne algunas de sus obras más significativas.
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El Instituto Cervantes de Chicago le dedica a partir del jueves una exposición que celebra los cincuenta años de su trabajo y reúne algunas de sus obras más significativas.
Pedro Tabernero tiene la voz tranquila y sabe manejar los tiempos y el tiempo. Cuando vea la luz esta entrevista acabará de aterrizar en Chicago, donde le espera una exposición que recorre cincuenta años de su trayectoria como editor –que se dice pronto– en el Instituto Cervantes. Con ese motivo ha editado «Tras la imagen/2», un libro de los de antes, cuidadísimo y con peso, –damos fe–, que contiene la labor gráfica realizada con 70 autores de 11 países y que reúne más de 2.000 imágenes en sus 600 páginas. Nació en Sevilla en 1951 y del él ha escrito un gigante como Massimo Vignelli: «El trabajo de Tabernero arrastra al diseño gráfico los tonos cálidos, dramáticos y sensuales que pertenecen a Andalucía...».
–Este libro es un placer para los sentidos.
–Tiene mucho de investigación y de método, es una fusión entre la intuición y lo científico, de ahí su actualidad. Y tiene peso.
–Sí, y también se puede sentir al pasar las yemas de los dedos por su portada, desprende ese olor de la edición antigua. Solo le falta hablar.
–Es que lo que a mí me gusta es editar libros que no he visto en los anaqueles de las librerías. Esos son los que me llaman la atención, como uno que vamos a sacar a finales de este año en el que hemos unido los ex votos con los narcocorridos mexicanos, un trabajo que nos ha llevado tres años.
–Hablamos de libros en los que se mezclan las artes.
–Así es. Lo mío es hacer libros híbridos en los que hay componentes de pintura y dibujo y en los que las parcelas se interconectan. Me gusta mezclarlas. Hay que tener los ojos y la mente bien abiertos porque las ideas están flotando y tienen que cogerte un poquito preparado.
–Usted es un editor de los que ya no quedan, pero al tiempo, un artesano puesto al día.
–Digamos que soy el último superviviente, el último mohicano de la edición. En este libro lo que se ve es cómo ha sido este trabajo de un montón de años.
–¿Le viene de lejos esta pasión?
–Desde pequeño he sido seguidor del libro ilustrado. Soy ingeniero de Medio Ambiente, pero acabé por dejar mi trabajo hace treinta años porque me quitaba mucho tiempo. Empecé realizando labores de asesoramiento a entidades culturales en publicaciones en las que destacaba el aspecto gráfico y fue cuando conocí ese mundo, descubrí ese halo mágico que hace más sugerente aún la narración.
–Por sus manos han pasado muchos libros bellos. ¿Se atrevería con la ilustración de «El Quijote»?
–Ya me gustaría publicar uno con una iconografía distinta. Hay tiempo aún...
–¿Ve en lo digital una competencia acechante y preocupante?
–Yo creo que en este asunto las aguas van a volver a su cauce porque el papel es imbatible. En mis obras, por ejemplo, no hay más huella de ordenador que la imprescindible y vaya por delante que no cierro los ojos al futuro, pero no creo que sea ese el futuro. El de editor es un oficio que da lo mejor sobre papel.
–¿Cuesta encontrar público para un trabajo «delicatessen» como el suyo?
–Ese público está, lo hay. Vivimos en un mundo lleno de imágenes, pero existe un público que ama el libro y busca nuevas tendencias. Si algún día hago un «best seller» es que me habré equivocado.
–¿No se dirige a un cliente elitista?
–Estamos hablando del libro artesanal, de una forma de vida. El lector que lo compra es el que de verdad aprecia el libro gráfico. Quizá sea un público un tanto exquisito que se ha dejado de lado y que busca sensaciones nuevas dentro del mundo de la edición. Elitista no es. Se trata de ofrecer una nueva perspectiva de una narración que ya ha sido hecha y hablo de grandes autores como Neruda, Salinas, Octavio Paz...
–Ha hallado entonces ese nicho de público.
–Así es. No tengo pérdidas, no tengo que estar pendiente de las audiencias y gozo de toda la libertad del mundo.
–Da envidia sana escucharle.
–Soy como un director de orquesta. Yo creo el ritmo. Mis libros son productos vanguardistas y dinámicos.
–Su vida, deduzco, es razonablemente tranquila.
–Sí, relativamente. Me muevo lejos del estrés editorial. No soy editor de feria del libro al que vayan a ver en Guadalajara o en Frankfurt. Amo la belleza y no tengo mayor prisa.
–¿Cuántos libros edita al año?
–Entre tres y cuatro. Es una forma de vida.