Pericet y Ruz, la buena danza cordobesa
Quien sabe si el azar o la gracia del jurado del Premio Nacional de Danza quiso ayer que fueran estos dos paisanos y compañeros de generación galardonados con el reconocimiento que concede el Ministerio de Cultura
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Quien sabe si el azar o la gracia del jurado del Premio Nacional de Danza quiso ayer que fueran estos dos paisanos y compañeros de generación galardonados con el reconocimiento que concede el Ministerio de Cultura.
Quiso el caprichoso destino que Córdoba acunara a mediados de los 70 a dos monstruos de la danza española de hoy: Olga Pericet y Antonio Ruz. Ella, nacida en la Ciudad Califal en 1975, y él, un año más tarde en el mismo lugar. Y quien sabe si el azar o la gracia del jurado del Premio Nacional de Danza –presidido por la directora del Inaem, Amaya de Miguel– quiso ayer que fueran estos dos paisanos y compañeros de generación galardonados con el reconocimiento que concede el Ministerio de Cultura.
Para Ruz en la modalidad de creación «por ser autor de un lenguaje singular y muy personal, construido dentro y fuera de nuestro país, al frente de su propia compañía e interesantes colaboraciones de diversidad escénica. La última de ellas cristaliza con «Electra» [donde compartió trabajo con Pericet], espectáculo creado para el Ballet Nacional de España, en el que armoniza la danza contemporánea con gran calidad» y por «la importancia del pulso musical de sus creaciones y la capacidad artística para abordar diferentes lenguajes dancísticos», firmaba el fallo del jurado sobre un hombre que en nueve días expone «Presente» en la Sala Negra de los Teatros del Canal. El propio Ruz respondía a los medios: «Esto es un impulso para seguir trabajando». Una celebración que no le hizo perder la crítica hacia un sector, el de la danza, del que reconoce que «siempre necesita visibilidad y apoyos». Por su parte, Olga Pericet fue reconocida en el apartado de interpretación: «Por su capacidad de aunar las distintas disciplinas de la danza española, actualizándolas en un lenguaje interpretativo con sello propio, por su versatilidad escénica y su valiosa capacidad de transmisión», argumentó un jurado que quiso destacar «La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora», trabajo en el que «sus cualidades interpretativas abordan un lenguaje escénico total». Palabras que sorprendieron a Pericet en Manhattan: «Cuando me han llamado no me lo creía y es un sueño cumplido».
Ambos han coincidido en incitar a los jóvenes «a no perder la motivación y a buscar su propio discurso creativo». «Aunque respetando a los demás sabiendo que no vas a gustar a todo el mundo, pero siempre hay que ir con la verdad por delante», añadía Ruz.