Peter Handke: «El proyecto de Cataluña da miedo»
El escritor austriaco recibe mañana el Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alcalá, que coincide con dos publicaciones sobre su obra
El escritor austriaco recibe mañana el Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alcalá, que coincide con dos publicaciones sobre su obra
Peter Handke apareció con camiseta, camisa, chaleco y americana, pero sin apenas respuestas. El de ayer fue un Handke receloso, huidizo, que evitaba las preguntas políticas y eludía la actualidad amparándose en el argumento de que no era periodista y no estaba para juzgar ni opinar sobre lo que sucedía. «He leído el periódico en el avión y lo del proyecto de Cataluña da miedo». Es lo único que comentó sobre los momentos cruciales que atraviesa nuestro país y Europa. El escritor que mañana recibe el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Alcalá por ser uno de los pocos en lengua alemana que se han interesado profusamente por nuestro país, y quien durante un tiempo esgrimía el lema «no tengo nada que decir, por eso escribo», aseguró que «hay una gran diferencia entre hablar y escribir. Escribir es para el mundo que no puede ser hablado. Hay autores que escriben como si hablaran, pero escribir es un gran desvío. El teatro es más fácil porque puedes decir cosas de manera directa».
Debut en castellano
Handke, que reconoció ayer que era la primera vez que intentaba hablar en castellano, negó que hubiera un típico carácter español: «No existe un alma española ni universal; hay versiones de esa alma que están en las diferentes naciones. La mía es la de la lengua alemana. Yo no soy un autor internacional». Después comentó uno de los grandes riesgos que existen para la literatura en nuestros días: «Tal vez existe en la modernidad un intento de conducir las letras hacia la internacionalización de los idiomas, pero la literatura universal solamente existe justamente en la diferencia de las lenguas. Cada uno de los idiomas tiene una versión diferente del ritmo del alma, por eso es peligroso hoy en día esta tendencia hacia la internacionalización. He observado –prosigue– que se escribe de una manera parecida aquí que en Los Ángeles y en Nueva Zelanda lo hacen de forma muy similar a como se da en Oslo. Siempre he pensado que la Torre de Babel, donde se da la dispersión de las lenguas, no era una catástrofe. Para mí uno de los grandes tesoros de la humanidad es que existan mil y una lenguas distintas. El lenguaje de Cervantes tiene una marca diferente que el de Goethe y el de los autores de las novelas policiacas actuales».
La visita de Peter Handke, un escritor que pasó de ser un faro de la intelectualidad europea a ser duramente criticado por su posición durante la Guerra de Yugoslavia y su polémica asistencia al funeral de Milosevic, coincide con la publicación simultánea de «Handke y España» (Alianza), que reúne sus ensayos relacionados con nuestros país, varias entrevistas y las aproximaciones que han hecho a su obra diferentes escritores en nuestra lengua (Ray Loriga, Miguel Morey, José Luis Pardo, Félix Romeo, Juan Villoro, Ignacio Vidal-Folch, y Enrique Vila-Matas), y «Contra el sueño profundo» (Nórdica), un volumen que junta por primera vez la crítica literaria y artística del novelista, guionista y dramaturgo austríaco; una colección de escritos en los que aporta sus reflexiones sobre Franz Kafka, Julien Schnable o Patricia Highsmith. Handke, que no se considera una persona de matices taciturnos, aseguró que «es sospechosa la alegría en las personas, al menos en una primera impresión. Lo cierto es que me he vuelto sospechoso de la alegría a mis 70 años de edad. No soy pesimista ni optimista. El pesimismo no tiene que ver con la literatura; el arte es un equilibrio musical trágico, pero la gente que de entrada es alegre me pone de los nervios. Eso no tiene nada que ver si después existe un final alegre en una obra, un suceso o al conocer a alguien, pero si uno de entrada sólo aspira a la alegría, mejor que se vaya comprando unas zapatillas Adidas».
Handke, que ha preferido no manifestarse sobre la actual situación política europea, el auge de los populismos en todo el mundo o la crisis económica de los últimos tiempos, se excusó para su mutismo echando la mirada hacia atrás: «Ese no es mi papel. No soy un comentador político, a excepción del caso de Yugoslavia, una nación con la que me he sentido vinculado por origen y por idioma y por la que he sufrido y me he alegrado. Pero yo no hablo de política. En realidad ni siquiera conozco a los yugoslavos, solo me conozco a mí mismo».