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Rafael Amargo: «Las etiquetas son para Facebook»

Estará hasta el 21 de agosto en el Teatro La Latina con «Tiempo Muerto 2», un espectáculo en el que mezcla el flamenco con danza contemporánea y bailes urbanos.

Rafael Amargo
Rafael Amargolarazon

Estará hasta el 21 de agosto en el Teatro La Latina con «Tiempo Muerto 2», un espectáculo en el que mezcla el flamenco con danza contemporánea y bailes urbanos.

Dulcifica su pseudónimo recitando versos de Federico García Lorca. Taconea mientras canta, fija la mirada en los ojos de su interlocutor, gesticula y contesta con dulzura. Un loco con cordura. Más allá de un coreógrafo ecléctico, es un bailarín al que se le abren las carnes con el flamenco, de los que de pequeño se perdía en el granadino barrio de Sacromonte, desde donde veía anochecer al compás de unas palmas. Tras abrir las puertas de su casa al periodista que le entrevista, Rafael demuestra que de amargo no tiene «ná».

–Una nueva versión de «Tiempo Muerto»...

–Creo que había que explotar más el espectáculo. Esta versión tiene un concepto mucho más espiritual, debido a una terapia que hice para volver a mi esencia personal después de una vorágine en la que cruzaba el océano dos veces por semana. Hoy en día funcionan las cosas que son exquisitamente cobardes y las que son muy valientes. Pero las mediocres no tienen público.

–Y éste es un espectáculo valiente.

–Muy valiente. Tengo a 41 personas en nómina. Es una producción privada, sin ningún tipo de ayuda. Los ballets públicos hacen menos galas que yo, y eso que lo pagamos con nuestros impuestos. Los gestores culturales deberían tomar conciencia. Mis pensamientos son mis proyectos, y lo que digo va a misa. Soy un hombre de palabra. Firmo contratos mirando a los ojos. No hay que mentir, porque la verdad libera.

–¿Está menospreciada la cultura?

–Los políticos matan la cultura porque la desprecian y le tienen miedo. En el Congreso de los Diputados daría unas clases de baile para que vayan un poco más relajados, que están atrofiados, descoordinados, como las cabras, locos perdidos. El arte debería ser cuestión de Estado.

–¿Existen los tiempos muertos para un artista tan polifacético como usted?

–Hace mucho que no tengo un tiempo muerto. Los lunes y martes, cuando aquí descanso, me voy a Ibiza a hacer cenas temáticas. En el postre salgo a bailar con amigos del mundo de la música. Además, soy padre de dos hijos y tengo un sobrino al que adoro. Son mis tres ángeles. Me gusta aprovechar el tiempo al máximo.

–¿Bailarín o coreógrafo?

–Intérprete, pero coreografiar es lo que más me apasiona. Aun así, soy enemigo de las etiquetas. Las etiquetas para el Facebook.

–Sus coreografías mezclan tradición y modernidad, pero siempre se mantiene fiel a la esencia del flamenco. ¿Por qué?

–Con el flamenco se me abren las carnes. Por mis venas corre Federico García Lorca. Y la música que Lorca hubiera puesto en su vida como banda sonora es el flamenco.

–¿De dónde le viene esa pasión?

–Mi padre era muy aficionado y yo lo empecé a sentir de los flamencos en Sacromonte, donde me perdía de pequeño.

–¿Dice mucho el flamenco de España?

–El flamenco es la bandera de España. Si el flamenco fuera de los americanos todos lo bailaríamos como bailamos el hip hop.

–Pues aquí parece que no está lo suficientemente reconocido...

–Al flamenco le faltan personajes nuevos con carisma, carácter y valentía. La gente no tiene paladar para tratar a los artistas flamencos. El flamenco es como un Mercedes: un coche clásico, con un motor de lujo y que nunca pasará de moda.

–¿Es España un país de bailaores?

–España es un país de panderetas, pero ¡qué bien se vive en España!

–Le imagino en la cuna bailando...

–Puede ser que bailara en la cuna. Nací sietemesino, yendo al hospital. Depende de la época, pero ahora a veces bailo menos, aunque con mucha más seriedad. No son las horas que ensayes sino lo que te cunda. Dice María La Coneja que cuanto más ensayan más se equivocan.

–¿Qué necesita para arrancarse a bailar?

–Tener los vellos de punta y ganas, porque yo sin ganas no hago nada en la vida.

–¿Bailaría en cualquier sitio?

–Soy muy caprichoso. He bailado hasta en la Capilla Sixtina. Me gustaría bailar para el dalái lama, aunque lo haría para todo el mundo. Esclavo y preso sea el que me mire con malos ojos. Ya no le bailo el agua a nadie.

–¿Y por la noche?

–Soy de los que queman zapatilla y hacen pista en las discotecas. Bailar es la máxima expresión de la libertad. Hay que dejarse de gritos y bailar. Algunos niños con autismo han empezado a hablar y a moverse gracias a la danza. El cuerpo tiene un lenguaje propio.

–¿Se puede taconear el house o el reggaetón?

–Claro que sí (taconea y canta).

–Se van a enfadar los vecinos de abajo...

–No te preocupes. Son tres actores porno. Este edificio tiene mucha mandanga (risas).

–¿Cómo dulcifica Rafael un pseudónimo tan amargo?

–Me llamo Jesús García Hernández. Amargo es un personaje de la obra de Lorca (recita el poema). Lo dulcifico haciendo que la gente se rinda. De primeras caigo mal, porque soy muy echado para adelante y desvergonzado. Pero tengo mucho sentido común, sé decir gracias y pedir perdón.

–¿Por quién se cortaría la melena?

–Ya existe esa persona. Estoy deseando que me lo pida...