Buscar Iniciar sesión

La salvaje e inédita sinceridad de Max Aub

Una imponente edición recoge la totalidad de los diarios del gran escritor,
El pasaporte de Max Aublarazon
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

Barcelona Creada:

Última actualización:

Honestidad. Probablemente esta sea la palabra que mejor define a un espíritu insobornable llamado Max Aub, un autor que en ocasiones escribió provocando la incomodidad de muchos, ya fueran ganadores o derrotados de la Guerra Civil. La Biblioteca del Exilio de Editorial Renacimiento acaba de obrar el milagro de brindarnos uno de los más importantes dietarios del autor de «Jusep Torres Campalans». En cuidadísima y esmerada edición de Manuel Aznar Soler, «Diarios 1939-1972» es un viaje personal por la historia más dolorosa de la España del siglo XX aportando, además, algunos textos hasta ahora inéditos de Aub. Es la reunión de las diferentes libretas de este narrador en una línea que nos lleva desde el inicio de su exilio en Francia hasta poco tiempo antes de fallecer en Ciudad de México.
Aub siempre pensó en la posibilidad de llevar a la imprenta estos materiales, aunque en vida solamente se conocieron algunos fragmentos. De este trabajo es, en palabras de Aznar Soler, «La gallina ciega» «el de mayor ambición literaria» y donde mostraba su mirada a la España franquista en la que vivían los triunfadores del conflicto armado y los que formaban parte del llamado exilio interior. Las casi mil páginas de dicha obra nos dibujan a un hombre que exclamaba en agosto de 1945: «¡Qué daño no me ha hecho, en nuestro mundo cerrado, el no ser de ninguna parte! El llamarme como me llamo, con nombre y apellido que lo mismo pueden ser de un país que de otro...».
Max Aub fue un hombre de principios democráticos, a quien no le importa dejar en las páginas de estos diarios su mirada crítica hacia las políticas de Francisco Franco o Fidel Castro. Lo que no tolera son las medias tintas, cierta ambigüedad con la que algunos tratan de salir a flote y sacar partido de la situación. En este sentido resulta muy significativa su recreación de un diálogo, en 1963, entre Camilo José Cela y el entonces ministro de Gobernación Manuel Fraga. Durante unas propuestas, mineros asturianos fueron torturados, lo que se había traducido en un manifiesto de protesta con 180 firmas, sin la de Cela. Fraga lo había convencido de que no había ocurrido nada. Días después, en Gijón, un teniente de la Guardia Civil, a las órdenes del capitán incriminado en la represión, le confirmó que lo que se decía era cierto. Cela volvió a verse con Fraga y este le espetó: «¿Y qué? ¿Vas a hacerle el juego a los comunistas?». Y el escritor no firmó la protesta.
Max Aub admite que su generación literaria no estuvo a la altura de las circunstancias, es decir, no ha seguido los pasos del 98 de Machado o Baroja, tanto desde un punto de vista literario como social. Con cierta amargura escribe en junio de 1955 que «no hay ruptura, es decir, nadie tiene personalidad suficiente, todos pertenecemos a la misma clase gris. Hubo el intento del surrealismo, pero no podía pasar de eso. No tuvimos, en literatura, el equivalente de Picasso». En estos diarios podemos seguir, asimismo, el trabajo de Max Aub en alguno de sus libros, ya fueran acabados, como «La gallina ciega», o ya quedaran inconclusos, como su proyecto de novela acerca de Luis Buñuel. Sobre este último trabajo hay numerosas referencias de sus conversaciones con el cineasta, como es el caso de una entrada de enero de 1969 en la que Aub apunta: «Primera entrevista con Buñuel. Miente, como todos, a medias. Calla lo que le conviene, como es natural. Resultado: tendré que escribir dos libros, tal como sospeché desde el principio. Refuerza la aseveración de J.D.C. [Joaquín Díez Canedo]: “Eres un autor póstumo”».
No faltan los juicios duros sobre varios compañeros de generación, nombres con los que se ha ido cruzando a lo largo de su vida. Por ejemplo, del escritor y hombre de teatro Cipriano Rivas Cherif dice que no puede contar todo lo que sabe porque «sería –sin razón valedera– salpicar a la República, ayudar a sus enemigos, sin razón. Maricones los hubo, los hay y los habrá». De Dámaso Alonso, tras saber que ha sido nombrado director de la Real Academia Española, anota que «ya tienes sangre real. Te veo y no te creo. Tienes en tus manos el gobierno supremo; indebidamente, pero lo tienes: no eres el primero. Claro está que eso no te quita ser hijo de la ira, pero te tienes que mirar, como tal, expuesto en un escaparate». Al saber que Pablo Neruda ha ganado el Premio Nobel de Literatura, Max Aub lo dibuja como «un gran poeta español, el mayor, por lo menos por el tamaño».
Max Aub, en estos diarios, nos ofrece aquello que silencian los manuales de historia y literatura, aquello que vivió y narró. Con esta publicación de Biblioteca del Exilio se reafirma como uno de los narradores más salvajemente sinceros de su controvertido tiempo.

Archivado en: