Sánchez-Garnica: "Todos los muros son permeables"
La escritora publica «La sospecha de Sofía», una trama de identidades y espionaje en una Europa que terminaba en el Berlín de la RDA.
La escritora publica «La sospecha de Sofía», una trama de identidades y espionaje en una Europa que terminaba en el Berlín de la RDA.
Tres países, dos dictaduras y una revolución. Paloma Sánchez-Garnica viaja a ese año bipolar que es 1968 en «La sospecha de Sofía» (Planeta), una novela con sede en el Madrid franquista, la Francia del eslogan y el adoquín, y aquel lúgubre Berlín que languidecía a la sombra del muro y la Guerra Fría. Una trama que se interna por los meandros de un matrimonio que padece la esclerosis de los prejuicios y el día a día, el enigma sin resolver de unos gemelos separados en la nuca y la influencia de aquella República Democrática Alemana dominada por la Stasi y sus confidentes. «Los habitantes de la RDA estuvieron encerrados durante 28 años en un campo de concentración al aire libre. No podían salir de su propio país. Ahora estamos vigilados y pueden bombardearnos con anuncios, porque saben lo que nos gusta consumir, aunque para eso está la lectura, para no dejarte manipular. Pero es que ellos no podían escapar».
Paloma Sánchez-Garnica pasea por los escenarios de su ficción: la puerta de Brandeburgo, el muro de Berlín, el lugar donde murió Peter Fechte, la primera persona que murió intentando saltar al lado occidental. La autora ha recreado el ambiente de opresión y vigilancia de la RDA. Revela los métodos que empleaba la Stasi para controlar a los escasos 16 millones de habitantes del Berlín del Este. «Hubo gente que se acomodó en el sistema y no tenía problemas porque sus necesidades estaban cubiertas. Pero otros no estaban de acuerdo con el sistema».
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¿Y qué les pasaba a esos?
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En el momento en que pedías una solicitud para salir de la RDA, entrabas en una lista negra, se te vigilaba, tenías problemas para ascender en el trabajo, tus hijos no encontraban plaza en la universidad o en la guardería, o no encontrabas piso. Todo dependía de la solidaridad estatal. Tenías que devolver lo que se te daba rindiendo pleitesía al Estado.
Paloma Sánchez-Garnica recuerda que visitó la RDA antes de que el telón de acero cayera en 1989. Y aún recuerda el ambiente de plomo, los rostros grises y esos escaparates grandes, sin apenas artículos, pero polvorientos y desalentadores. «Los intelectuales se equivocaron al juzgar lo que sucedía. El comunismo quiso acaparar una revolución que era de todos. Todavía, de hecho, algunos siguen creyendo que es posible. Están resurgiendo los comunistas igual que los nazis. Los hombres no aprenden de sus errores. La Primera Guerra Mundial llegó después de un periodo de esplendor y descubrimientos. Pero después llegaron los nacionalismos. Estamos caminando hacia atrás. Vamos a cometer las mismas equivocaciones que en el pasado. Parece que Europa vuelve a los nacionalismos».
La novelista, que ha visitado la cárcel de la Stasi y su archivo, reflexiona sobre la actual deriva del Viejo Continente y alerta sobre los nuevos muros que se están erigiendo en nuestras sociedades: «El primero de todos es el egoísmo. Únicamente nos interesa lo que es nuestro, lo mío. Machacamos a las minorías y las minorías intentan manipular a las mayorías. El verdadero muro es la falta de respeto al otro, a las opiniones que son diferentes a las nuestras. Parece como si tuviéramos que pensar igual, de la misma manera, pero la base de cualquier sociedad es la tolerancia. Pero solo consideramos que es verdad lo que es nuestro y, además, no aceptamos lo de los otros. No solo no se admite, sino que se ataca».
Paloma Sánchez-Garnica está convencida de que las barreras no separan, solo hieren. Y que cualquier intento, en el pasado, en el presente o en el futuro está condenado a fracasar. «Todos los muros son permeables. Nunca han sido la solución. Son una locura. No son más que la neura de los políticos». Y pone un ejemplo, el muro de su novela, el muro de Berlín: «Cayó de una manera tonta, porque un señor no supo responder a la pregunta de un periodista. Era la segunda rueda de prensa que se daba en la RDA en 40 años y la primera internacional. Todos los habitantes de la RDA fueron al muro para ver si era cierto. al principio sellaban los pasaportes, pero luego comenzaron todos a pasar». La Guerra Fría terminaba.