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Santiago Muñoz Machado: «El Estado debe asegurar que la RAE sea estable»

El jueves pasado fue elegido para suceder a Darío Villanueva al frente de esta institución. Un relevo que llega en un delicado momento económico, aunque él asegura que «voy a convencer al Gobierno para que mejore sus aportaciones».
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El jueves pasado fue elegido para suceder a Darío Villanueva al frente de esta institución. Un relevo que llega en un delicado momento económico, aunque él asegura que «voy a convencer al Gobierno para que mejore sus aportaciones».
Santiago Muñoz Machado gasta el humor de los tímidos, que es un humor lúcido, elegante, aunque discreto como un traje convencional. «Dicen que no soy gracioso, pero eso no es verdad. Lo que no soy es chistoso», dice con sorna. Muñoz Machado trae consigo la seguridad del hombre que conoce las leyes, que es una seguridad contundente, con musculatura de herrero, y que da a sus declaraciones una firmeza granítica que casi sienta jurisprudencia.
–¿Qué le preocupa de la Real Academia Española?
–No me preocupa nada que sea invencible o una losa relevante. Como todas las instituciones, tiene problemas transitorios que son los que deben atender los directores.
–¿Cuáles son las debilidades?
–Con la crisis económica, las ayudas del Estado han decrecido y se ha situado a un 20 por ciento de presupuesto de gastos de la institución. Hemos notado una merma de ventas de nuestros libros, sobre todo, del diccionario. También vemos que el patronazgo de las empresas se ha reducido por esta razón. Estas fuentes son las que hay que atacar. No tenemos más margen. Aparte de la empresa RAE Gestión que intenta comercializar mejor todo lo que ha producido la Academia desde 1713, como las obras. De esto ha vivido la Academia. Ahora intentamos comercializarlo aprovechando el mundo digital.
–¿La solución?
–Hablar con el Gobierno para mejorar las aportaciones a la RAE. Muchos lo ven imposible porque el Estado está flojo de financiación y la austeridad afecta a la cultura. Pero estoy convencido de que convenceré al Gobierno para que mejore las aportaciones a la RAE y, también, de que lo voy a conseguir. Pero también estoy convencido de que las empresas revisarán sus aportaciones y mejoraremos los patrocinios, porque las empresas tienen que concienciarse de que colaborar con la RAE es un honor y una cuestión de gran prestigio que les beneficia para mejorar su posición en el mercado y vender sus productos. También debemos optimizar nuestros productos y sacar más rentas del Diccionario y la Gramática. Y lo vamos a lograr a través de la plataforma Enclave RAE, donde están todos los recursos lingüísticos y que creemos que lo vamos a poder implantar en todas las instituciones, administraciones públicas, justicia, par-lamentos. Vamos en camino de mejorar la autofinanciación.
–Hace años se acudió al idioma como recurso económico.
–Su valor económico es indiscutible. Es un mercado de 550 millones de individuos. Es un recurso inapelable para traficar en un mundo globalizado. Las empresas son conscientes de este privilegio. Los gobiernos son menos diligentes, se dejan llevar por lo inmediato, por las necesidades electorales, y no se ocupan tanto. Cuesta convencerles de la importancia que tienen para el país y el Estado muchas de las cosas que se hacen y cuya trascendencia hay que explicar muy despacio para que se enteren. Es algo repetitivo intentar aclarar lo prioritario que es la cultura y la política lingüística. Un ejemplo: el «Diccionario Panhispánico del español jurídico». Compendia todos los vocablos del área hispanoamericana. Esto supone un valor incalculable en seguridad jurídica para los legisladores, órganos judiciales. Es una información vital para tomar las decisiones más justas. Es mantener una cultura jurídica común. Ahora tenemos que sensibilizar a los gobernantes para que empujen un proyecto que la RAE ha hecho sin ayuda.
–Ayer dijo que la RAE es cuestión de Estado.
–Lo que hace la RAE es esencial. Esto no es un club de lingüistas o de personas que escriben. Aquí hacemos las cosas porque desde que se fundó la Academia se han acometido trabajos para asegurar la pureza del idioma y ofrecer servicios de ayuda pública, como la atención a la duda. Son tareas de Estado ejercidas por financiación de base privada, pero tareas de Estado. Lo digo porque la Academia debe tener la protección suficiente por parte de éste para que sea estable y segura, de igual manera que el estado se ocupa del mantenimiento de otras instituciones para el ciudadano y, también, para que el Estado sea reconocido como Estado y no pierda elementos esenciales como la lengua.
–La unidad del español siempre ha sido esencial.
–Hay que trabajar siempre en este aspecto. La misión principal de la Academia es justamente la unidad, junto a las americanas. Existe esta unidad en la actualidad. La unificación se nota, porque nos entendemos bien. Pero si abandonamos este trabajo y no estamos atento al que realizan las academias y a la vigilancia del idioma que se lleva a cabo, sobre todo, a través de las obras de la RAE, que no siempre tienen un sentido regulatorio, pues la dispersión empezaría. Si no tuviéramos la Gramática se tenderían a crear gramáticas distintas. Esto no es una invención, es lo que pasó en América durante la independencia.
–Se ha denunciado el exceso de inglés en nuestra lengua.
–Si hay palabras españolas, se deberían usar. Pero la invasión del léxico inglés es inevitable. No es fácil cambiar la denominación. Ellos inventan un producto, lo califican y después resulta que ya es muy difícil de cambiar porque la sociedad lo asume. Siempre protestamos del abuso del inglés en la publicidad y la televisión, pero luego hay otro fenómeno que es imparable y no tiene por qué perjudicar. Esto ha acompañado al español durante toda su existencia.
–¿Cómo observa la presencia del español en Estados Unidos, donde Trump le ha declarado la guerra?
–No se pueden poner puertas al idioma. En Estados Unidos existen ciertos sitios a los que les molesta este crecimiento porque supone el crecimiento de una comunidad, la hispánica, que tiene en la política y la sociedad una importancia creciente. Una de las maneras en que se trata de evitar esto es imponer el idioma inglés, pero esto no es sencillo ni nada fácil, sobre todo, cuando ha crecido tanto una comunidad como la hispana. Se puede augurar que, como ésta tiene un crecimiento mayor que otros grupos de población, el crecimiento de la lengua española se mantendrá en el futuro.
–Usted ha demostrado en un ensayo que el castellano fue una lengua de encuentro en América. ¿Qué opina de los que intentan marginarla en Cataluña?
–He dicho que el español ha sido un lugar de encuentro con motivo de la colonización de América. España no impuso su idioma a las comunidades amerindias, respetó sus lenguas y hasta bien avanzada la época de las colonias jamás impuso la obligación comunicativa en español. Hizo lo contrario, a pesar de las instrucciones de los reyes. Esto no se ejecutó. Los encargados de la evangelización, de hecho, respetaron y mantuvieron, haciendo gramáticas y diccionarios, las lenguas que encontraron. Este es un conjunto de obras que aún perduran hoy. Es muy bonito e importante en lo cultural, y en lo político, que haya regiones que tengan un idioma propio. A los que no somos de regiones de este carácter, nos da envidia. A mí me gustaría tener una lengua propia. Pero despreciar el valor de tener una común o pretender sustituir una lengua común es un criterio o una política muy localista.
–Aprender y enseñar. ¿Se está enseñando bien el idioma?
–Existe un punto de deterioro apreciable en la educación. Y no únicamente a un nivel, sino a todos los niveles, en la enseñanza media y también en la universitaria, que han caído bastante. Las críticas son unánimes y es lamentable, porque afecta al aprendizaje del español, de la química y el inglés. Es un problema general. Si se analiza la calidad del uso del español entre todos los estudiantes se aprecia que el grado de disparate, de errores y consecuencias en su manejo es creciente. Hace falta corregirlo, porque el idioma que más utilizan los jovenes es el de las redes, que es muy familiar y se emplea en comunidades pequeñas, y está bien, pero también hay que saber manejar también el real.