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Sara Baras: «Cuando cocino, zapateo»

Hoy estrena en el Teatro Apolo de Madrid «Voces», un espectáculo flamenco en el que homenajea a grandes como Paco de Lucía.
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Hoy estrena en el Teatro Apolo de Madrid «Voces», un espectáculo flamenco en el que homenajea a grandes como Paco de Lucía.
Si recordar es fácil para el que tiene memoria y olvidar resulta difícil para quien tenga corazón, Sara Baras resucita a los maestros Paco de Lucía, Camarón, Enrique Morente, Antonio Gades, Moraíto y Carmen Amaya en «Voces», la banda sonora del flamenco. Embajadora honorífica de la marca España, la bailaora ha actuado en los mejores teatros del mundo. Hoy vuelve a Madrid el zapateo, la pureza y la elegancia de quien se expresa con sus tacones en un baile extrasensorial. Se trata de una artista soberbia, y solidaria, siempre al servicio de los demás. El espectáculo podrá verse en el Teatro Nuevo Apolo durante los próximos meses. Es su décimoprimera temporada. Se merece un ole, de verdad.
–¿Por qué la gente no se cansa de verla?
–(Risas) Una va creciendo, igual que la vida, y llenando la mochila de sensaciones distintas. Es un regalo compartirlas con el público, defender el arte más bonito del mundo, que es éste, y agradecer a los maestros todo lo que hicieron por el flamenco.
–¿Están esos maestros lo suficientemente homenajeados?
–No. Ellos marcaron un antes y un después. Fueron artistas que pusieron España donde merece, en cualquier lugar del mundo.
–El desencadenante de «Voces» era la muerte de Paco de Lucía.
–Universalizó el flamenco. Tuve la suerte de conocerlo y de estar cerca de él en muchas ocasiones. Era toda una lección en sí mismo. A veces una lleva voces por dentro y a medida que pasan los años les va otorgando más valor. Nunca se olvidan. Estos maestros dan lecciones hasta no estando aquí. Su arte, sus consejos, sus formas de expresarse, su compromiso, su lucha, su espíritu de superación... Nos dejaron tanto, a nivel profesional y personal... La guitarra de Paco de Lucía para el bailaor era un sueño. Nada ha sonado mejor. La que no baile con él es mejor que se dedique a otra cosa.
–Ahora la maestra es usted...
–Intento transmitir a las nuevas generaciones la admiración que siento por los grandes maestros.
–¿Qué dice su baile de su personalidad?
–Todo. Es el reflejo de mí. Se baila como se es, porque en ocasiones puedes estar de una manera y convertir el baile en tu vía de escape. Normalmente, sirve de desahogo. Pero hay un alma que nos delata.
–¿A qué suenan sus «Voces»?
–A gloria. Es la banda sonora de nuestra vida.
–¿Y sus tacones?
–Pueden ser la música más dulce cuando acaricias, pero también pueden sonar a rabia cuando quieres defender algo. Tienen lenguaje propio.
–¿Cómo entenderlo?
–No hace falta saber de flamenco. Sólo hay que dejarse llevar y tener sensibilidad.
–Sus pies son arte en movimiento. ¿Qué hace para mantenerlos en la tierra?
–Rodearme de personas muy grandes, empezando por mis padres, a quienes les debo todo. Mi familia me hace tener los pies en el suelo y valorar las cosas.
–¿Y la mente? ¿En qué piensa?
–Cuando bailo no pienso, sólo siento.
–Sus creaciones son los espectáculos de danza más vistos y de mayor recaudación en España. ¿El flamenco da dinero?
–(Piensa). Nunca me lo habían preguntado. Somos una compañía privada que ahora cumple 20 años. Y eso únicamente es posible con el trabajo bien hecho y la reacción del público.
–Pero, ¿puede una mujer hacerse rica bailando?
–Ya lo dijo Antonio Gades, esto no es para hacerse rico. Aunque el alma se enriquece.
–¿Está el flamenco menospreciado?
–Los espectadores lo adoran. En los festivales y teatros más importantes del mundo hay flamenco. La gente flipa. En España nos hacen falta ayudas, escuelas donde los jóvenes puedan trabajar y estudiar.
–¿Requiere una regeneración?
–No. Lo que necesita es respeto y honestidad. Tenemos que cuidar nuestro arte.
–Usted se crió en La Isla de San Fernando, la de Camarón...
–Exacto, aunque nací en Cádiz. Me he criado con su música, la de Falla y la de Paco de Lucía. Mi madre decía que Camarón tenía una cajita de música en la garganta. Es verdad que el artista nace y se hace. Pero él nació y no le hizo falta ni hacerse.
–¿Baila a deshoras?
–Bailo lo que haga falta. Con mi hijo, en las fiestas, con los amigos... Cuando cocino, zapateo. Mi vida es bailar.
–¿Qué necesita para arrancarse?
–Nada. Cualquier excusa es buena (risas).
–¿Y si hubiera acompañado esta entrevista con unas palmas?
–Te hubiese hecho el compás, bailando.
–¿Cuánto vale un ole de verdad?
–Un ole sincero, de alguien que sepa, vale mucho. Pero el que más ilusión me ha hecho es el de «Mi princesa Rett», fundación de la que soy madrina. Y el de mi hijo, claro. Haber sido mamá es el ole más grande mi vida.