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Sin libros ni exámenes: la utopía educativa del Instituto-Escuela

La Institución Libre de Enseñanza publica un libro con más de 500 imágenes para conmemorar su centenario
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La Institución Libre de Enseñanza publica un libro con más de 500 imágenes para conmemorar su centenario
“Cuando se crea el Instituto-Escuela en el año 1918, la Institución Libre de Enseñanza ya lleva 40 de práctica de una pedagogía totalmente innovadora. Tanto, que en 1884 se interesa por ella el comisariado de educación de los EE.UU”, recuerda Eugenio Otero, uno de los comisarios del libro-catálogo “La nueva educación. En el centenario del Instituto Escuela”, que fue presentado ayer en la Fundación Francisco Giner de los Ríos.
En 2018 se cumplieron cien años de la creación por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de este Instituto-Escuela, el más ambicioso “ensayo de reforma” de la educación pública en las etapas preuniversitarias desarrollado hasta entonces en España y una de las experiencias pedagógicas más notables de la Europa de entreguerras. Con este motivo, la Institución Libre de Enseñanza (ILE), la Residencia de Estudiantes y Acción Cultural Española han organizado la exposición “Laboratorios de la Nueva Educación”, para la que han contado con la colaboración del Ministerio de Educación y Formación Profesional y la participación de la Fundación Estudio.
El Instituto-Escuela “formaba parte de un proyecto de modernización de la sociedad española desde una nueva educación y promoviendo el progreso científico y cultural como únicos medios capaces de situar a España entre los países más avanzados. No es solo historia de la educación, lo es también cultural, de la aventura modernizadora en España, del éxito de las miles de personas que salieron formadas de sus aulas. El proyecto de un centro público modelo que estuvo concebido como un laboratorio para ensayar reformas que más tarde se generalizaron, de hecho, no es comprensible el extraordinario desarrollo de la educación pública durante la República si no fuera por toda esa tarea previa”, afirmaba José García-Velasco, presidente de la ILE.
Aquellos “laboratorios” se proponían formar ciudadanos críticos y solidarios, a través de unos espacios, unas prácticas y unos métodos que se fueron desarrollando durante años y que quedaron truncaron parcialmente con la contienda civil y la postguerra. A pesar de ello, muchos siguieron empeñados en recoger este legado, que logró pervivir en diferentes iniciativas, tanto fuera como dentro de España, como el colegio Cervantes.
Según Alejandro Tiana, Secretario de Estado de Educación, “el Instituto-Escuela fue una de las experiencias de renovación pedagógica más importantes que se vivió en el primer tercio del siglo XX. Se ha hablado de este periodo como la Edad de Plata de la cultura española y no por casualidad, el avance en el terreno de la ciencia, la venida de premios Nobel a España, laboratorios... Esta época supuso un avance muy importante en un sistema educativo poco desarrollado y con poco apoyo público, se creó el Ministerio de Instrucción Pública -se inició el pago de los maestros- que dio lugar a una interacción entre las instituciones educativas y políticas, confluyen los planes de reforma educativas de la ILE con los del gobierno a través de dicho Ministerio. La creación del Museo Pedagógico, de la Residencia de Estudiantes, la Junta de Ampliación de Estudios y el Instituto Escuela, forman parte de esto”.
Y prosiguió: “El Instituto-Escuela fue novedoso por muchas cosas, rompía con esa acusada separación entre la educación primaria y la segunda enseñanza, buscaban poner juntas en una misma institución la parte de escuela y la de instituto y, además, era un centro donde no sólo se iba a educar a niños y jóvenes sino a formar a los docentes, a maestros y profesores al mismo tiempo, y si esto se unía a lo que se estaba haciendo en las demás instituciones creadas se comprueba que España estaba integrada educativamente en Europa dentro de ese movimiento que se dio en llamar la Escuela Nueva”.
El volumen presentado recoge diferentes colaboraciones que analizan el contexto europeo en el que se produjo este movimiento de renovación y las reformas en Europa y en España; recorren su trayectoria, evalúan su alcance y reflexionan sobre el eco de sus principios pedagógicos y las prácticas de estos “laboratorios de la Nueva Educación”. Por otro lado, un aspecto importantísimo del libro es la amplia selección de imágenes que lo ilustran (más de 500, la mayoría inéditas), que muestran en qué consistían las innovaciones y peculiaridades de aquellos proyectos.
Fotografías de los edificios, de las aulas, de las excursiones y viajes, de los deportes, talleres y otras actividades que desarrollaban. A ello se suma una variedad de materiales escolares, como las fichas que preparaban los profesores para sus clases o los cuadernos de trabajo que elaboraban los alumnos, varios de ellos fueron creadores o científicos importantes en el futuro. Además, el libro incluye una selección de textos históricos y testimonios de antiguos alumnos del Instituto-Escuela al final del mismo que ayudan a reconstruir esta historia con recuerdos de primera mano.
Sobre estas fotos, García-Velasco apostilla “que son el ejemplo del trabajo que la Residencia y la ILE llevan haciendo muchos años de la recuperación de un memoria que había sido destruida o desperdigada, es el resultado de una tarea de búsqueda de muchos de los testimonios desaparecidos y esa recogida de materiales es muy importante porque a través de ellos lo que hemos construido no es una memoria histórica hecha de imaginería política, sino que estamos hablando de ciencia, de un conocimiento científico riguroso”. Esta monografía es, además, el catálogo de la exposición que, con el mismo título, podrá verse a partir del otoño próximo en la sede de la Institución Libre de Enseñanza, en Madrid.
Su propósito era establecer en la enseñanza pública su principal objetivo: educar ciudadanos capaces de gobernar su vida. Debía servir para promover la inclusión y la igualdad, la ciudadanía crítica y solidaria y para suscitar el espíritu creativo, innovador y cosmopolita. Para ello se apoyaba en pedagogías activas que fomentaran la construcción por el propio estudiante del conocimiento y de su personalidad en colaboración con el maestro, cuyo papel era el de acompañante y guía de este aprendizaje y en cooperación con sus compañeros.
Aprendizaje basado en el rechazo de la instrucción memorística, del libro de texto y de los exámenes; en la necesidad de desarrollar cuerpo como mente; en la importancia de la educación de la sensibilidad y el desarrollo de las capacidades artísticas y creativas, de los idiomas, del deporte. “Aprender haciendo” a través del trabajo en el aula y fuera de ella, de su elaboración en el cuaderno escolar, de las excursiones y visitas al campo, al museo, a la fábrica... Una educación de “laboratorio”.