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Socorro Venegas: en la frontera del dolor

La autora mexicana presenta “La memoria donde ardía”, un guiño al soneto de Quevedo y un homenaje a los personajes reales de su vida que han sobrevivido, como ella misma, a la muerte de los más cercanos

La autora mexicana, en Madrid
La autora mexicana, en Madridlarazon

La autora mexicana presenta “La memoria donde ardía”, un guiño al soneto de Quevedo y un homenaje a los personajes reales de su vida que han sobrevivido, como ella misma, a la muerte de los más cercanos

Un niño se instala cada día a las puertas de una taberna. Anhela el otro lado. Desea atravesar el límite de lo prohibido para los débiles de la sociedad: las mujeres y los niños. Con su lenguaje, Socorro Venegas toma al pequeño de la mano y avanza. “Me interesa mucho lo marginal, las orillas. Desconfío de las fronteras, deseo pasarlas”, confiesa la galardonada autora mexicana respecto a su más reciente libro de cuentos, “La memoria donde ardía”, que se convirtió en el más vendido de la caseta de la editorial Páginas de espuma en la recién clausurada Feria del Libro de Madrid.

El título es un guiño a “Amor constante, más allá de la muerte”, de Quevedo, que Venegas describe como “un canto a la vida. Es un grito que dice: “La muerte no puede nada aquí, es otro territorio””. De la muerte sabe ella suficiente: su hermano falleció de leucemia cuando tenía 9 años y ella 11. Años después perdió de manera repentina a su primer esposo.

Por eso sus personajes son, como ella misma, sobrevivientes. Pero no es su tragedia la que Venegas narra, sino lo que viene después. “No estoy escribiendo desde la herida abierta, recién infligida. Lo hago desde ese momento donde los personajes ya pueden narrarse a sí mismos, y para que se puedan hacero se necesita una sintaxis y un dolor ya domesticado, asumido –afirma–. A veces pienso que lo que les sucede a estos personajes es lo que les pasa a los soldados que vuelven de la guerra y han perdido un miembro, pero sienten dolor en la extremidad que ya no existe. Eso ocurre con estos personajes: esa ausencia, paradójicamente, los alimenta. Eso que duele se vuelve también un motor para su propia reconstrucción".

Venegas explica que su interés literario se centra, por tanto, en los mecanismos que han permitido a esas personas sobrevivir. El modo doloroso en que se vivió en su familia la muerte de su hermano pequeño “diseñó para mí una respuesta a la pérdida”, afirma. Por eso, quizá, explora en la literatura otros modos de reaccionar ante ella, como la protagonista viuda de uno de los relatos que hace un pacto con otro sobreviviente para traspasar la responsabilidad de una tarea rutinaria pero demasiado dolorosa: la de guardar, organizar o regalar las pertenencias del fallecido.

A pesar de abordar la muerte de frente, los relatos no rozan el melodrama. Son honestos y brutales, sin adornos ni cursilerías. "Quiero pensar en este libro como un homenaje a los que sobreviven. No porque sean valientes, ni especiales, pero porque se han quedado, han sido simplemente humanos", afirma la autora.

Pero no todo en “La memoria donde ardía” es duelo. También hay relatos con un regusto de denuncia. Aunque la mexicana asegura que su interés es meramente literario, sus historias señalan sin miramientos ciertas carencias y realidades sociales, como la visión tan restringida de la maternidad que es común en gran parte del mundo, aunque quizá todavía más en el latinoamericano.

“El lugar común es que los hombres se ausentan, no se responsabilizan. El lugar común y la realidad. Pero también es parte de nuestra tradición literaria, desde Rulfo hasta donde quieras: los padres son ausentes–explica Venegas–. A mí me interesó esta exploración de la realidad donde los hombres usurparan la maternidad y a las mujeres, donde ellas se convierten solamente en un vehículo para que llegue el hijo, pero donde no se ve qué ocurre con su vida interior, con la catástrofe vital que puede significar un embarazo”.

“No hay espacio para las preguntas de estas mujeres porque nuestra sociedad está siempre preparada para desterrar a aquella que desconfíe o dude de la maternidad. De inmediato son vistas como monstruos”. Tampoco la muerte y el sufrimiento tienen lugar para existir: “Esta es una sociedad que no puede mirar el dolor, que le urge que el dolor se termine. Si te duele, lo disimulas, lo cubres. Nadie quiere ver que te dueles. Para mí, lo único que hay es la escritura. No me tomo un analgésico ni un antidepresivo. Ni voy a terapia. Voy a escribir”.

Venegas toma otro episodio central de su vida como punto de partida para explorar en la ficción una pérdida diferente: la de las muchas y ricas lenguas originarias de México. Uno de sus relatos presenta a tres generaciones de mujeres de una familia marcada por, de nuevo, la ausencia del patriarca. Solas, abuela, madre y nieta intentan comunicarse.

“Mi madre es de una comunidad indígena en México. Yo me enteré de que ella hablaba náhuatl cuando tenía 9 años y la escuché hablar con su madre en una lengua que yo no comprendía. Imagínate mi sorpresa”, recuerda Venegas de un momento que llama “un parteaguas” en su infancia, es decir, que marcó un antes y un después. “Tu lengua materna es tu mundo, es lo que te conecta con tu madre, con tus orígenes más profundos", reflexiona.

Pero el secreto materno tenía una razón de ser: “En la época en que mi madre creció, la educación escolar implicaba eliminar cualquier vestigio de lenguas indígenas. Hubo una represión tremenda porque civilización y desarrollo significaban eliminar ese pasado indígena que solo implicaba retraso”, explica. “Si a mi mamá se le escapa una palabra en náhuatl le pegaban con una regla en las manos o la dejaban bajo el sol durante horas. Ella pensó que protegía a sus hijos si no les transmitía ese idioma que era una anomalía. Y así es como se están perdiendo las lenguas originarias en México”.

En “La memoria donde ardía” los niños y las mujeres son los sobrevivientes, es decir, los más fuertes. Los que traspasan los límites. No las víctimas, sino los que “han podido con los retos y el dolor de este mundo”. La autora explica que “me interesaban como personajes que luchan y por cómo logran sobrevivir, qué elecciones toman desde el margen, desde donde nadie imaginaria que son capaces de algo”.