«Streaming» contra descargas
Algunos expertos se atreven ya a vaticinar el fin de las descargas de música (legales e ilegales) con el auge de los servicios como Spotify o Deezer
Mucha gente lo pensaba y lo sigue pensando. Es imposible ponerle coto a las descargas cerrando las páginas web que las alojan porque inmediatamente salen tres que las suplantan. Es una cuestión cultural: el usuario que «piratea» sigue haciéndolo si ha sido educado en que es un comportamiento adecuado... hasta que encuentra algo mejor. Y parece ser que ese algo mejor está llamando a la puerta desde hace un par de años: es el «streaming», o el consumo de música en línea sin necesidad de descargarla y poseerla. Recientemente, el Parlamento Europeo aprobaba una nueva normativa que facilite la gestión de los derechos de autor para este tipo de empresas (como Spotify, Deezer y muchas otras) que prestan servicios en más de un estado miembro. Las palabras de la diputada sueca Cecilia Wikström en defensa de la nueva normativa fueron elocuentes: «Necesitamos más historias de éxito en la economía digital europea. El próximo iTunes debería ser europeo, lo que sería bueno para los ciudadanos europeos y la diversidad cultural».
Para completar el escenario falta una fotografía, la de la situación de la música grabada en España. El mercado físico se desplomó el año pasado un 23 por ciento más, una cifra en el rango más pesimista posible de predicciones. Se vendieron 9,5 millones de CD (una caída del 16%) y el tan comentado auge del vinilo sigue siendo testimonial: 140.000 LP en todo el año (un 3 por ciento más). Y aún más: el mercado digital, que estaba manteniendo un moderado ascenso encadenando varios ejercicios en positivo, se frenó durante 2013: las descargas (legales) de canciones o álbumes cayeron un 9,5 por ciento, las descargas de tonos de móvil son ya inexistentes, y la única buena noticia es el aumento de un 9,5 por ciento de la suscripción a las plataformas de «streaming». Una pequeña luz para una industria que en 13 años ha perdido el 80,9 por ciento de sus ingresos.
La memoria del teléfono
En el encuentro internacional de la industria en Cannes, el MIDEM, las conclusiones miraban tímidamente hacia la vuelta al crecimiento y en el centro de todos los debates ha estado Spotify y similares. Marc Geiger, responsable musical de una de las agencias artísticas más importantes del mundo, WME, que representa a Lady Gaga y Adele, dio por «acabadas» las «apestosas» descargas ilegales que ocupan espacio en los discos duros y terminales portátiles ya saturados de todo tipo de contenidos como fotografías y aplicaciones. En cambio, enfatizó que «el santo grial, el nirvana» son los diez euros al mes que pagan los abonados a los servicios de «streaming» por tener casi todos los fondos de música y llevarlos consigo a cualquier parte. Según sus cuentas, en una década, «500 millones de clientes de pago suscritos a un servicio mínimo de 10 euros al mes proporcionarían a la industria unos 60.000 millones al año», informa Efe. «Si no empezamos a decir: ''Pasa del archivo y el CD, mejor apúntate a Spotify'', nos estaremos condenando a nosotros mismos», remató Geiger.
Exactamente en esa línea parece ir la legislación que ha aprobado Bruselas esta misma semana, que, en palabras del comisario europeo de Mercado Interior, Michel Barnier, representan la «piedra angular del mercado digital único europeo. Esta normativa contribuirá a dinamizar un sector con un potencial económico que no se puede ignorar». La nueva regulación (que parece a la medida de Deezer y Spotify, dos compañías comunitarias) trata de poner orden sobre los derechos de autor de los artistas y facilita la concesión de licencias para prestar estos servicios en varios países de la UE. Además, la norma trata de corregir algunos problemas del sector, asuntos sobre los que los artistas se han quejado y que la diputada Marielle Gallo puso de relieve: «Garantizaremos que los autores, todos, obtienen beneficio justo y a tiempo por sus obras a través de unas organizaciones de gestión colectiva con una regulación estricta y transparente». Suecia, cuna de Spotify y mercado a la vanguardia europea (y en las antípodas de las tasas de «piratería» de los países del sur), fue uno de los pocos mercados que en 2012 logró romper la racha de 15 años de caídas en las ventas, al lograr un 13,8 por ciento de aumento respecto al año anterior. En 2013, el país mejoró otro 5 por ciento sus ventas empujado por el «streaming», que representa ya más del 70 por ciento del total de los ingresos de la música grabada. Por contra, las descargas perdieron un 22,6 por ciento de sus ventas, después de otro descenso del 24,7 en 2012. Lo que los servicios de «streaming» han conseguido es inyectar algo de dinero en el sector, pero otra cosa es cómo se distribuyen esos ingresos. «En nuestro caso, Spotify nos da visibilidad y permite llegar a todo el mundo. ¿Dinero? No, dinero no», comenta Marisa Moya, responsable del área editorial del sello independiente Marxophone. «Monetizas parte de tu trabajo, a poquitos. Pero en nuestro caso ni se acerca a los ingresos que tenemos por la venta de discos físicos, en parte, porque hacemos discos para adultos, pero supongo que para la compañía de Beyoncé, que tiene millones de reproducciones, sí que resultará muy beneficioso». Lo que se plantea ahora en Europa y en el resto del mundo es una competencia por ganar posiciones como servicio hegemónico. En la actualidad existen más de 500 páginas en el continente que permiten escuchar canciones en «streaming», muchas de ellas de ámbito nacional, pero casi todos los analistas coinciden en que apenas sobrevivirán dos o tres gigantes como lo eran las multinacionales de la música, algo que también preocupa a los artistas. En el caso de editoras pequeñas como Marxophone, ceden su catálogo o parte de él a cambio de nada. «Recibimos una cantidad por cada reproducción que tienen nuestras canciones, lo que, al cabo del tiempo, algo suma», explica Moya sobre las retribuciones.
«Spotify es el presente como herramienta para nosotros, pero no es el presente en lo que se refiere a la parte empresarial, porque los ingresos son pequeños. Sin embargo, sí coincido en que es el futuro, y que a medida que se va mejorando el servicio, cumple las características de inmediatez y rapidez de uso que quiere la gente hoy, y si además se puede llevar en el móvil... Pienso que sí puede tener un papel clave para acabar con las descargas ilegales», comenta Moya.
Mega y The Pirate Bay: eternos supervivientes
Un año después de que todo el planeta, incluidos los no internautas, se enteraran de qué era Megaupload, al cerrarlo el FBI por infringir los derechos de autor, su creador, Kim Dotcom, creaba Mega. Para alojar contenido, también protegido, en este «ciberlocker» la cosa no puede ser más simple: basta con abrirse una cuenta y ya puedes subir a la «nube» lo que desees una vez alojado, es suficiente con un clic en el botón derecho para que se genere una URL que se puede compartir con cualquiera. Mucho más sencillo que en el original. Aun así, los resultados no son los que su dueño esperaba. No ha alcanzado el número de usuarios de su antecesor, y es que el público prefiere otros sistemas de almacenamiento sin sombra de sospecha como Dropbox. Quien también ha resistido pese a la persecución judicial es el servicio de intercambio de archivos más famoso del mundo. Después de volver a estar on-line en 2012 y ganar popularidad, promete novedades para el año que acaba de empezar: «El objetivo es crear un cliente de navegador para eludir la censura, incluyendo el bloqueo y confiscación de dominios y el de direcciones IP», informó una fuente identificada como perteneciente a The Pirate Bay, que habló bajo la condición de mantener el anonimato, de acuerdo con el diario británico «The Guardian». El nuevo software estará disponible como un navegador independiente o como accesorio para Mozilla Firefox.
Los 1.000 millones de «Youtube»
El consumo de música bajo demanda también se puede hacer a través de otras plataformas conocidas, como Vevo o YouTube, que vive una segunda juventud gracias a los vídeos musicales. Y aunque hay que recordar que la plataforma de Google remunera a partir de una cantidad de visitas a la persona que sube el vídeo, no al artista que aparece en él, los canales oficiales de las discográficas están teniendo un eco importante en la web de vídeos.
Tanto es así que el vicepresidente de contenidos de YouTube, Tom Pickett, ha asegurado que la compañía ha pagado «alrededor de 1.000 millones de dólares a la industria musical durante los últimos años» y ha anunciado que se está «centrando totalmente en la música». La industria británica aplaudió el cambio de política respecto a años anteriores, cuando apenas recibía «algunos peniques».