«14.4»: La huida como única meta
Autoría: Juan Diego Botto, Sergio Peris-Mencheta y Ahmed
Madrid Creada:
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La vida del actor nunca es fácil. Cualquiera que quiera dedicarse hoy al arte de Talía debe saber que la competencia es feroz, las ofertas son escasas y las posibilidades de mantenerse exclusivamente de este trabajo son mínimas. En los inicios de muchos de los intérpretes hoy consagrados y famosos, hay un denominador común, compartido quizá con otras profesiones liberales (como la del periodismo): la precariedad, el pluriempleo y el sacrificio. Pero incluso en la escasez hay jerarquías y en la carestía hay desigualdad.
El desierto que Ahmed Younossi tuvo que atravesar en la vida antes de subirse a un teatro importante como es el de las Naves del Español, donde cada noche recibe la emocionada ovación del abarrotado patio de butacas, no se parece a ningún otro desierto que haya conocido cualquier desafortunado actor europeo en su, al fin y al cabo, "privilegiado" mundo. El suyo es un desierto real: cuando estás en él, llegar a un sitio concreto no es siquiera una opción; allí dentro, abrasado hasta la médula por la inclemencia, uno solo sigue caminando para poder salir, nada más.
Y esta es la clave de la inmigración, tan mal entendida a veces: no se trata de llegar a un sitio para darse el atracón, sino de conseguir dejar otro para poder simplemente beber. La única conquista planificada es la de mantenerse con vida.
Y si no que se lo pregunten a Younossi: huyó de su casa y de un padre maltratador en Marruecos cuando todavía era un niño que aquí no hubiera llegado solo ni a la acera de enfrente; acabó en Tánger, y allí malvivió en la calle, haciendo de todo, mientras se colocaba esnifando disolvente para soñar con otra huida: la de su propia miseria. Tras varios intentos fallidos, y habiendo visto la muerte de cerca, logró cruzar el estrecho, con solo nueve años, escondido en los bajos de un camión. En España tuvo un tutor que cuidó de él como se cuida de un hijo. Y él lo aprovechó: estudió, trabajó, se formó como actor… Por fin había dejado atrás el desierto y apuraba cada gota de agua del vaso que le ofrecían.
Esta es la historia real, contada en primera persona por el propio Younussi, en torno a la cual se ha construido ‘14.4’. El título de la función alude a la distancia kilométrica que separa África de España por el estrecho de Gibraltar. Una distancia llamativamente corta, pero insalvable, por desgracia, para tantísima gente que muere sin llegar a pisar nunca la otra costa.
Como es habitual en sus trabajos como director, Sergio Peris-Mencheta ha optado por desdramatizar el relato dando cabida exclusivamente a los refuerzos positivos en el tratamiento de las emociones. La verdad es que esto lo sabe hacer como pocos: logra que la tragedia pueda ser esperanzadora sin dejar de ser grave. Y eso lo consigue no solo por el tono que adopta la representación desde el punto de vista textual, sino también por el dinamismo con el que encara la propia puesta en escena, concebida, en consonancia con ese desenfado formal, casi a modo de juego infantil. Los distintos elementos aparecen, desaparecen y mutan sin solución de continuidad buscando el ritmo, y a veces el efecto sorpresa, según requiera la propia evolución de la trama.
En sus colaboraciones anteriores, Peris-Mencheta dirigía y Juan Diego Botto se ocupaba de la escritura; pero en esta ocasión también han participado en la dramaturgia, junto a Botto, el director y el actor. Y la verdad es que este es el punto más flojo de la propuesta: falta literatura para sublimar con eficacia y belleza las situaciones y las ideas. La naturaleza coloquial del texto es tan pronunciada que este resulta, desde el punto de vista estrictamente literario, un poco insulso. Hubiera ayudado a paliar esa limitación un trabajo de dirección más profundo y meticuloso en el manejo de la palabra con el actor. Aunque Younossi habla un perfecto castellano, encuentra algunas dificultades para acomodar las intenciones y los estados de ánimo del personaje a la prosodia del idioma y a sus posibilidades poéticas. Eso sí, la verdad interpretativa que late en el fondo de su trabajo es tal que justifica con creces el aplauso que recibe cada noche.
- Lo mejor: La original manera que tienen Peris-Mencheta y Botto de hacer digerible cualquier tragedia sin frivolizarla.
- Lo peor: El carácter informal del texto termina más remarcado aún por el empeño innecesario de interactuar con el público.