Amar mucho para pensar bien
Obra: La dama boba. Autor: Lope de Vega. Dirección: Alfredo Sanzol. Intérpretes: Pula Iwasaki, Georgina de Yebra, Pablo Béjar, Jimmy Castro...
Teatro de la Comedia. Desde el 28 de noviembre hasta el 30 de diciembre de 2017.
Valoración: 3 sobre 5
Con su flamante Premio Nacional de Literatura Dramática bajo el brazo, el aplaudido director y dramaturgo Alfredo Sanzol estrena con la Compañía Nacional de Teatro Clásico -concretamente con los actores canteranos que conforman La Joven- esta obra de Lope que, como tantas otras del Fénix, resulta, por su frescura, un caramelito para quienes se están iniciando en esto de los clásicos y la interpretación.
La historia de la obtusa Finea, cuyo entendimiento despertará felizmente cuando conozca el amor, y la de su hermana, la culta Nise –realmente el personaje más rico de la función-, que habrá de asumir su derrota sentimental porque su pretendido, el aprovechado Laurencio, solo está interesado la cuantiosa dote de Finea, está levantada aquí por Sanzol con una pavorosa y eficaz sencillez escénica que parece bastante influida por los montajes del Globe Theatre: el espacio circular, la ausencia de escenografía, la economía de vestuario y una valerosa imaginación sostienen, junto a las estupendas pinceladas musicales de Fernando Velázquez, una propuesta que intenta favorecer la natural comunión entre el desparpajo de Lope y un plantel de actores caracterizado por la jovialidad y el descaro.
En este plano interpretativo, el resultado no es del todo compacto porque algunos parecen comprender mejor, o con mayor seguridad, sus roles que otros. Como no podía ser de otra manera, despunta especialmente Georgina de Yebra –perteneciente a una promoción bastante anterior y, por tanto, ya más curtida profesionalmente que algunos de sus compañeros- haciendo una maravillosa Nise que se mueve con exquisita elegancia entre la ternura de sus afectos y el escepticismo de su despierto entendimiento. Junto a ella, entre los que tienen más peso, cabe destacar a Paula Iwasaki, que resuelve con gracia la composición de un carácter con menos aristas, como es en realidad el de Finea, y a Kev de la Rosa, que encuentra en el personaje del maestro de danzar un molde perfecto a su desmesura.
Pero quizá lo menos uniforme del montaje sea la extraña versión que ha firmado Sanzol: por un lado se ha atrevido a introducir ella, con su proverbial ingenio, incluso una referencia a la novela “Cincuenta sombras de Grey”; pero, por otra parte, ha conservado arcaísmos que no afectaban a la rima –“trujo”, “licción”...- y que podían haber sido sustituidos fácilmente sin alterar la métrica. Quizá una mayor limpia textual, en aras de alumbrar bien los conceptos, hubiera facilitado el trabajo de estos jóvenes actores que, en algunos de los hermosos pasajes que contiene la obra –por ejemplo, en el que Laurencio expone la idea platónica de que el amor es la principal vía de conocimiento (“Amor con fuerza süave / dio al hombre el saber sentir...”)- parecen más concentrados en “decir bien” el verso que en “sentir” toda su carga semántica.