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Concha Velasco, la dama del teatro

La actriz vallisoletana fue condecorada ayer segunda vez con el Premio Nacional de Teatro por la «pasión, valentía y excelencia con la que aborda los papeles».
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La actriz vallisoletana fue condecorada ayer segunda vez con el Premio Nacional de Teatro por la «pasión, valentía y excelencia con la que aborda los papeles».
Si 2015 obligó a guardar en el recuerdo para siempre a dos mujeres que habían llenado la escena española durante las últimas décadas como Lina Morgan y Ana Diosdado, 2016 ha sido el año de evocar a las grandes damas del teatro nacional: Lola Herrera, que en primavera volvió con «Cinco horas con Mario» para meterse –por quinta vez– en la piel de Carmen Sotillo y que ahora estrena «La velocidad del otoño», fue reconocida con el Max de Honor por «su trayectoria, su dedicación y su compromiso»; a Nuria Espert, tremenda en la tragicomedia de Wajdi Mouawad, «Incendios» –que acaba de interpretar en La Abadía–, se la condecoró hace un mes con un Princesa de Asturias que la propia actriz quiso regalar «a toda la profesión»; y ayer el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte fallaba el Premio Nacional de Teatro a favor de Concha Velasco «por su momento de plenitud artística y por la pasión, valentía y excelencia con que aborda papeles tan complejos como los últimamente interpretados en “La vida por delante”, “Hécuba”, “Olivia y Eugenio” y “Reina Juana”».

Un peso especial

Íñigo Méndez de Vigo descolgaba el teléfono al mediodía para hablar personalmente con la vallisoletana: «Siéntese que le voy a dar una alegría enorme», y, a continuación, le transmitía la noticia. La segunda vez que lo recibe desde que en el 72 lo hiciera por su papel en «Abelardo y Eloísa». «Pensé que no volvería a pasar, por eso este reconocimiento lo valoro mucho. Y más a mi edad, cuando las cosas adquieren un peso especial», comentaba una atareada Concha Velasco. Mientras atendía a la Prensa por teléfono, se comía una fabada a la carrera, con Netflix de fondo, «porque me vienen a buscar en unos minutos para rodar una serie durante toda la noche, y hasta las cinco de la madrugada no voy a terminar», se justificaba. Y, al mismo tiempo, ejercía de abuela orgullosa: «Estoy aquí con mi nieto, que se está tomando un Cola Cao. ¿Sabe que juega de portero en el Real Madrid y en el colegio va a hacer de Felipe II?».
Buen espejo tiene Samuel para mirarse y coger claves para interpretar al austria. «Un referente de la escena y el magisterio que durante su carrera ha ejercido sobre las nuevas generaciones», reconocía en el comunicado oficial el jurado del Nacional, a lo que Velasco contestaba: «Lo que siento por esta profesión es pasión. Ha sido mi gran amor y me ha permitido formar una familia. He hecho de los camerinos mi casa, un sitio divino en el que los niños después del colegio pueden hacer los deberes o darles el biberón. He sido una privilegiada de poder llevar mis hijos al trabajo y al teatro al mismo tiempo. Hay que valorarlo».
Aunque su pasión también desgasta y la actriz –que ya fue reconocida este mismo verano en el Festival de Almagro con el Premio Corral de Comedias– sólo pide una cosa en los tiempos que corren: «Viajar menos es lo único que quiero ahora, que llevo desde los catorce años recorriéndome las carreteras. España es un país maravilloso, con unas comunicaciones muy buenas, hoteles de cinco estrellas y transportes de primera, pero, aun así, una se termina cansando. Por suerte, ya no es como en los cincuenta, pero no hay nada como dormir en tu cama y ver a los tuyos todos los días, que son lo que echo de menos. Antes me los podía llevar por ahí, ahora ya no. Ayer [por el martes] mismo llegué de Barakaldo». Según termina sus palabras comienza con las siguientes, que son para pedir que el Nacional sirva de impulso para que «Reina Juana», la obra con la que se encuentra inmersa en plena gira, vuelva a asentarse en Madrid, después de llenar durante tres meses La Abadía la pasada temporada. Todo por «dormir en casa de seguido», apostilla. Pero no son reproches de una mujer a la que le cueste cumplir años todo lo contrario. Verla o hablar con ella da muestras de su vigor. Está «encantada de mis arrugas y del pelo blanco», dice.
Velasco es mucho más que teatro, buena muestra es su CV en cine y televisión, pero es tiempo de hablar de las tablas y la intérprete tiene clara su defensa: «Años atrás se decía que se hacía teatro porque no había otro sitio en el que te contrataran y que la televisión era una opción pero que quemaba mucho... Afortunadamente yo no he hecho caso nunca a casi nadie. Luego miras a otros lugares como Estados Unidos, Reino Unidos y Francia y ves que si un actor no pisa las tablas en dos años no se considera como tal».