García Lorca, entre Almería y la India
«Bodas de Sangre». Autor: Federico García Lorca. Dirección: Irina Kouberskaya. Intérpretes: Nereida San Martín, María Luisa Budí, Miguel Pérez-Muñoz, David García, Irene Polo, Tábata Creezo, José Luis Sanz, Alejandra Navarro, María Barrionuevo, Inma Barrionuevo...Teatro Tribueñe. Madrid.
Dijo Borges en uno de sus arranques geniales, aunque acaso algo extremo, que el granadino no le gustaba porque ejercía de andaluz profesional. Y siguiendo esa querencia, más de una puesta en escena de su obra ha abusado del folclore. Y, de todas, acaso «Bodas de sangre», tragedia pasional inspirada en hechos reales que tuvieron lugar a principios del siglo XX en un cortijo de Almería, sea la que más lo ha sufrido. Se agradece una visión como la de Irina Kouberskaya en la nueva producción de Tribueñe. No sólo abandona las referencias localistas con mantras y túnicas orientales, sino que el andalucismo ha sido sustituido por un simbolismo más rico: es hermoso ver jugar a la muchacha, encarnada con frescura y gracia por Tábata Cerezo, con un pueblito en miniatura iluminado, o a las familias avanzar unidas pero distantes, como una manada de lobos que se gruñen mutuamente, en el cortejo nupcial. Estas «Bodas» tienen un puñado de interpretaciones jóvenes muy acertadas, como el novio ilusionado de Miguel Pérez-Muñoz o la novia de Nereida San Martín, además de la fuerza que aporta el Leonardo de David García; y otras más veteranas: la madre poderosa de María Luisa Budí, o las vecinas y suegras de Inma y María Barrionuevo. La calidad del reparto es uniforme y funciona como un mecanismo único en esta bella producción que, sin embargo, sufre en la comparación con algunos grandes momentos de la sala como su «Raquel Meller» o su «Jardín de los cerezos». Le falta soltarse el corsé de la tragedia, omnipresente de principio a fin, que atenaza al montaje como un nubarrón del que sólo escapa el humor que aporta José Luis Sanz.