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Estreno

Juan Mayorga entona el "bares, qué lugares" de Gabinete Caligari

El dramaturgo estrena a "su" Abadía 'Los yugoslavos', una pieza en la que rinde un homenaje a los camareros mientras profundiza "en lo que hacemos con las palabras y lo que las palabras hacen con nosotros"

De izquierda a derecha, Luis Bermejo, Alba Planas, Natalia Hernández, Juan Mayorga y Javier Gutiérrez Lucía Romero

Los yugoslavos es un lugar "en el que la gente juega de verdad mientras las mujeres bailan". Pero ¿qué es exactamente? Y, sobre todo, ¿dónde está? Son algunas de las preguntas que persiguen los personajes de la nueva obra de Juan Mayorga, que lleva por título ese misterioso destino (o lo que sea). “Una función sobre la tristeza, el amor, la búsqueda de un lugar, el poder de las palabras y la esperanza en estas”, presenta el académico.

Aunque más allá de eso, 'Los yugoslavos' es un homenaje a Goyo, el mayor de 22 hermanos; un hombre que se dedicaba al campo, al ganado, y cuyo horizonte más lejano era el mercado de la plaza Mayor de Salamanca hasta que cambió Cantalpino por la capital, por Madrid. Aunque, por encima de todo eso, este futuro camarero fue el abuelo del dramaturgo e inspirador de esta pieza. “Cuando llegó, se metió en el mundo de los bares”. Muchos años después, “vivió con nosotros y recuerdo que salía muy pronto de casa para dar desayunos –asegura Mayorga–, y volvía muy tarde porque siempre había un taxista que necesitaba un bocadillo a última hora. Para él, aquello no era una esclavitud, sino un gozo. Y cada noche regresaba con tres cosas: los periódicos del día, el “Ya” y el “As”, que los leíamos después de todo el día; los bollos que habían sobrado, que los calentábamos y los desayunábamos al día siguiente; y traía historias, cuentos”.

"Cuando mi abuelo [camarero] llegaba a casa traía tres cosas: periódicos, bollos e historias"

Juan Mayorga

Y es desde este punto desde el que el también director del Teatro de la Abadía, donde se programa la obra hasta el 6 de julio, comienza a desarrollar su historia: la relación del camarero con sus clientes. “Aprendía mucho de ellos”, reconoce. “Siempre te dejan algo”.

De izquierda a derecha, Luis Bermejo, Alba Planas, Natalia Hernández, Juan Mayorga y Javier GutiérrezTeatro de la Abadía

'Los yugoslavos' se convierten de este modo en una oda a unos lugares en los que “a todos nos han pasado cosas importantes”, señala un Mayorga que se arranca por Gabinete Caligari: “Bares, qué lugares”... “tan gratos para conversar”, continúa la canción. En estos, continúa, “lo de menos es que tengas sed; y lo de más es lo que te puede pasar en ellos”. “Tiene que ver con esa idea de que un bar es como un universo en el que cabe todo. Y, se algún modo, aquí están todos mis personajes, y ellos me importan”, justifica de los guiños que aparecen en el texto a diferentes obras, como 'María Luisa', 'La gran cacería' o 'Intensamente azules'.

Un lugar de resistencia frente a las franquicias

Aunque no es el director y autor el único miembro del equipo con un pasado familiar en los bares, Javier Gutiérrez, Martín en la función –propietario del local–, también recuerda los esfuerzos de sus tíos por levantar su negocio en Lavapiés, así como su “pasión” por el mismo, afirma un actor que reconoce el valor de estas “plazas mayores” en la sociedad actual: “Se han convertido en reductos del paisaje de las ciudades. Desaparecen los pequeños comercios, todo son franquicias y locales calcados unos a otros, y los bares son de los pocos lugares con personalidad propia. Son las redes sociales de pueblos y barrios. Es donde se cuentan las historias. Son espacios muy importantes”.

Bien lo sabe su personaje: “Para mí es un orgullo llevar esta chaquetilla”, dice tajante Martín sobre el escenario. Un bar no es un supermercado al que ir a pedir un consumible, sino un sitio en el que detenerse. “Hablar y escuchar es parte del trabajo”, asume el protagonista de 'Los yugoslavos'.

Natalia Hernández y Alba Planas (derecha), en lo alto del escenario de La Abadía; a la izquierda, Luis BermejoLucía Romero

Así, la acción comienza cuando Martín pide ayuda a un cliente, Gerardo (Luis Bermejo), a quien ha visto levantar el ánimo de otro. “Le atribuye el don de sanar con las palabras”, defiende Mayorga. Lo que el camarero ruega a ese desconocido es que hable a su esposa, Ángela (Natalia Hernández), la cual parece estar hundiéndose en la tristeza y el silencio. “Eso a él le reconcome; no encuentra las palabras para ayudarla y queda atento a que aparezca alguien que le eche un cable”, puntualiza Gutiérrez. “Está a punto de perder lo que más quiere. Y es a partir de ahí, cuando entre esos hombres, que nunca se habían visto, se crea un vínculo atravesado por el silencio y el misterio de esa mujer”.

"Un bar es un universo en el que cabe todo"

Juan Mayorga

Ella, a su vez, camina mapa en mano por la ciudad buscando un lugar. Un plano que se dejaron en el bar unos chicos a los que Martín echó por jugar a los dados: "Solo le pedí que los guardaran (...) Me disgusta llamar la atención a un cliente (...) No me gusta que se juegue con dinero", justifica sobre el desencuentro que abre la caja de Pandora de 'Los yugoslavos'. Quizá sea otra cafetería donde acaso se reúnan personas que tienen en común haber nacido en un país que ya no existe. Hasta que una muchacha, Cristina (Alba Planas), le ofrece un trato: “Un mapa dentro de otro mapa. Mujeres que intercambian mapas”, le dice en mitad de esa búsqueda.

Con la función presentada, Mayorga se detiene para explicar el trasfondo del bar de Martín: “'Los yugoslavos' trata de uno de los asuntos que con más insistencia me ocupan: lo que hacemos con las palabras y lo que las palabras hacen con nosotros”. Por muy locuaz que sea Martín, él no logra dar con los términos indicados para decírselas a su esposa y cree que su cliente sí lo hará “porque sabe escuchar”, le dice. “Sabe que las palabras salvan y matan”, apunta el dramaturgo. “No se las lleva el viento. Las hay que hemos escuchado y no podemos olvidar; u otras que hubiéramos deseado no haber oído nunca; otras que nunca llegaron; u otras que nos ayudaron a vivir y a resistir”. De este modo, el académico mira hacia la antigua Yugoslavia, "hacia un lugar que ya no existe, que perdimos, pero que sigue arrojando luces y sombras", sentencia.

  • Dónde: Teatro de la Abadía, Madrid. Cuándo: hasta el 6 de julio. Cuánto: 24 euros.