Un pasadizo del terror machista
Àlex Rigola vuelve a los Teatros del Canal con una instalación de teatro-documento, «Macho Man», con la que pretende poner al público frente a la devastadora realidad de la violencia machista.
Àlex Rigola vuelve a los Teatros del Canal con una instalación de teatro-documento, «Macho Man», con la que pretende poner al público frente a la devastadora realidad de la violencia machista.
U«n viaje escénico, experimental e interactivo» para poner al público frente a una realidad devastadora en nuestra sociedad: la violencia machista. Eso es lo que propone al espectador «Macho Man», la última y singular creación del versátil director escénico Àlex Rigola. Definida por él mismo como «una instalación de teatro-documento», la propuesta plantea un recorrido por doce estancias en las que el público, dividido en pequeños grupos de seis personas, irá viendo y también escuchando (por unos auriculares), distintos detalles, espeluznantes casi todos, relacionados con las víctimas de maltrato de género. «Yo nunca me había puesto a mirar esta situación con los ojos de una mujer; es algo que me costaba, por la sencilla razón de que soy un hombre –afirma Rigola–. Pero sentía el grito generalizado de esa mujer en los últimos tiempos; un grito que me pedía una reflexión al respecto».
Un impacto muy fuerte
Así fue como el director catalán inició un proceso de documentación e investigación sobre esta realidad que supuso para él «un impacto muy fuerte». «Quería transmitir todo esto de alguna manera –explica–, porque me di cuenta de que no ya la violencia machista, sino el propio machismo como conducta, era algo que estaba demasiado incrustado en la sociedad. Me pareció que debía contribuir como fuera a concienciar sobre este asunto para intentar cambiarlo».
El resultado fue «Macho Man», un perturbador trabajo que, según advierte la propia sala, «puede herir la sensibilidad de algunas personas». Posiblemente eso se deba a que muchos de los datos y testimonios que se manejan en la instalación, aunque quizá puedan ser ya conocidos, son recibidos por el espectador-visitante bajo una novedosa atmósfera, íntima y desconsoladora, en la que todo está cuidado en extremo. En este sentido, sí puede decirse que hay, tal y como defiende Rigola, un sentido artístico y teatral en la propuesta: «Es teatral en la medida que hay un juego con el espacio escénico y con el control de las emociones para lograr que ese viaje del espectador sea un viaje poético. Es decir, hay un trabajo dramatúrgico muy preciso para guiar al visitante; aunque no haya actores, todo está muy pensado para hacerle llegar emociones».
Y esas emociones, en no pocos casos, terminan por desbordarse. Así sucedió al menos en Gerona, durante el tiempo que la instalación estuvo programada en el festival Temporada Alta. Especialmente vulnerable es el público joven (no está recomendado para menores de 15 años). Para estos grupos de espectadores menores de edad, la sala facilita, como medida de precaución, la asistencia psicológica de un profesional. «Es verdad que cuando se hacen grupos de menores, tenemos un mayor cuidado –confirma el director–. Aún no tienen el bagaje para controlar según qué emociones. Además, el impacto en ellos puede ser mayor, ya que algunas veces, como hemos comprobado, se enfrentan a situaciones que ellos están viviendo, pero que no saben aún definir ni poner nombre. Claro, si tú has visto toda tu vida en casa a tu padre sacudiendo a tu madre..., puede que consideres que eso tenga una cierta normalidad, y que sea común a otras casas».