«Una boda feliz», llega el matrimonio a la francesa
Madrid- Conocíamos el matrimonio a la americana y el divorcio a la italiana. Apunten la nueva modalidad: el matrimonio de conveniencia a la francesa. O sea, hombre heterosexual se casa con su mejor amigo, tan heterosexual como él, para heredar de una vieja tía rica sin tener que atarse a una esposa. «Una boda feliz» es uno de esos vodeviles que tan bien se les dan a nuestros vecinos del norte. Escrito por Gèrard Bitton y Michel Munz, llega a Madrid de la mano de un especialista en el género, Gabriel Olivares, y con dos rostros populares, Antonio Molero (Enrique) y Agustín Jiménez (Lolo, su amigo-marido), acompañados por Francesc Albiol, Juan Solo y celine Tyll.
Cuenta Molero que la comedia es de las de carcajada. «Lo tenemos hipertestado: ya llevamos una primera parte de la gira y es impresionante, lo más exagerado que he vivido como actor». Y explica sobre la obra: «Es bastante fiel a lo que todo el mundo puede conocer o intuir como un vodevil, con unos estereotipos de personajes muy marcados: la autoridad, la dama, el pícaro, el que sufre, que vienen muy arraigados desde antiguo, desde la "commedia dell arte", y que luego los franceses han convertido en un género». Su personaje es «un solterón encantado de serlo, además, con una vida muy libre, con sus novias y sus relaciones esporádicas. En el momento en que arranca la obra tiene problemas económicos porque le ha estallado la burbuja inmobiliaria en la cara. Pero, en general, es una persona que está a gusto como está». Excepto por el bolsillo. La herencia le viene que ni pintada y pasará por el aro. O sea, por la vicaría. «La condición que le pone para heredar su tía, que era muy conservadora, es casarse, felizmente, y además un matrimonio que se pueda comprobar con un notario, un personaje que será una espada de Damocles, ya que cada vez que suena el timbre, todos tiemblan», cuenta el actor. «La trama va rápida: son todo confusiones, engaño tras engaño. Sobre esta gran mentira van apareciendo otras. Todo está abocado a la catástrofe total y a momentos divertidísimos».
Molero y Jiménez fueron compañeros en la escuela de arte dramático –la Resad–, pero nunca habían trabajado juntos. «Resulta ser un tío muy eficaz, muy solidario y un animal de escenario: haber hecho monólogos durante tanto tiempo le da un empaque y un rollo especial», cuenta Molero, y asegura que «disfruto con la comedia mucho, porque entiendo que te contagias un poco de lo que estás haciendo. No es que los actores seamos esquizofrénicos ni nos llevemos el personaje a casa. Sé distinguir perfectamente. Pero uno hace comedia y tiene otra manera de ir a trabajar. Termina y apetece tomarse una cervecita. Cuando haces un dramón es otra cosa. Pero como actor, me da igual: un papel dramático de calado siempre es un gustazo».
- Cuándo: hasta el 22 de diciembre. De martes a domingo.
- Dónde: Teatro Marquina. Madrid.
- Cuánto: 18 euros. www.entradas.com.