Premios Princesa de Asturias

Texto íntegro del discurso de Antonio Tajani

Premio Princesa de Asturias de la Concordia

La Razón
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Texto íntegro del discurso de Tajani:

Majestades,

Autoridades, Premiados, Señoras y Señores,

Es para mí un honor recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, junto a los Presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión. Pienso también en las otras instituciones, organismos y agencias de la Unión. Este acto es un homenaje a todos los actores de la construcción europea.

Deseo especialmente agradecer el trabajo de todos los eurodiputados que han permitido que hoy recoja este Premio en su nombre. Recibimos este prestigioso reconocimiento coincidiendo con el sesenta aniversario del Tratado de Roma. Por ello, quiero agradecer la labor de los que me han precedido.

Como Presidente del Parlamento Europeo, me dirijo a Ustedes con humildad, con emoción y desde la admiración.

Con humildad porque soy consciente de que los premiados son también de algún modo los quinientos millones de ciudadanos europeos. Son Ustedes, quienes en su vida cotidiana hacen posible el éxito de paz, estabilidad y prosperidad que es la Unión Europea.

Lo recibo con emoción porque sé que personas e instituciones muy prestigiosas han sido premiadas antes. Mi maestro en el mundo del periodismo fue Indro Montanelli, quien recibió el Premio de Comunicación y Humanidades en 1996. Me emociona saber que él estuvo antes aquí.

Y lo recibo, por último, desde la admiración que tengo al pueblo español:

Su capacidad de superación y espíritu generoso;

Su amor por la libertad y la democracia;

Su profundo europeísmo y solidaridad.

Todos los atributos que, a mi entender, encarnan los Premios Princesa de Asturias.

Majestades,

Creo que en un momento solemne como hoy, es preciso reflexionar sobre qué supone la Unión Europea.

Los sesenta años desde de la firma del Tratado de Roma, son el más largo periodo de paz, democracia y prosperidad de la historia del continente.

Un esfuerzo titánico, que los padres fundadores de la Unión Europea, como los de la Constitución española, basaron en la concordia.

Soy hijo de un militar. A mediados del siglo pasado, los ejércitos combatían entre sí en Europa. Hoy, nuestros militares participan en misiones de paz y humanitarias en todo el planeta.

Cuando se firmó el Tratado de Roma había aduanas, cada Estado tenía su propia moneda y estudiar fuera de tu país o viajar en avión, era un lujo para muchos. Hoy sabemos que el mercado interior ha permitido un crecimiento económico extraordinario. El Euro es la moneda de la mayoría de los miembros de la Unión. Y la generación Erasmus y los vuelos de bajo coste, son la regla y no la excepción.

Pero quiero subrayar que la Unión Europea no es sólo hablar de bancos o del Euro. Es sobre todo la defensa de nuestros valores: la libertad, la democracia, la igualdad, el respeto al Estado de Derecho y la defensa de los derechos humanos entre otros.

Cuando algunos siembran la discordia ignorando voluntariamente las leyes, creo que es necesario recordar la importancia del respeto al Estado de Derecho.

La Unión Europea ha tenido éxito porque es el fruto de una Comunidad de Derecho.

Ahora los europeos no discutimos con armas: lo hacemos en torno a una mesa en la que negociamos según unas reglas aprobadas entre todos. Dialogamos dentro del Derecho.

La Unión Europea no tiene una policía que tenga que ejecutar las decisiones judiciales. No es necesario. Cuando el Tribunal de Justicia dicta una sentencia, se aplica y punto.

A nadie se le ocurre en la UE saltarse las normas aprobadas entre todos. Y, por descontado, los Tratados se pueden cambiar. El Tratado de Roma fue modificado varias veces. Se ha convertido en el Tratado de Lisboa. Pero, mientras el Derecho no se cambie, su respeto no es una opción: es una obligación.

Los tratados de la Unión Europea y la Constitución forman un solo cuerpo legal y democrático que todos tenemos el deber de respetar.

La Unión es asimismo solidaridad. También hay contribuyentes netos en Europa. Pero la prosperidad de todos beneficia igualmente a los que más aportan.

No está de más que lo recordemos en estos tiempos en que los egoísmos nacionalistas salen a flote. El valor del consenso, constitucional y europeo, es un bien en sí mismo que no debemos poner en riesgo.

Majestades,

La concordia consiste en tender siempre la mano al entendimiento. En ponerse en disposición de encontrar el acuerdo. En buscar el bien común. En darse cuenta de que defender nuestra unidad dentro de la diversidad, nos hace más fuertes.

Ese es el camino europeo. Un camino que España empezó, con paso decidido, con la Constitución del setenta y ocho (78) y su solicitud de adhesión a la Unión Europea.

Esta es la gran aventura de la España moderna. Su reencuentro con la historia. La conquista definitiva de la libertad, de la democracia y de una vida mejor para todos.

Majestades,

Quisiera hablar del futuro.

La elección que tenemos ante nosotros no es Europa sí o Europa no. Es más bien, en qué medida contribuimos al futuro de la Unión Europea.

Y, a mi entender, todo debe basarse en tres pilares:

Primero: No levantar fronteras entre los europeos. Demasiadas veces se nos ha ofrecido el paraíso cambiando las fronteras, y se nos ha llevado con ello a los infiernos.

Segundo: Defendamos siempre los valores europeos. Hagámoslo sin timidez. Dentro y fuera de nuestras fronteras. Y no tengamos miedo de denunciar situaciones inaceptables como, por ejemplo, la que se vive actualmente en Venezuela.

Por Último: Pongamos al ciudadano mucho más en el centro de toda acción política. La Unión Europea no es un proyecto de las elites, todo lo contrario. Nace y crece para asegurar el bienestar de todos los ciudadanos.

Salimos de una de las peores crisis a las que nos hemos enfrentado. Vendrán tal vez otras.

Hay algunos en Europa, populistas y nacionalistas, que gastan esfuerzos y recursos en separarnos. Mejor harían en trabajar por la concordia.

Majestades,

En este Teatro Campoamor hay muchos asturianos. Es público que tengo un especial afecto por esta tierra, que es también mi patria querida. Tengo una calle con mi nombre en Gijón. Una multinacional americana había decidido cerrar una fábrica despidiendo a todos sus empleados. Conseguimos convencerla para que la volviera a abrir. Salvamos varios cientos de puestos de trabajo. Fue una labor de equipo entre autoridades locales, regionales, nacionales y europeas. Por tanto, no subestimen nunca la fuerza del trabajo en concordia.

Concluyo: mi madre era profesora de latín y griego. Me inculcó el amor por los clásicos. Un poeta dramático romano, Publio Siro, escribió hace mucho tiempo que:

“donde hay concordia, siempre hay victoria”.

Muchas gracias.