Textos «terroríficos» aunque «útiles»
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Para Gabriel García Márquez, la única prueba concreta de la existencia del hombre era la poesía. Con esta idea terminó "La soledad de América Latina", su discurso de aceptación del Premio Nobel, un texto no muy largo, lleno de sonidos de violín convertidos en palabras para hablar de América Latina.
Un discurso con el que recorrió las fábulas desde las crónicas de Indias, la realidad y singularidad de América Latina y su aventura de la imaginación, de las dictaduras de los años setenta y del Nobel como galardón o brindis por y para la poesía.
"En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte", dijo García Márquez en su discurso.
"El premio que acabo de recibir -espetó- lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía".
Gabriel García Márquez consideraba los discursos "como el más terrorífico de los compromisos humanos", aunque consideraba que podían tener utilidad práctica. Así lo puso de manifiesto en "Yo no vengo a decir un discurso", el libro que reúne los textos que escribió con la intención de ser leídos en voz alta.
Un libro donde se reconoce la prosa llena de música, duende y alma del escritor colombiano.
En "Yo no vengo a decir un discurso", García Márquez seleccionó veintidós textos que recorren su vida, desde el que escribió a los diecisiete años para despedir a sus compañeros del curso superior en Zapaquirá, en 1944, hasta el que leyó en México ante las Academias de la Lengua y los Reyes de España en 2007.
La poesía, la escritura, América Latina, el periodismo como el mejor de los oficios, el cine, el medio ambiente, sus amigos escritores o políticos, como el ex presidente de Colombia Belisario Betancur o el escritor Álvaro Mutis, son algunos de los temas de estas piezas literarias; porque es así como se pueden considerar a estos discursos o relatos impregnados de magia y sello personal.
En estas páginas el Nobel también desvela por qué empezó a escribir y cómo empezó. "Yo comencé a ser escritor de la misma forma en que me subí a este estrado: a la fuerza", dice el autor de "Cien años de soledad".
Y esa aventura comenzó cuando resolvió escribir un cuento "para taparle la boca a Eduardo Zalamea Borda", quien había escrito que las nuevas generaciones de escritores no ofrecían nada.
Un cuento que el escritor mandó a "El Espectador"y que el periódico publicó un domingo a toda página, con una nota de Borda reconociendo que se había equivocado y que en ese cuento surgía el genio de la literatura colombiana.
Luego García Márquez reconoce en estas páginas que "el oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se práctica".
En su apartado dedicado al discurso de agradecimiento del Nobel García Márquez también reivindicó, como escritor y como persona, esa singularidad de América Latina de la que, en otras cosas, dice: "Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social?".
Y continúa: "¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes?".
También en su encendida defensa de la imaginación escribió que "América Latina es el primer productor mundial de imaginación creadora, la materia básica más rica y necesaria del mundo nuevo...".
Y del periodismo añade que se aprende "haciéndolo", que la buena primicia "no es la que se da primero sino la que mejor se da"o que la grabadora no es el sustituto de la memoria.