
San Fermín
Pamplona hace caja alrededor del toro
La fiesta más icónica de Navarra dispara el consumo, llena bares y hoteles, y convierte cada calle en una máquina de facturar con el toro como reclamo

En Pamplona no solo se corre. También se cobra, se factura, se llena y se brinda. San Fermín no es únicamente la celebración más internacional de Navarra, es también uno de los motores económicos más potentes de la región. Y los datos no son caprichosos: más de 160 millones de euros en gasto directo se mueven en apenas una semana. A eso hay que sumarle un impacto total que se estima en torno a más de100 millones. No está mal para unas fiestas que arrancan con un cohete.
Los bares se convierten en trincheras gastronómicas, los hoteles cuelgan el cartel de “completo” en varios idiomas y los comercios sacan rédito del fervor festivo. Según los últimos informes del Ayuntamiento de Pamplona, la hostelería puede llegar a ingresar hasta 90 millones de euros durante los Sanfermines. Y no es solo por las cenas, los almuerzos o los chupitos que se cuentan por miles: es la ocupación constante, la rotación incesante de mesas, las terrazas funcionando a pleno pulmón desde la mañana hasta la madrugada.
El turismo no se queda atrás. La ciudad pasa de 200.000 habitantes a una densidad de vértigo. Las calles se vuelven pasillos de tránsito internacional y los autobuses urbanos —que en 2024 superaron los dos millones de usuarios durante la semana— hacen las veces de lanzaderas entre la fiesta y el descanso. Todo el tejido urbano se adapta a una dinámica de consumo continuo. Y aunque las cifras parezcan de macroevento, el músculo lo sostienen los negocios locales, que tienen en estos días su salvavidas económico del año.
En paralelo, el presupuesto oficial de San Fermín—poco más de 80.000 euros en transferencias institucionales y Seguridad Social— resulta casi anecdótico frente al volumen de negocio que genera. El verdadero capital se mide en la plaza llena, pinchos servidos, copas llenas, camisetas manchadas de vino y tickets de caja registradora. La rentabilidad se palpa en la barra de cada bar y en los ojos cansados de los camareros que hacen doblete en jornada y sonrisa.
Lo interesante no es solo cuánto se gana, sino cómo se redistribuye ese ingreso: desde los hoteles boutique hasta los apartamentos turísticos de alquiler exprés, pasando por taxistas, panaderías, tiendas de souvenirs y hasta ópticas que venden gafas de sol a ritmo de música callejera. San Fermín es una feria donde todos venden algo, incluso si es simplemente la experiencia de haber estado ahí.
Lo que empieza como una tradición con raíces profundas, se ha convertido también en un engranaje económico preciso. Las celebraciones taurinas, en realidad, duran poco. Pero el negocio corre sin parar desde el primer cohete hasta el último cántico. Y en ese mar de blanco y rojo, Pamplona no solo celebra: factura.
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