Tras la pista de Gabo
Veinticuatro años, del 61 al 85, estuvo el FBI vigilando los movimientos de García Márquez cada vez que pisaba tierra norteamericana
Veinticuatro años, del 61 al 85, estuvo el FBI vigilando los movimientos de García Márquez cada vez que pisaba tierra norteamericana.
A veces comentó en casa que tenía la sensación de que le seguían. Parecía que eran dos personas que se comunicaban entre ellas con silbidos. Pero no podía ser del todo cierto. Nunca terminaba de creérselo. Al final, nunca lo supo. En cambio, hasta nueve informantes del FBI hubo tras el escritor Gabriel García Márquez, según reveló ayer «The Washington Post» después de desclasificar las 137 páginas del documento y a la espera de conocer el contenido de otras 133.
Seguirle fue idea de su director, J. Edward Hoover, que ordenó que se abriese un expediente sobre el colombiano después de que llegase a Nueva York en 1961, a los 33 ños, con su mujer y su hijo. Se desconoce qué llevó exactamente al FBI a seguirle. En cambio, de sobra es conocido el interés de Hoover, clave en la fundación del FBI, en ciertos escritores a los que ordenó vigilar por interés propio, como Ernest Hemingway o John Steinbeck. Director del organismo hasta 1977 cuando murió a los 77 años, Hoover convirtió esta agencia en uno de las más importantes en la lucha contra el crimen, aunque al salir a la luz sus prácticas abusivas, se convirtió en una figura muy controvertida en el país. Una de sus primeras órdenes sobre el escritor colombiano fue que se informase inmediatamente a la agencia cada vez que García Márquez entrase en Estados Unidos. Todavía así, en los documentos, no se ve ningún indicio de que el FBI abriese ningún tipo de investigación criminal contra el Premio Nobel.
Su hijo Rodrigo García, productor de cine y televisión que vive en Los Ángeles, indicó que no sabían que el FBI siguió a su padre. «Si consideramos que era un tipo colombiano en Nueva York abriendo una agencia de prensa cubana, hubiese sido raro que no le hubiesen espiado», reconoció García. Sin embargo, apuntó que «en Cuba, había lucha de poderes entonces. Mi padre no tenía el carnet comunista. De hecho, había publicado artículos sobre sus viajes a países socialistas, y recibieron críticas encontradas. No le consideraban un comunista de verdad, y le despidieron», recordó García de su padre a «The Washington Post».
Amigo de Fidel
En 1961, con 33 años, tenía el encargo de abrir la oficina de la agencia de noticias cubana Prensa latina en Nueva York. Curiosamente, como ya se ha mencionado anteriormente, le despidieron meses después por no ser lo suficientemente radical. En cambio, después se hizo muy amigo de Fidel Castro. El dossier confidencial sobre el Premio Nobel, el cual se le concedió en 1982, se mantuvo abierto durante los siguientes 24 años. Hasta 1985. Conforme su fama se extendió por todo el mundo, hizo amistad con diferentes dignatarios internacionales. Entre ellos, Bill Clinton, el cual leyó «Cien años de soledad» (1967), escrita en plena vigilancia. Posteriormente, el colombiano fue invitado a la Casa Blanca en numerosas ocasiones de este presidente demócrata, que descubrió esta obra en la universidad y la considera su favorita.
Al principio, los agentes del FBI se confundieron con su nombre compuesto. Y le llamaban José, aunque el colombiano nunca lo utilizó y siempre se hizo llamar por el primero. También, hicieron bromas sobre su mal inglés. Entre las anotaciones, destacan los comentarios sobre su bigote y su delgadez. Al principio, descubrieron que se había quedado durante un mes en el Hotel Webster. Quería hacerse una carrera de escritor. La carpeta del FBI está repleta de artículos del Premio Nobel en la revista de «The New York Times», dicho periódico y otras publicaciones en español. Además hay recortes de textos periodísticos sobre el mismo escrito. Entre ellos, destaca uno en el que un agente del FBI subrayó una frase en la que se menciona que es «amigo de Fidel Castro».