«Tres sombreros de copa»: La difícil elección
Autoría: Miguel Mihura. Dirección: Natalia Menéndez. Intérpretes: Pablo Gómez-Pando, Laia Manzanares, Óscar Alló, Roger Álvarez... Teatro María Guerrero, Madrid. Hasta el 7 de julio de 2019.
Natalia Menéndez sube al escenario del María Guerrero, en una atractiva producción del Centro Dramático Nacional, «Tres sombreros de copa», una comedia convertida ya por derecho propio en un auténtico clásico del siglo XX. Sirviéndose de una trama delirante y de unos diálogos dislocados, Mihura trató de confrontar en esta obra las dos opciones de vida que se presentan delante de todo el que se adentra en la edad adulta. En la víspera de su boda, Dionisio, el joven protagonista, pasa la noche en un modesto hotel. Cuando se dispone a dormir, conoce casualmente a una serie de personajes, a cuál más extravagante, que integran una troupe de artistas y que le abrirán una ventana a un mundo más excitante y libre que ese otro, el del matrimonio convencional.
Sin traicionar las propias acotaciones que hizo el autor, Menéndez plantea que ese encuentro entre los personajes y todo el subsiguiente conflicto interior de Diniosio sean fruto de un sueño del protagonista. Alfonso Barajas en la escenografía, Juan Gómez-Cornejo en la iluminación y Mariano Marín en la composición y selección musical crean una eficaz ambientación –maravillosa y terrenal; fantasmagórica y luminosa– que permite a la directora trabajar con sus actores en un código de fantasía y de absurdo. Para no despistar al espectador, Menéndez mantiene con mucha astucia a Diniosio en el escenario durmiendo en su cama cuando no está participando directamente en la acción. De este modo, todo el nudo de la función, en el que los acontecimientos se suceden con la inverosimilitud propia del lenguaje onírico, conforma una la escena del sueño, de la que emanan todas las otras.
En cuanto al sentido profundo de la obra, la directora se distancia con inteligencia de los personajes para contar su historia con la misma melancólica imparcialidad del texto. De manera que el espectador no acompaña al protagonista para evaluar su elección, sino para constatar que todo paso implica una decisión, y que esa decisión comporta dejar con pena algo atrás y tal vez para siempre.
LO MEJOR
El montaje permite acercarse bien al pensamiento más profundo de Miguel Mihura, su autor
LO PEOR
La forma de dibujar a los personajes, especialmente al protagonista, sigue estando un poco estereotipada