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Un científico de película

La Razón

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Una ópera de Michael Nyman, estrenada en 1986, e inspirada en el libro «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero», sobre la llamada agnosia visual; miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras desde hace casi veinte años y honrado como «artista de la Universidad de Columbia»; premiado por usar la música como terapia de dolencias cerebrales desde la década de los sesenta; una película que conmovió a millones de personas en todo el mundo, con Robin Williams y Robert De Niro en los papeles protagonistas, a partir de sus estudios de la encefalitis letárgica, que fue candidata a tres Oscar en 1990...
Está claro que Oliver Sacks no fue un científico corriente, sino de esa pasta creativa, musical y literaria que, por un lado, establece puentes con otras manifestaciones artísticas y, por el otro, se lanza a asuntos de interés universal pensados para un público amplio y heterogéneo.
Por supuesto, tal grandeza intelectual y polivalencia profesional le costaría un considerable número de detractores, y su carisma como profesor y autor –pese a reconocer él mismo tener la enfermedad de la timidez y mantenerse célibe– trascendería el campo científico.
Wes Anderson, el director de la genial «Los Tenembaums» (2001), dijo basarse en Sacks para el personaje que interpreta Bill Murray, un famoso y excéntrico neurólogo. Pero fue la referida película de Penny Marshall la que catapultó a Sacks a la mayor popularidad.
Muchos de sus colegas de profesión ­le tildaron de ser un médico «compasivo», haciendo de una aparente virtud humana un defecto para la práctica médica. De eso en buena medida va «Despertares», de la relación cercana y dependiente, confiable y suave, entre el facultativo y el enfermo catatónico al que anhela sanar, basado en el libro de Sacks «Awakenings» (1973). En su caso, aplicando el fármaco L-dopa, habitual para tratar casos de Párkinson, en pacientes que fugazmente mejoraban, pero que, a fin de cuentas, necesitaban más aspectos como el amor y la atención terapéutica a la hora de acariciar una vida digna, que una simple medicina sin más.

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