«Un océano entre nosotros»: El hombre que nunca estuvo allí
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Director: James Marsh. Guión: Scott Z. Burns. Intérpretes: Colin Firth, Rachel Weisz, David Thewlis, Jonathan Bailey. Reino Unido, 2018. Duración: 101 minutos. «Biopic».
En el fondo, Donald Crowhurst, veterano de la Real Fuerza Aérea Británica y navegante aficionado, fue un pobre tipo que no pudo asimilar su fracaso, y quizá tampoco su cobardía, ni la soledad. Casado y padre de dos hijos a los que idolatra (y los niños a él), en 1968 decide participar en la Golden Globe Race, una competición a vela cuyo fin es dar la vuelta alrededor del mundo sin realizar ninguna parada, para obtener un generoso premio y, de paso, transformarse en un héroe a ojos de todos. Nadie lo había conseguido hasta entonces, en aquel año, 1968, de guerras frías y mayos revueltos, y el muy inglés Crowhurst parte con la cabeza llena de ilusiones, unos voluminosos diarios de a bordo y una tostadora, pero el asunto pronto se complica y el protagonista decide engañar a los organizadores, a la Prensa, a la familia, al patrocinador del evento, sobre cuál era la verdadera posición en la que su pequeño, frágil barco se encuentra. Mientras tanto, Clare (Rachel Weisz, sobria y excelente, sobre todo, en la segunda parte de la película), la esposa, sigue defendiéndole contra viento y marea y esperando el regreso de Crowhurst, que de pronto rompe las comunicaciones con el exterior, aunque éste ya haya comenzado incluso a sufrir alucinaciones entre las chorreantes y desvencijadas partes de la nave que todavía aguantan de pie. Con la elegancia y el saber estar que lo caracteriza, Colin Firth encarna a este hombre desesperado aunque en ocasiones echemos en falta algo más de calentura y rabia en su interpretación, como le sucede, en resumen, a la película toda en sí, algo desangelada y academicista en ocasiones cuando entre las manos manosea una historia real tan triste como atractiva. James Marsh («The King», «Agente doble», «La teoría del todo», o aquella sobrevalorada cinta sobre la vida de Stephen Hawking, qué mal genio tenía) ya sabe cómo manejarse en esto de los «biopics», y algo al menos le honra: observar la vida de este mayúsculo mentiroso con todas sus aristas y sin querer nunca inclinar la balanza exageradamente hacia ninguna de las partes. Porque Crowhurst, un simple ser humano, y por encima de las deudas que acumula en casa, de los laureles que terminan siempre secándose con el paso del tiempo, probablemente solo tenía miedo a toparse con la decepción reflejada en unos ojos oscuros, leales y enamorados. Y ese miedo resulta en numerosas ocasiones más fuerte aún que el propio deseo de vivir.
LO MEJOR
Weisz, sobre todo por ese contundente discurso final, está excelente; la reciente mamá es una muy buena actriz
LO PEOR
Aun cuando su historia sea atractiva y muy triste, el filme resulta casi igual de frío que las aguas que cruza el protagonista