Festival de Venecia

Una Mata-hari china y muy discreta

Gong Li protagoniza «Saturday Fiction», de Lou Ye, en una jornada marcadamente femenina de la Mostra

Si pensamos en una actriz china que haya encarnado el arquetipo de mujer de armas tomar, esa es Gong Li. Sería interesante discutir la dimensión feminista de los melodramas que protagonizó de la mano de Zhang Yimou, y que le procuraron, sin ir más lejos, una Copa Volpi por la excelente «Qiu, una mujer china». Su belleza un tanto pétrea, de diva de cine clásico, sigue empeñada en encarnar a mujeres dispuestas a romper esquemas en «Saturday Fiction», de Lou Ye, en la que interpreta a una discreta Mata-hari que, en el Shanghái de los días previos al ataque de Pearl Harbor, con los japoneses a punto de ocupar las concesiones británica y francesa de la ciudad, está decidida a cumplir su última misión como espía. Fue un día marcadamente femenino en la Mostra, perfecto para discutir las cuotas de directoras que le reclaman a Alberto Barbera y que él parece querer boicotear con su selección. Porque lo cierto es que la segunda película dirigida por una mujer que competía por el León de Oro, «Babyteeth», de Shannon Murphy, lo tendrá difícil para estar en el palmarés.

Curiosa película la de Lou Ye. Empieza lenta y confusa. Tardamos en entender la misión de Gong Li, porque el director mezcla la trama de espionaje con los ensayos de la obra que le sirven de coartada a nuestra heroína. Ye nunca parece decidirse a aclarar de qué bando están los personajes. Todos están interpretando un papel, como si fueran agentes dobles que aún no se sienten obligados a definir sus intenciones. En el terreno formal, el blanco y negro evoca el cine de los años cuarenta, con la espía atrapada entre varios hombres, amores pretéritos o jefes paternales, pero la constante cámara en mano nos separa de ese referente, lo vuelve contemporáneo. En cuanto los acontecimientos se precipitan, la película sube varios enteros. El relato se enfoca, y «Saturday Fiction» se torna clásica y asume su condición de thriller romántico de espionaje con una energía insólita en el autor de «Spring Fever». Lou Ye, que ha sufrido en sus carnes los duros procesos censores del gobierno chino (después de «Summer Palace» le prohibieron dirigir durante cinco años), factura con «Saturday Fiction» una de sus películas más accesibles.

Amor a primera vista

También lo es «Babyteeth», aunque no en el mejor de los sentidos. Lo que empieza siendo una película «indie» se convierte en uno de aquellos telefilmes de la enfermedad de la semana tan propios de la sobremesa dominical. Milla (Eliza Scanlen) es una adolescente que se topa con Moses (Toby Wallace) en una estación de tren, un joven adicto al que acaban de echar de casa. Es amor a primera vista, al menos por parte de ella, que parece harta de satisfacer a sus burgueses padres. Moses es la excusa para abrazar la rebeldía y dejar de ser la chica aplicada que el mundo espera que sea. Moses es su antítesis: se cuela a robar comida y pastillas en casa de Milla, se lleva a matar con su madre, huele que apesta. Ambos, sin embargo, tienen el corazón de oro. «Babyteeth» aparenta centrarse en este romance contra natura y en el conflicto generacional para despistar al espectador. Entonces el golpe duele más: Milla se está recuperando de un cáncer. La enfermedad se convierte en la antagonista a combatir. Si algo debemos de agradecerle a la debutante Shannon Murphy es intentar desdramatizar la manera en que esta familia disfuncional se enfrenta a la tragedia. Es decir, «Babyteeth» es como «Elegir un amor» pero con menos vómitos.

Anatomía de «El exorcista»

A William Friedkin, habitual invitado de la Mostra, se le esperaba para presentar «Leap of Faith», el documental sobre «El exorcista» que Alexandre O. Philippe, especialista en «making of» de lujo (suyo es el análisis polifónico de la escena de la ducha de «Psicosis», «78/52»), ha realizado sobre el clásico del cine de terror de los setenta. Friedkin no pudo acudir a su cita veneciana por asuntos personales, pero todas las jugosas anécdotas que podría haber contado en la rueda de Prensa están condensadas en un documental imprescindible para los cinéfilos obsesos.