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Vivir entre cartones

La revolución sostenible ya está en el sector de la construcción. Un estudio holandés ha diseñado unas viviendas de papel cuyos materiales son 100% reciclables y a las que se les estima una vida mínima de 50 años. Por algo más de 25.000 euros se puede disfrutar de una de ellas
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La revolución sostenible ya está en el sector de la construcción. Un estudio holandés ha diseñado unas viviendas de papel cuyos materiales son 100% reciclables y a las que se les estima una vida mínima de 50 años
No piensen que por ser de cartón correrán la misma suerte que las casas de paja y madera del cuento de «Los tres cerditos». Aquí no hay resoplido de lobo que pueda con ellas, dicen. Para los más desconfiados, ya se encargan desde el estudio de arquitectura que las ha ideado, Fiction Factory, en presentar un informe que dé buena fe ello. «Los cálculos muestran que el viento no es peligroso», explican. Estas Wikkelhouses –«casas enrolladas», en su definición literal del neerlandés– más bien se podrían asemejar a la estructura de ladrillo del mayor de los hermanos del cuento, para desgracia de un lobo que tendrá que buscar nuevos objetivos más endebles. Aunque para llegar al origen del proyecto hay que remontarse a otra historia que, viendo su evolución, también podría parecer de ficción: a unas cajas de tomates. A cuando la empresa, también holandesa, Rene Snel cambió parte del concepto de estos cajones. En lugar de emplear cajas plegables para transportar frutas y verduras, como venían haciendo hasta entonces, decidieron revisar el patrón y, a base de varias capas de cartón, inventar un nuevo molde para envolver –«wikkelen»– sus mercancías. Aumentando así tanto la solidez del continente como la vida del contenido. Un modelo al que el estudio Fiction Factory acudió para amplificar la idea y transformar aquello que se había diseñado para apilar tomates en una casa cuya estructura fuera únicamente de este material.

Más respetuosas

Desde este momento, cuatro años son los que han pasado perfilando el concepto hasta hacerlo hoy en día viable con sus Wikkelhouses, donde 24 capas de fibra virgen de este papelón –obtenida de árboles escandinavos– envuelven una enorme matriz pentagonal –en forma de casa– de cinco metros cuadrados para completar la patente. Un pegamento pensado para la ocasión –tan respetuoso con el medio ambiente como todo el proyecto– une las diferentes láminas con el fin de crear una «estructura de sándwich» –como la definen desde el estudio– resistente y aislante, quedando cada segmento protegido por una película «similar a la ropa impermeable transpirable». De cierre, una carcasa exterior de madera y aluminio protege al esqueleto de los posibles daños ajenos, además de aportar el plus oportuno de estabilidad y seguridad. Módulo a módulo, tantos como se deseen. Dando un paso más en la utilización del cartón y dejando atrás su exclusiva utilización en sillas y muebles, que era hasta donde había llegado hasta ahora, con determinadas excepciones.
Así, se construye la idea que culmina una de las preocupaciones de la arquitectura actual: la sostenibilidad de los nuevos proyectos. Si bien es cierto que la tala de árboles sigue siendo un proceso inevitable, otro de los estudios que presentan desde la compañía holandesa afirma que su desarrollo es «más respetuoso que la elaboración del cemento», entre otros y son tres veces más ecológicas que otras construcciones con hierro, hormigón o madera. Aun así, no es suficiente para que las Wikkelhouses pierdan prestaciones viendo los 50 años de vida mínima que le dan sus constructores. Mucho más que otros tipos de viviendas prefabricadas.
Pensadas como vivienda permanente o temporal, oficina o sala de exposición, estas estructuras de cartón están ideadas para llevarse a cabo con «materiales 100% reciclables», según explica Monique Wijnands, parte del equipo de Fiction Factory.
Un giro a la arquitectura tradicional que pretende revolucionar el sector a nivel familiar y profesional. Sin embargo, para Fernando Navarro Bidegain –Real Instituto de Arquitectos Británicos (RIBA, en sus siglas en inglés)–, que valora muy positivamente el proyecto por emplear un «material muy apetecible», no soluciona uno de los problemas del sector: «Lo interesante de la arquitectura es que resuelva las dificultades humanas, y en el siglo XXI la solución no es desarrollar casas individuales. Sería bueno que se lograra introducir el cartón en edificios de ciudades para combatir la concentración de personas allá donde se necesite». Sin embargo, reconoce que es un acierto «aprender a trabajar este material porque se ha hecho muy poco con él y sería deseable buscar su papel dentro de la industria. Estoy convencido de que puede ser muy importante como elemento arquitectónico: es resistente, aislante, reciclable, ligero...», añade.

Sin prisas

Y es que las expectativas de Fiction Factory –por el momento– no van más allá de construir doce casas por año. Hasta ahora, ya son cinco las que han construido, mientras que han vendido más de una decena que entregarán antes de final de año. Una cifra «desbordante» para lo que esperaban. Es por ello que no dudan en ampliar su radio de acción y exportar su idea más allá de Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Reino Unido, Alemania y Dinamarca, lugares en los que han decidido iniciar la aventura para «mantener un alto grado de calidad y estar cerca de los compradores. Como monitorizar las casas cuidadosamente durante los primeros años es esencial, decidimos dosificar el alcance de este nuevo concepto y concentrarnos en un área más próxima a Holanda», manifiestan desde la compañía.
En apenas un día, tiempo que prometen sus creadores que necesitan, se puede tener una de estas casas de cartón modulares. El precio de partida está cerca de los 29.000 euros, que englobarían tres de los segmentos de 5 metros cuadrados –4,5 x 1,2 x 3,5–, el transporte y la colocación. Aunque el número de módulos es opcional, entre ellos está uno especial equipado con baño y cocina.
En Fiction Factory lo tienen claro y, no sin guasa, proponen qué hacer con ellas tras comprobar su «propia experiencia» y a «soñar», dicen: «Una Wikkelhouse es particularmende adecuada para actividades esenciales como mirar las estrellas, escribir poemas melancólicos e, incluso, no hacer nada». Y si le encuentran otros usos, piden por favor que se los hagan llegar. Ya saben, bienvenidos a la nueva vida entre cartones.