Yolanda García Serrano: «No me importa dar codazos, a veces hay que hacerlo»
Fue reconocida ayer con el Premio Nacional de Literatura Dramática por recoger «la batalla entre los seres y su entorno» en «¡Corre!».
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Fue reconocida ayer con el Premio Nacional de Literatura Dramática por recoger «la batalla entre los seres y su entorno» en «¡Corre!».
Si das la enhorabuena a Yolanda García Serrano (Madrid, 1958) por el Nacional de Literatura Dramática y ella te responde como si le estuvieras hablando de Saturno, es que algo no va bien.
–¿Felicidades por qué?
–Por el premio... ¿no?
–Pues, que yo sepa, no. Me pillas escribiendo.
Tierra trágame. El chivatazo que al mediodía de ayer corría al ritmo que marca el WhatsApp iba a ser un bulo más. «Pero bueno, vamos a esperar un rato y cuando se confirme repetimos la jugada». Y así fue. Hora y media después, el amago se convirtió en realidad.
–Ya puede respirar tranquila, no hemos metido la pata.
–Sí, menos mal (risas).
Hacía menos de diez minutos que una llamada del Ministerio de Cultura confirmaba a la guionista, directora y dramaturga que el reconocimiento –con sus respectivos 20.000 euros–, ahora sí, era suyo. Por «su gran fuerza dramática, su emotividad, su creación de personajes que retratan la eterna batalla entre los seres y su entorno, por ser una literatura dramática puente entre las formas más tradicionales y las formas más nuevas y, principalmente, por su resolución del difícil problema de la evolución temporal de la historia», reconocía el jurado de su obra «¡Corre!». De manera que García Serrano engalana una vitrina que, entre otros, ya contaba con el Goya al Mejor Guión por «Todos los hombres sois iguales» (1994) y el Lope de Vega de Teatro por «Shakespeare nunca estuvo aquí». Una mujer de televisión («Farmacia de guardia», «Abuela de verano»...), teatro y cine que celebra con huevos fritos, «no me entraba nada más», ríe.
–¿Ha podido seguir trabajando después de la primera llamada?
–No. He empezado a hablar a unos y otros para ver si era verdad y me he quedado mirando el teléfono como una idiota esperando y pasando nervios.
–Pues ya se acabaron, y si no, una tila.
–No te creas, prefiero hacer respiraciones.
–¿Qué estaba escribiendo?
–Estoy arreglando una adaptación con José Sámano de «Mi querida señorita». Ya hicimos una lectura y ahora no es tan fácil porque hay mucho que cortar.
–Pero tengo entendido que es más de escribir de noche.
–Sí, soy muy noctámbula en ese aspecto. Porque si lo hago por el día empiezan a pasar cosas por las que me tengo que levantar de la silla e irme.
–Aunque hoy toca hablar de «¡Corre!»...
–Es una obra dramática que cuenta la historia de dos hermanos, uno malo, entre comillas, y otra buena, también entre comillas. Ella va a visitarle a la cárcel y van apareciendo los fantasmas de esa familia.
–Para ser su primer drama, no está mal debutar con este premio.
–Siempre hago comedias, así que no está mal, no (risas). No quería contar esta historia, pero un compañero, Oristrell, me insistió tanto que tuve que hacerlo.
–¿Porque quiénes son Kico y Emma?
–Mi hermano y yo. No tal cual, ya que mi propia vida no tiene interés, pero sí la esencia.
–¿Duele sacar los fantasmas propios?
–Claro, siempre que hay que buscar dentro. Hasta cuando escribes de un asesino tienes que conectar con él y hurgar en tus sentimientos. Esto no es construir vasijas con las manos y arcilla. Duele hasta cuando se hace comedia.
–¿Que esté contado con alma puede ser la clave del galardón?
–No sé, pero sí que la obra tiene mucha verdad. En realidad, es una historia transformada para que interese a todos, aunque el germen inicial contamine todo. Eso es lo que a la gente le gustó de la pieza. Conectaban con los protagonistas.
–El jurado ha destacado de la función «la eterna batalla entre los seres y su entorno». ¿Ha sido muy dura la suya?
–Siempre. Además, por ser mujer siempre es más difícil. Digan lo que digan es evidente. Solo una mujer puede saber los problemas de otra. Se puede opinar, pero si no lo vives, no lo sabes. No me importa dar codazos, a veces hay que hacerlo, pero para que se te vea, no para quitar a nadie. Otras para apartar a algún moscardón.
–En «¡Corre!» escribe que «nada engancha más que las malas personas».
–Así es. Uno siempre cree que puede cambiar a lo que se consideran «malas personas». Te quedas ahí porque ese lugar oscuro también tiene algo de morboso y atractivo. En cambio, a las que tienen luz sabes que les va a ir bien y no necesitan tu ayuda.