Deportes
Sainz, pura velocidad e inteligencia
Talento, velocidad, exigencia y un enorme conocimiento de sus coches han hecho del madrileño uno de los mejores pilotos de todos los tiempos
Corría el año 1988 cuando Carlos Sainz y su copiloto Luis Moya (en muletas por una lesión) se presentaron en el Rally de San Remo, Italia, valedero para el Mundial de la especialidad para probar cómo era eso de correr en una prueba internacional de mucho nivel. Era la época de los Lancia Delta con tracción total que arrasaban en el campeonato debido a su superioridad mecánica. En la primera jornada una intensa niebla se apoderó de la carretera y de allí surgió una bestia española que, con un coche inferior, les arrasó a todos. Sainz se jugó la vida para demostrar que no era un simple piloto que venía del Campeonato de España de Rallyes. Finalmente acabó quinto, pero dejó su sello. Aquello le valió para que Ove Anderson le fichara para el equipo oficial Toyota. Después llegaron dos mundiales y otros tantos en los que se quedó a las puertas, una veces por errores propios y otras por aquel fatídico “trata de arrancarlo” que le dejó varado a escasos metros de la meta. Aunque aquello no era tan apurado como se quiso hacer ver porque después de pasar la llegada debía alcanzar el parque de asistencia como ocurre en todos los rallyes. Es decir, le faltaban muchos kilómetros por cumplimentar la carrera, aunque no contara para el cronómetro. Carlos Sainz está considerado uno talento inmenso dentro de esta especialidad y siempre se mantuvo entre los de arriba estuviera en el equipo que estuviera. Pasó por Toyota, Subaru, Ford, Lancia (aquello no fue bien) y Citroën. Allí se topó con Sebastien Loeb, otro genio de los rallyes con menos edad que le “invitó” a la retirada del Mundial con 40 años. Sainz demostró su velocidad y su capacidad para poner un coche a punto desde el primer Panda en el que se subió. No sólo es rápido sino que tiene un arte excepcional a la hora de evolucionar y hacer correr un coche con lo mejor que tenga. Y así ha sido con todos los coches que ha tenido. Al margen de su talento para ser el más rápido. Tanto, que incluso ha impresionado a otro genio del volante, Fernando Alonso. Hasta su amigo Luis Moya, copiloto que le acompañó en sus éxito en el Mundial de Rallyes, le pidió recientemente que pusiera a punto la suspensión del buggy que su hijo había comprado para correr pruebas del nacional. Algo de andar por casa, una jornada de trabajo entre amigos. Desde entonces, el coche va muchísimo mejor en palabras del hijo de Moya, que no ha cambiado un solo aspecto de la puesta a punto que dejó Sainz.
El madrileño es un trabajador incansable, perfeccionista al máximo, al cuidado de cada detalle…Algo que ha sabido transmitir a su hijo Carlos, piloto de McLaren en la Formula 1 y actualmente uno de los que anima el mercado entre los mejores equipos. Ganar el Dakar a los 57 años es algo que sólo está reservado a figuras como él. Para eso lleva entrenando a 40 grados dentro de una cámara varios meses sufriendo como nadie. Preparó el Mini el pasado año en la carrera y lo dejó desarrollado para la edición 2020. Ya le contemplan tres ediciones del Dakar unido a sus dos títulos del Mundial de Rallyes. Se ha ganado el respeto de todo el mundo e incluso la exigente y purista prensa británica le idolatra. ¿Será esto suficiente para ser merecedor del Princesa de Asturias?
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