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La roca Medvedev acaba con la racha de Zverev, el pupilo de Ferrer y verdugo de Nadal, y conquista París

El ruso remonta al alemán (5-7, 6-4 y 6-1) y conquista gana su tercer Masters 1.000 a las puertas del Torneo de Maestros

Medvedev da un golpe de revés en la final de París-Bercy ante Zverev
Medvedev da un golpe de revés en la final de París-Bercy ante ZverevChristophe EnaAP

El ruso Daniil Medvedev es el nuevo rey de París, el campeón del torneo de tenis de la capital de Francia en pista dura y bajo techo, después de fundir en la final a Zverev (5-7, 6-4 y 6-1), el verdugo de Rafa Nadal, al que entrena David Ferrer, y que llevaba a la cita después de doce triunfos seguidos en esa superficie, que le llevaron a conquistar los dos torneos de Colonia nuevos en este 2020 por la pandemia y llegar a la final de París habiendo dejado en el camino a jugadores como el número dos del mundo español. Pero en Medvedev encontró a una roca que se le indigestó, por mucho que el comienzo del partido fuera esperanzador para él. La final comenzó sin ritmo. Servicio a servicio, punto rápido tras punto rápido, apenas pasó nada reseñable durante los primeros once juegos. Es un escenario en el que el ruso se mueve bien, porque al mínimo despiste se viene arriba. No se pone nervioso casi nunca el finalista del US Open de 2019, juega con aparente pachorra, pero nunca hay que fiarse. No cayó en la trampa Zverev, que apretó con éxito en el momento adecuado. Con 6-5 se vio 0-30 y ahí sí merecía la pena el esfuerzo de ir a por la rotura y ahorrarse el tie break. Tiene golpes poderosos con sus casi dos metros, y los sacó justo en el juego más caliente, para colocarse 0-40, a lo que añadió la solidez desde el fondo para conquistar el set.

Era un paso para él, pero quedaba mucho en un partido que cambió de guión. De los puntos cortos y rápidos se pasó a los intercambios largos, al desgaste, con el tercer juego de ese segundo parcial como ejemplo. Duró 15 minutos y Zverev tuvo que hacer frente a cuatro pelotas de rotura, que salvó apoyándose en su poderoso servicio, por mucho que a veces le traicione con alguna doble falta de más. Pero empezó a desgastarse demasiado el pupilo de Ferrer y el ruso se hizo más dominador, empujó más, después de un arranque de encuentro en el que fue más pasivo. Pero es que a veces con eso le da. No iba a ser así contra Zverev y como también sabe hacer lo contrario, es decir, ser agresivo y tirar ganadores, cambió de plan. Empezó a haber intercambios de 18, 20 golpes en los que el ruso mandaba dirigiendo la pelota a un lado y a otro hasta que por fin encontró el break para ponerse 5-4 y mandar después el partido al set definitivo.

Tiene un estilo así como desgarbado el ruso, parece que se desmonta muchas veces cuando golpea la bola, pero la pelota le corre a Medvedev más de lo que parece. Uno o dos metros metido dentro de la pista, empezó a hacer correr demasiado a su rival, y no bajó el ritmo en el comienzo del set definitivo, que comenzó con un break en blanco que confirmó después con un juego de diez minutos en el que salvó cuatro pelotas de rotura con saques a la línea o derechas de fuego. No haber recuperado terreno le supuso una montaña mental al alemán. Pese a que tiene los golpes, no encontraba la manera de hacer puntos fáciles a Medvedev que, en cambio, los conseguía por todos los lados de la pista, con dejadas, con reveses, con saques... A Cincinnati y Shanghái, conquistados en 2019, añade ahora otro Masters 1.000 a las puertas de una Copa Masters que se presenta apasionante: Medvedev está en forma, Zverev también, pues tiene una semana para recuperarse; Djokovic y Thiem harán el último esfuerzo del año, Tsitsipas defiende título, Schwartzman y Rublev tendrán la ilusión de los debutantes y Nadal busca el gran torneo que le falta.