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La Liga vuelve a ser blanca (79-71)

La pelota es tan sabia que se fue directa a las manos de Felipe Reyes, para que el capitán madridista y MVP de la final disfrutara de los últimos segundos de una serie agotadora. Un tortuoso camino que, finalmente, llevó al Real Madrid al título de Liga, tras una temporada en la que ha jugado más bonito que nadie y que merecía acabar en apoteosis. El 79-71 final dio paso a una celebración esperadísima, pero pasaron muchas cosas antes.
Agotada la inercia de las gradas del Palacio, la explosividad de Llull y la visión del juego de Sergio Rodríguez, aparecieron Darden y Draper. Dos secundarios que edificaron la primera ventaja sólida de los locales en la noche. El base de Baltimore ha sido más criticado por los aficionados blancos que por los enemigos y en los últimos tiempos ha habitado en lo más profundo de la rotación. Cuando después del esfuerzo inicial de los suyos el Barça empezaba a sentirse cómodo (31-32, min 15), Laso miró al banquillo y pensó que había llegado la hora de Draper. Un creador de juego puro, incansable en defensa y más inteligente en ataque de lo que muchos creen. El americano cambió la cara a su equipo y el ritmo a los azulgrana. Cuatro minutos estuvo Dontaye en cancha, justo antes del descanso, y el parcial de 10-0 a favor de los blancos habla muy claro de su impacto en el choque.
Un choque que supo a drama desde antes de empezar. El Palacio era un rugido como hace mucho que no se recuerda. No cabía un grito más y hasta las «cheerleaders» dejaron algunos tiempos muertos libres para que la presión de la grada no bajase. Las distracciones era mejor dejarlas para otro momento, el cara o cruz estaba muy presente en las pizarras de los técnicos, que metieron en la coctelera sus quintetos titulares. Carroll comenzó en lugar del esforzado Suárez, mientras que en el Barcelona Oleson fue una de las novedades.
En menos de diez minutos Pascual ya le había dado la vuelta completa a su banquillo, todos habían tenido un momento, en busca de soluciones y respiro, porque cada bloqueo quemaba y un paso por la zona era una lluvia de cuchillos.
El lesionado Navarro estuvo en el salto inicial, pero sus primeros cinco minutos acabaron en un -4 de valoración y estuvo casi siempre sentado. Cada sustitución de los azulgrana era con una mueca de dolor, quizá por eso y porque es lo que mejor le va, el Madrid decidió comenzar a la carrera. Con Llull acelerando, se presentaron los blancos con un 8-0 en la calle Goya, parcial al que el enemigo contestó como en toda la serie, haciendo daño poquito a poco y llevando el ascua a su sardina. Tanto que, con algo de Tomic y buenos minutos de Todorovic, desenchufó toda la energía puesta por los madridistas (20-20, min 11).
Pero al Madrid de Laso de los buenos días le sobran vatios, y otra vez se lanzó a la carrera tras el descanso. Cuatro puntos al contragolpe y el primer triple de Rudy en casi 20 intentos lanzó a los blancos a la máxima ventaja en muchos días (50-33, min 23). Después, el laberinto que han sido los cinco choques dio paso al duelo más inesperado: Darden contra Ingles. Ambos se calentaron hasta ser los máximos anotadores en cada bando con el repertorio del mejor MVP. Al Barça se le iba la vida (64-51, min 32), así que decidió mirar a su pasado más glorioso. Lo de Navarro era imposible, por lo que Jasikevicius tomó el mando para llevar la eliminatoria lo más lejos posible. Felipe puso los galones en el otro lado para ganarse el trofeo de MVP de la final. De postre, un poco de suspense (76-71, a falta de 23 segundos), pero no hubo milagro culé. La Liga era blanca; la Liga es blanquísima.
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