Opinión

Carlo: "Gracias por los servicios prestados" o Lo que yo le diría al míster

El Madrid puede perder, no es perfecto y ha ganado siete Champions más que el segundo, pero no así. Un ridículo como éste, un Waterloo tan bestia, no puede salir gratis

Ancelotti, en la rueda de prensa previa al Valencia-Real Madrid
Ancelotti, en la rueda de prensa previa al Valencia-Real MadridReal Madrid/EFE

Realmente, y nunca mejor dicho en sentido amplio, lo que vivimos el miércoles en el Etihad fue un chorreo de ésos de los que hablaba Vicente Boluda, pero nuevamente en sentido inverso. Similar al que el Real Madrid padeció a 40 millas de Mánchester, en Liverpool concretamente, en ese 2009 merengue para olvidar. Mejor dicho, igualito porque aquello fue un 4-0 y un tsunami y esto ha degenerado en otro 4-0 y nuevo maremoto. La sensación de gatillazo fue siquiera más intensa este miércoles que aquel martes de hace 14 años por la sencilla razón de que el club llevaba entonces siete años sin mojar en Champions, en medio de la espectacular irrupción del Barcelona de Guardiola, y en estos momentos aún es el vigente campeón. Lo cierto es que lo que pasó por el Bernabéu no fue precisamente un plantel asequible sino más bien uno que juega deliciosamente al fútbol. Nadie, empezando por Ancelotti, lo quiso ver. Los manchesterianos posaron el encuentro a su antojo en Chamartín, lo controlaron con un tikitaka efectivísimo y se fueron con el marcador que querían. Lo peor de todo es que el Real Madrid se las prometía muy felices olvidando que enfrente iban a tener al pelotero más efectivo del planeta, Bernardo Silva, al crack de esta década y la siguiente, Haaland, al genialoide De Bruyne, además de la que seguramente es la mejor defensa del momento.

Peor aún que ese exceso de confianza fue el planteamiento táctico de un Carlo Ancelotti que, nuevamente, se volvió a pasar la meritocracia por el arco del triunfo. Lo cual es un disparate en el fútbol y en cualquier orden de la vida, ya sea una empresa, un Ejército, un equipo deportivo, una simple clase escolar o tu hogar. Alinear haciendo política, tirando de diplomacia para no cabrear a las vacas sagradas, es el peor error que puede perpetrar un míster. Y eso es lo que hizo dejando en el banquillo a Don Antonio Rüdiger, que había secado a un Haaland que hasta el match del Bernabéu llevaba 12 goles en ocho partidos de Champions esta temporada sin haber dejado de marcar en ninguno de ellos. En su lugar recuperó a Militao y situó por enésima vez en el lateral izquierdo a Eduardo Camavinga, que no pasa por ser lo que se dice un destructor. Atesora tan infinitas cualidades ofensivas como limitadas defensivas. La banda izquierda fue un coladero porque, así como no le puedes pedir peras al olmo, no le puedes exigir a un interior que se comporte como un infalible stopper. Por no hablar de esa transición del marcaje cuasiindividual a Haaland en Madrid a la vigilancia en zona de Mánchester, lo cual facilitó huecos que aprovecharon los estiletes citizen, empezando por el inconmensurable Bernardo Silva y terminando por un Julián Álvarez que hizo bueno aquello de llegar y besar el santo.

Por no hablar de ese 4-3-3 que seguramente constituyó un suicidio teniendo en cuenta, además, que Rodrygo y Benzema no estaban, aunque sí se les esperaba en el Etihad. Los que portaban el dorsal 9 y el 21 debían ser unos sosias, es física y metafísicamente imposible que fueran los auténticos. “Y ahora, ¿qué?”, se pregunta el madridismo. El interesado, don Carlo, se curó en salud el sábado asegurando que el club le ha confirmado su continuidad. Lo cual no deja de llamar la atención porque para empezar, uno no se ratifica en el cargo, a uno lo ratifican, y para terminar, porque las temporadas en blanco se pagan con la destitución. La Copa no cuenta a estos efectos y en Liga corre serio riesgo de acabar tercero tras el Atlético. Se repite la historia: el entrenador más laureado de la historia europea ha ido de más a menos. Sucedió en 2015 y vuelve a ocurrir ocho años después. Tampoco descarto que unos y otro hagan de la posibilidad de fichar por Brasil, intacta a día de hoy, virtud. Es decir, que queden bien unos y otros y el italiano coja las maletas y se vuelva por donde vino sin tacha alguna. Sea como fuere, el Madrid puede perder, no es perfecto y ha ganado siete Champions más que el segundo, pero no así. Un ridículo como éste, un Waterloo tan bestia, no puede salir gratis. Pues eso, que yo cogería al italiano, le daría una palmadita en la espalda y le espetaría: “Gracias por los servicios prestados”. Y otra cosa, mariposa.