Rayo Vallecano
El modisto de Vallecas
Hay muchas maneras de morir, entre ellas hacerlo de rodillas cambiando tu pensamiento, o de pie aferrado siempre a tus convicciones, a tus ideas. Paco Jémez eligió siempre la segunda opción y nadie le ha hecho cambiar de opinión, en las duras y en las maduras. Por eso se ha convertido en un entrenador visceral para la Prensa, y es cierto que, para muchos a veces incómodo. Pero siempre creyó en lo que hacía sin importarle llevárselo todo por delante.
De remiendos
Durante todo este tiempo sus méritos se han tornado auténticos milagros en Vallecas, en ocasiones el milagro de los panes y los peces con los cestos que ha tenido que llenar para seguir en la categoría de oro del fútbol español. Cada nueva temporada, Paco ha tenido que elaborar un vestido nuevo con aquello que sobraba de los chaqués de otros. Se ha visto obligado por restricciones económicas y la confección de presupuestos en un club tan popular entre los aficionados como modesto, a confeccionar una plantilla nueva. Ha tenido que empezar de cero curso tras curso: el Rayo nunca supo si fichaba o si «adoptaba».
La confesión
Un día Paco me dijo: «Tarde o temprano, este equipo bajará a Segunda». No se trataba de una reflexión miedosa, sino realista. Su profecía se cumple ahora, se consumó ayer. El Rayo peleó hasta el último minuto, pero lo de ayer no era obrar de nuevo un milagro, era hacer el tuyo y esperar que otros dos llegaran de fuera, desde Gijón y Sevilla. Demasiado. Ahora toca esperar a ver cómo viene el futuro, el de Paco y el del Rayo tras este descenso anunciado y milagrosamente retrasado todos estos años. Él deja su nombre escrito en la historia del club y en el corazón del «rayismo» porque no se puede pelear más con menos. Suerte allá donde vaya y, si se queda, que nadie dude que volverá a ensamblar un nuevo vestido para que el Rayo vuelva a vestir de gala.
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