España juega hoy en Israel con los deberes hechos y la clasificación asegurada para el Mundial de Rusia. Un éxito de Lopetegui, que cogió el relevo de Del Bosque, que convengamos fue acogido con un punto de escepticismo pero que ha resucitado a la Selección. El sobresaliente se lo ha ganado a pulso no tanto por las dificultades de un grupo asequible en el que el único rival serio era Italia, sino porque se venía de un par de fracasos gordos que parecían cerrar la época dorada que inició el recordado Luis Aragonés. El equipo estaba instalado en una peligrosísima cuesta abajo y había roto la ilusión de los aficionados.

El toro por los cuernos

Julen ha estado «cuasi» perfecto en las cuatro patas que Luis decía que debía dominar un buen entrenador: la táctica, la física, la técnica y la psicológica. Ha renovado al equipo con gente que ya conocía de la sub’21, y mantiene el toque pero otra vez rápido y vertical y con variantes tácticas que funcionan. Lo más importante es que cogió el toro por los cuernos desde el minuto 1 cuando se vio cara a cara con Casillas para decirle que De Gea iba a ser su portero.

Dos matices

En realidad, Lopetegui ha tenido que lidiar con más cautela en los temas extradeportivos como el de la portería o recuperar al mejor Costa, al menos hasta su último lío con el Chelsea. Y ha mantenido serenidad en el caso de Piqué y sus «pochas dialécticas», cuando muchos pedían (pedíamos, pedimos) que basta ya de un jugador excelente pero que tiene al grupo hasta el gorro. Y, por ponerle otro pero, quizá se equivocó al recordar a Villar en rueda de prensa tras el gran triunfo sobre Italia. Sobraba haber hecho público su agradecimiento personal, esas cosas en privado. Por lo demás, «tira tira», Julen...