Ciclismo

Francia

Contador arriesga

Alberto Contador
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Alberto Contador sufrió una leve caída en el descenso del último puerto de la decimosexta etapa del Tour y sufre una herida en la rodilla derecha, pero aseguró que no parece grave y se mostró confiado de poder estar en buena forma para la contrarreloj de mañana.

Hay cosas que jamás se olvidan. Jamás. El 14 de julio de 2003, por ejemplo. Una llegada a Gap como tantas otras habían acaecido en la historia del Tour, una carrera que, por fin, parecía no iba a tener tan fácil Armstrong. Un vitoriano vestido de rosa le estaba apretando como nunca hasta entonces, que ya le daba igual perder, ser tercero, segundo o quedarse fuera de la foto que otras veces tanto había deseado. Hay giros, movimientos que para la mente se tornan eternos e imborrables. Los bruscos de una bicicleta, de unos tubulares, de una carretera, la de la Rochette, ahora Manse, con el asfalto aceitoso, dos volantazos, a izquierda y derecha para acabar arrastrando por el suelo una cadera rota. Una vida que, desde entonces, ya no volvería a ser la misma.

Hay gritos que jamás se silencian en el recuerdo, aquel de dolor mientras Armstrong atravesaba el campo, salvándolo, salvándose a sí mismo, y Beloki arriba, llorando, no podía más, cuando sus compañeros de la ONCE, que luchaban por ganar la etapa, frenaron, de todo se olvidaron por darle un aliento de su cariño, un empujón al alma, poco más podían hacer ya por él, pues todo se escapaba.

Hay gestos, retorcidos y de sufrimiento que, de tan expresivos, de tan sentidos, se tornan inmortales. Que ya pueden pasar años porque aquella mueca dolorida, aquel grito al cielo, aquel lloro, aquel «Manolo, levántame y súbeme a la bicicleta», no se olvidan.

De todo aquello se acordó Chris Froome al dar comienzo a su última semana antes de disfrutar de París y de su Tour, que en el col de Manse «debía ir con precaución». «Recordé la caída de Beloki», dice el líder de la carrera. Pero con aquellas imágenes se mezclaron las del diablo que es Alberto Contador y sus ataques. Le faltarán las piernas de sus grandes tardes, pero no el corazón ni el ansia, tampoco el hambre de caza y ataque y quiso desquiciar al líder en el final del último ascenso y también cuesta abajo. Una, dos y... a la tercera, saliendo de una curva, se fue al suelo. ¡Crash! Rodilla magullada. Y de la violencia que soltó, Froome se salió de la carretera. «Perdió el control de la bici, iba demasiado rápido», explica el keniano, un toro embravecido. «No podía controlar su velocidad y por eso se ha caído», añadía. «Contador ha llevado el límite demasiado lejos y ha terminado poniendo pie a tierra delante de mí. Ha corrido riesgos innecesarios. He tenido que salirme de la carretera para esquivarlo».

Cuando retomaron el ritmo, Nairo Quintana, Valverde y Purito, que rodaban con ellos, ya estaban con ventaja. Contador se desgañitó para entrar allí y cuando lo hizo se acercó a Nairo y le levantó el dedo pulgar. Bien, chaval. Cabreo. «Esto es ciclismo puro y duro. Cada uno puede actuar libremente, nos hemos caído y Nairo Quintana se ha lanzado en el descenso para aprovecharlo. Son cosas de carrera», analizaba Contador. Nairo no dijo nada, ni un gesto siquiera. «Si se siente ofendido, le pido disculpas. A mí su gesto no me afecta». Y Valverde le defendió: «Ha seguido a su mismo ritmo, no ha atacado para nada y yo no he tirado ni un milímetro hasta que él ha entrado. Si se ha enfadado es porque ha querido», aseguraba el murciano.