Francia
Froome gasta una vida
Mantiene el amarillo y elimina a Contador y Quintana, pero pierde a Geraint Thomas, que abandonó por una caída, como Porte.
Mantiene el amarillo y elimina a Contador y Quintana, pero pierde a Geraint Thomas, que abandonó por una caída, como Porte.
Hay un momento en el ciclismo, cuando se corre una grande, de esos días terribles que llegar a la línea de meta, tocarse y notarse entero, con todos los huesos en su sitio es toda una victoria. Con eso puede consolarse Alberto Contador, que llega desfondado y alicaído a la meta de Chambéry, cuatro minutos y 19 segundos después del grupo de Froome y, aunque vacío, está entero. Eso, por ejemplo, no lo puede decir Richie Porte, que casi se deja la vida en el Mont du Chat. Al Tour no le gusta tomar grandes riesgos; conservadurismo francés. Pero sabe que el ciclismo moderno, el de las carreras asfixiadas por los grandes equipos, le obliga a hacerlo. Por eso se guardaba este as bajo la manga. El Monte del Gato.
Lo llaman así porque hay que tener siete vidas para escalarlo, porque al menos un par se te van a ir entre la subida y su terrorífico descenso. La última, y también la primera vez que el Tour se atrevió a cruzarlo, fue en 1974, cuando Gonzalo Aja lo coronó el primero. Desde entonces, la ronda gala no lo quiso incluir más en su recorrido hasta este año, cuando el ciclismo tanto necesita de sorpresas que descalabren al Sky, que le haga saltar en mil pedazos para dar emoción a su carrera.
A los pies del Gato llegaron todos los favoritos juntos. Era el momento de respirar, de tomar aire y borrar de la mente lo que había pasado hasta entonces. Sólo así uno es capaz de malgastar vidas de esa manera. En el Cole de la Biche, Froome se quedó sin una de ellas. Geraint Thomas sufrió una caída y se rompió la clavícula. Adiós a su mejor hombre. Aún le quedaban corazones que palpitasen por él al keniano. Piernas que se sacrificasen. Las de los Mikeles, Nieve y Landa, y Sergio Henao le salvaron en dos ocasiones. La primera en la Biche, con el suelo mojado por la lluvia que caía cuando el ag2r de Bardet dijo que quería guerra y se puso a destrozar el grupo de favoritos. Froome se quedó cortado, pero sus compañeros lo salvaron.
La segunda fue en el Mont du Chat. A Froome le falla la bicicleta, alza la mano pidiendo asistencia y Fabio Aru le ve. Y no se lo piensa y saca los dientes. Ataque. El ciclismo de los días grandes se hace de momentos así. Froome se desvanece, haciendo girar el plato como si fuese un molinillo, pero sus pedales no le dejan avanzar. Hasta que cambie la bici nada va a poder hacer. Y su coche aún no llega. Enajenado. Richie Porte y Quintana dan caza al campeón de Italia y es el tasmano del BMC el que le obliga a Aru a parar; desesperado, frena su arrancada.
Froome vuelve al grupo, y ni perdona ni olvida. Le mete un buen codazo a Aru, a lo Sagan, y sin decirle nada le cita para el descenso del Monte del Gato. A ver si sobrevives. Para entonces, el que agoniza ya es Alberto Contador, que nada puede hacer ante el ritmo de los rivales. Impasible los ve alejarse, a ellos y al que puede ser su último Tour, que no lo va a ver ya en el podio. Ni a él ni a Nairo Quintana. Porque el movimiento de Aru ha vuelto loco a Froome, que, como una bestia hambrienta, se lanza al ataque para reventar enemigos. Comérselos. A Quintana lo devora su ataque.
Pero la etapa no acaba ahí. Todo queda aún por pasar en el terrorífico descenso que les espera. En una curva, Porte se va recto a la cuneta, sale rebotado, choca contra Dan Martin, al que derriba, y se pegan contra el muro. Porte, consciente en todo momento, apenas puede moverse. Camilla, collarín y adiós al Tour. No le quedan más vidas. Las gastó todas en el Monte del Gato.
Bardet, valiente como nadie, se lanza en el descenso para soltar a Froome, Urán, Fuglsang y Aru, los únicos que ya quedan por delante. Los que van a jugarse este Tour en el que Froome, con una vida menos, la de Geraint Thomas, sigue mandando y es aún más líder. La etapa se la lleva Rigoberto Urán, el ciclista que rozó el Giro hace cuatro años y desde entonces se le daba por muerto. Otro que tiene más vidas que un gato.
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