Francia
Froome gana su cuarto Tour y Groenewegen se lleva el esprint en París
Sin un golpe autoritario como en sus anteriores victorias, el keniano logró su cuarto triunfo en París, en el que se sirvió del miedo de sus rivales y del servicio de Landa.
Sin un golpe autoritario como en sus anteriores victorias, el keniano logró su cuarto triunfo en París, en el que se sirvió del miedo de sus rivales y del servicio de Landa.
«Nunca imaginé que iba a llegar a la crono de Marsella así». No le importa reconocerlo, como tampoco le pesa admitir la falta del dominio dictatorial que ha acostumbrado en sus anteriores Tours. «No me molesta no haber marcado diferencias», dice. Lo cierto es que las más grandes las hizo en la contrarreloj que abrió el Tour en Düsseldorf, ése fue su golpe autoritario y de él se sirvió durante toda la ronda gala. El cuarto Tour de Chris Froome, el tercero que consigue de manera consecutiva pues el primero lo logró en 2013 y un año después se cayó y tuvo que retirarse, es, además, el primer triunfo de la temporada para el keniano, siempre acostumbrado a arrasar en toda carrera que participa desde el inicio de temporada hasta el mes de julio. Lo ha logrado sin conquistar ninguna etapa, cosa que no sucedía desde el Tour que Óscar Pereiro ganó en los laboratorios en el 2006. Sin triunfos parciales, sí, pero con cuatro Tours.
Hasta ahí las diferencias. Porque si de algo puede presumir Froome, como acostumbra, es de equipo. El Sky, con un brillante Mikel Landa, un entregado Mikel Nieve y un impresionante Michal Kwiatkowski ha marcado el ritmo y las pautas. Esta vez no bloquearon la carrera, pero sí infundieron un temor que les fue suficiente en todo el Tour para ganarlo. Porque a sus rivales les faltaron altura de miras y valentía para intentar ganar la ronda gala a Froome. «Mi rival más duro ha sido Aru, aunque en los últimos días se viniese abajo», afirma él. Y es que el sardo ha sido el único capaz de arrebatarle el maillot amarillo una vez se lo había enfundado.
Fueron tan sólo tres días, después de la etapa de Peyragudes en la que Froome sufrió una crisis: «Se me olvidó comer y en el final me faltó gasolina». En Rodez, ante una pájara del ciclista del Astana, Froome recuperaba el maillot amarillo y ya nadie sería capaz de arrebatárselo. Ni siquiera el AG2R, con sus intentos diarios de poner en apuros al todopoderoso Sky. Ayer París se vistió de gala para coronar a Froome por cuarta vez. Es su era. Está marcando una época.
Y es que ninguno de los ciclistas que han conseguido cuatro Tours en la historia se han quedado en esa cifra. Ni Eddy Merckx, ni Anquetil, ni Bernard Hinault ni mucho menos el gran Miguel Indurain. Todos llegaron a los cinco. Y ya esperan a Froome para que entre en el selecto club de elegidos. Él no se pone metas. «Les tengo mucho respeto por lo que han conseguido, pero no me quiero comparar con ellos. Yo tengo mi estilo y mi forma de correr. Conseguir cinco veces el Tour me parece algo muy difícil».
Dice que aún le queda mucho margen de mejora. «Cada año soy un poco más mayor, pero aprendo y me hago más completo como corredor. He trabajado mucho el tema de los descensos, pero aún me falta aprender más a nivel táctico. Quiero seguir progresando en estos aspectos», afirma. Su primer campo de pruebas será la Vuelta que el próximo 19 de agosto arranca en Nimes. Una prueba que adora y que se le resiste a partes iguales. «Si no pasa nada, allí nos veremos. Me hace especial ilusión correr la Vuelta porque allí es donde descubrí mi verdadero potencial», asegura. Además, sopesa seriamente correr también el Giro en 2018, ya que habrá una semana más de diferencia entre la corsa rosa y el Tour debido al Mundial de fútbol. «Me lo estoy pensando», avanza. Quiere extender su dominio a las tres grandes como ya hicieron los mitos. Hay Froome para rato.
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